Consuela a Mi Gente — Abracen el aprendizaje intencional para convertirse en la persona que Dios quiso que fueran

Archbishop Shelton J. Fabre

Después de un verano de tiempo libre, los estudiantes y profesores se han embarcado en un nuevo año escolar. ¿En qué pensaron cuando vieron o escucharon las palabras “regreso a la escuela”? Tal vez recordaron una broma sobre los niños que regresan a la escuela y los padres que recuperan un tiempo preciado. Posiblemente, dieron un respiro de alivio al darse cuenta de que esos días han quedado atrás.

Recuerden conmigo lo que esas palabras le trajeron a la mente. Tal vez recuerdos de eventos emocionantes u horas gratificantes pero agotadoras dedicadas a proyectos. Sin embargo, compare esto con un momento en que el simple aprendizaje cambió su vida. Tal vez cuando aprendieron a andar en bicicleta o a atarse los zapatos. Aunque es importante, no todo el aprendizaje necesita ser una absorción pasiva de hechos importantes. El aprendizaje intencional sobre cosas importantes nos libera para convertirnos en quien Dios nos está haciendo ser.

El aprendizaje en un aula es quizás la forma más importante de aprendizaje, pero es sólo una forma de aprendizaje. Recuerden de nuevo un momento en que el aprendizaje realmente cambió su mundo. ¿Fue pesado? ¿Qué pasaría si más de nuestro aprendizaje fuera transformador o un aprendizaje que importara? Nuestra capacidad de aprender, comunicarnos y trabajar juntos es el mayor regalo de Dios para nosotros. Estos dones nos permiten buscar la verdad como nuestro llamado más alto, con Dios como la “Verdad” más grande y hermosa que debemos buscar.

Recuerden la experiencia de Helen Keller. Ciega y sorda de nacimiento, Helen era una niña problemática hasta que un día su maestra la ayudó a conectar la sensación de agua fluyendo con los signos de la palabra “agua”. El estrecho mundo de Helen se expandió repentinamente con esta simple lección. Además, avivó su deseo de aprender y le abrió un mundo completamente nuevo. Al aprovechar nuestro poder para aprender y dirigirlo hacia las cosas que nos apasionan, podemos dar rienda suelta a nuestras mayores habilidades para hacer el bien. Intercambiamos nuestras luchas por la verdadera excelencia. Podemos buscar respuestas con confianza cuando estamos seguros de que hay respuestas por encontrar.

Con esta transformación, tenemos la oportunidad diaria de hacer de nuestro aprendizaje y desarrollo un esfuerzo más intencional. Tal vez mientras leen esta columna, están siendo llevado a lugares donde su aprendizaje podría crecer. Sal y encuentren lo que necesiten. Hay maestros y mentores por todas partes esperando a que se les pregunte. Del mismo modo, encuentren algo que les apasione y que puedan desarrollar. Las cosas que los inspiran tienen un poder especial para mantenerlos en marcha cuando todos los demás se habrían rendido.

Si no están seguros de qué hacer, prueben diferentes opciones hasta que encuentren lo que aman. Usar nuestras pasiones de una manera constructiva puede convertirnos en personas excelentes. Cada uno de nosotros tiene esta capacidad. Tienen inherentemente dentro de si esa capacidad de convertirse en la persona que Dios creó para ser. Agiten en acciones este regalo que Dios les ha dado, reconociendo que siempre habrá trabajo requerido para ser moldeado en lo que Dios nos ha creado para ser. Sin embargo, si no hacemos nada, las fuerzas de la vida nos moldearán al azar. Si, en cambio, queremos que las cosas sean diferentes, debemos hacer algo diferente.

En todo esto, no estoy diciendo que más educación haga a una persona más feliz, como si inscribirse en los cursos correctos disolviera las dificultades de la vida. Estoy diciendo que el aprendizaje intencional es un buen primer paso para una vida más feliz. Permite que las cosas buenas que los emocionan los empujen. Cada uno de nosotros fue hecho para ofrecer los dones que Dios nos da para devolvérselos en nuestro servicio a los demás. El aprendizaje enfocado e intencional sobre nuestros dones y sobre lo que es importante puede liberarnos para convertirnos plenamente en lo que Dios nos está llamando a ser. Pidamos a Dios que bendiga nuestros esfuerzos de aprendizaje este año, en el aula y más allá.

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