Vida en Cristo – La Esperanza de un Nuevo Amancer

Father David G. Sánchez

Estos días de cuarentena, durante el Corona virus, nos han puesto en un lugar santo a nivel espiritual. Yo personalmente los he dedicado al cuidado de mi casa, los chivas que cuido y a la reflexión personal como servidor del Señor. Frente a una fogata que hice el otro día en mi patio, pensaba, que grandioso es el Señor durante este tiempo.

Vivimos una íntima Cuaresma, experimentamos una Pascua en familia y ahora nos preparamos para un Pentecostés con esperanza. La Cuaresma nos llevó a un desierto de soledad con Jesús en nosotros. ¡Lo necesitabamos! Jesús puso un paro desde arriba al ajoro de nuestras vidas abajo y nos encerro con El. Dios se hizo el centro de nuestras vidas. En la resurrección de su hijo Jesús, un tiempo de gozo, nos trajo un aire de ansiedades, miedos y desconfianza.

Y todos nos preguntamos: ¿Cómo puede ser esto? Un día cuando deberíamos haber venido a la Iglesia a vivir la Pascua en comunidad y reunirnos en la mesa con nuestras familias, seguimos paralizados. Nosotros no podemos entender lo que está pasando. La verdad, los discípulos de Jesús no lo pudieron entender tampoco luego de la resurrección. Ellos estaban ciegos por la pena que llevaban en su corazón. Ellos se sentían abandonados.

Ellos ni siquiera podían reconocer a Jesús que caminaba con ellos. Que valorativas han sido las lecturas de los Hechos de los Apóstoles y de los Evangelios que hemos leído durante la Pascua estas pasadas semanas.

Hoy, durante esta crisis pandémica de salud, nosotros hemos sido transportados en la historia a las mismas emociones que los primeros discípulos experimentaron después de la resurrección. Ahora sabemos cómo ellos se sintieron. ¿Qué los mantuvo unidos? (Deberíamos estar haciéndonos la misma pregunta.) Vivieron en miedo y encerrados por 50 días desde la crucifixión hasta el día de Pentecostés, pero había entre ellos un sentido de solidaridad comunitaria, la promesa de salvación y la promesa de una vida eterna que Jesús les había enseñado. Jesús le dijo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida.

El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Hoy, como un amigo les pregunto con las mismas palabras: ¿Crees tú esto? Es como si Dios nos ha paralizado para reflexionar profundamente sus palabras. Los apóstoles creyeron y ahora nosotros tenemos que creer.

Que esperanzador es Jesús cuando nos dice en el Evangelio de Juan: “El que tenga sed, que venga a mí; y beba, aquel que cree en mí. Como dice la Escritura: Del corazón del que cree en mí brotarán ríos de agua viva”. Este tiempo de Pascua es un tiempo de fe con el Señor. Él ha resucitado y nos ha dada la fortaleza del Espíritu Santo como guía y luz.

Esta es verdaderamente una nueva experiencia de Pascua: personal y orientada hacia la familia. Miremos pues al día de Pentecostés que se aproxima como un día de esperanza en un nuevo amanecer. La luz de Cristo nos guiará a todos con sabiduría, consejo, ciencia, piedad, fortaleza, temor de Dios y entendimiento, durante este tiempo. Por lo tanto en esta Pascua, no deberían de haber conflictos, miedos o ansiedades, porque el Espíritu Santo de Dios nos llena de esperanza y nos mantendrá serenos y seguros.

La victoria de Jesús es nuestra victoria. Dejemos que esta Pascua traiga a nuestras vidas un nuevo significado. Que esta temporada de Pascua abra nuestras tumbas del miedo, del pecado, de las preocupaciones, de las dificultades, de los problemas y nos llenen con la esperanza de Dios.

Padre David G. Sánchez es párroco de la parroquia St. Joseph en Louisville, KY.

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