Este escrito es parte de una serie enfocada a dar respuestas a preguntas realizadas por jóvenes.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que: La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer (CIC 2337).
El catecismo continúa diciendo, la virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la totalidad del don (CIC 2337). La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. (CIC 2339). La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana (CIC 2341). Todos los bautizados están llamados a vivir una vida casta.
El catecismo continúa enseñando que hay tres formas de la virtud de la castidad: una de los esposos, otra de las viudas, la tercera de la virginidad. No alabamos a una con exclusión de las otras. […] En esto la disciplina de la Iglesia es rica (CIC 2349).
Finalmente, el catecismo señala que los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad (2350).
Para terminar, cada uno de nosotros está llamado a practicar esta hermosa enseñanza de la castidad.
El padre Christopher Lubecke es párroco de la parroquia St. Peter the Apostle en Louisville, KY.
