
Por Carol Glatz, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO — Para quienes reconocen a Cristo como salvador, la muerte no es un final ni una forma de destrucción o aniquilación, escribió el Papa Francisco en la catequesis que había preparado para su audiencia general. Es una especie de “hermana” que introduce a los fieles difuntos en la vida verdadera.
Al igual que el miércoles anterior, la audiencia general del Papa del 26 de febrero fue cancelada porque el Papa seguía hospitalizado y no se había delegado en nadie para dirigir la reunión en su lugar. Pero el Vaticano hizo público el texto preparado por el Papa a mediodía, hora local.
Matteo Bruni, director de la oficina de prensa del Vaticano, dijo a los periodistas que el Papa preparó la catequesis “con semanas de antelación”, adelantándose a las especulaciones de que la reflexión del Papa sobre el Cántico de Simeón, que se utiliza como una oración en el momento de la muerte, estaba de alguna manera relacionada con la condición actual del Papa o la hospitalización.
El Papa Francisco está hospitalizado desde el 14 de febrero y el 18 de febrero se le diagnosticó una neumonía doble.
Durante el Año Santo 2025, los discursos de la audiencia general se han centrado en “Jesucristo, nuestra esperanza”, comenzando con una mirada a los relatos bíblicos de la infancia y niñez de Jesús.
Tras reflexionar sobre los Reyes Magos como “peregrinos de la esperanza” la semana anterior, la catequesis del Papa del 26 de febrero se centró en la presentación de Jesús en el templo y en cómo Simeón y Ana fueron también “peregrinos de la esperanza” que reconocieron la presencia de Dios y la acogieron con alegría.
El Papa escribió en su catequesis que el Espíritu Santo “respira” en el templo y “habla al corazón de un anciano: Simeón … que alimenta el deseo de que se cumplan las promesas hechas por Dios a Israel por medio de los profetas”.
Simeón percibe “la presencia del Ungido del Señor” y del “Príncipe de la paz” en el templo cuando ve al niño Jesús, escribió el Papa. Simeón “abraza a ese niño que, pequeño e indefenso, descansa entre sus brazos; pero es él, en realidad, quien encuentra el consuelo y la plenitud de su existencia abrazándolo”.
Simeón expresa este consuelo “en un cántico lleno de conmovedora gratitud, que en la Iglesia se ha convertido en la oración al final del día”, señaló.
El Papa citó el cántico, que comienza: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación”, lo que significa que Simeón está listo para morir en paz ahora que ha visto al Mesías.
“Simeón canta la alegría de los que lo han visto”, escribió el Papa, y también es capaz de compartir ese encuentro con los demás.
“Es testigo del don de la fe, que recibe y comunica a los demás; es testigo de la esperanza que no defrauda; es testigo del amor de Dios, que llena de alegría y de paz el corazón del ser humano”, escribió.
“Lleno de este consuelo espiritual, el anciano Simeón ve la muerte no como el final, sino como la realización, como la plenitud; la espera como una ‘hermana’ que no destruye, sino que introduce en la vida verdadera que ya ha pregustado y en la que cree”, escribió el Papa Francisco.
La viuda Ana, una mujer de más de ochenta años, también ve “la salvación hecha carne en el niño Jesús” en el templo, celebra su presencia y difunde generosamente “la palabra profética”, escribió.
“El canto de la redención de dos ancianos difunde así el anuncio del Jubileo a todo el pueblo y al mundo. En el Templo de Jerusalén se reaviva la esperanza en los corazones porque en él ha hecho su entrada Cristo, nuestra esperanza”, escribió.
El Papa pidió a los cristianos que imiten a Simeón y Ana que son “peregrinos de la esperanza, que tienen ojos límpidos capaces de ver más allá de las apariencias, que saben ‘olfatear’ la presencia de Dios en la pequeñez, que saben acoger con alegría la visita de Dios y volver a encender la esperanza en el corazón de los hermanos y hermanas”.