Por Justin McLellan
ROMA — En una época en la que incluso los pensamientos y sentimientos más íntimos pueden convertirse en material para las redes sociales, la Cuaresma es un tiempo para dejar a un lado las apariencias y encontrar a Dios trabajando en lo más profundo del corazón, dijo el Papa Francisco.
Sin darnos cuenta, los cristianos nos hemos visto inmersos “en un mundo en el que todo, incluso nuestras emociones y sentimientos más íntimos, debe volverse ‘social'”, dijo el Papa al celebrar la Misa en la Basílica de Santa Sabina de Roma con motivo del inicio de la Cuaresma, el 14 de febrero.
Hoy en día, “hasta las experiencias más trágicas y dolorosas corren el riesgo de no tener un lugar secreto que las custodie”, dijo. “Todo debe ser expuesto, ostentado, entregado al parloteo del momento”.
Vestido con ornamentos morados para marcar el tiempo de Cuaresma, el Papa Francisco dijo que la Cuaresma es una oportunidad para que los cristianos se aseguren de que su relación con Dios “no se reduzca a la exterioridad”.
La Cuaresma “nos sumerge en un baño de purificación”, dijo. “Significa mirarnos por dentro y tomar conciencia de quiénes somos realmente, quitándonos las máscaras que a menudo usamos, disminuyendo el ritmo de nuestro frenesí, abrazando la vida y la verdad de nosotros mismos”.
Las prácticas cuaresmales de “limosna, oración y ayuno no pueden reducirse a prácticas exteriores, sino que son caminos que nos reconducen al corazón, a lo esencial de la vida cristiana”, añadió, animando a los cristianos a “amar a los hermanos que tenemos a nuestro lado, estar atentos a los demás, vivir la compasión, ejercitar la misericordia, compartir lo que somos y lo que tenemos con quien lo necesita”.
La liturgia comenzó con una oración en la cercana Iglesia de San Anselmo, que forma parte de un monasterio benedictino en la colina del Aventino de Roma. Tras entonar las letanías de los santos, los cardenales, a los que se unieron religiosos benedictinos y dominicos, se dirigieron a la basílica de Santa Sabina, considerada la iglesia matriz de la orden dominica, para celebrar la Misa.
El Papa Francisco, que utiliza habitualmente una silla de ruedas desde mayo de 2022, no participó en la procesión. En la basílica el Papa bendijo las cenizas con agua bendita, rezando para que reconozcamos que somos polvo y al polvo volveremos.
El Santo Padre recibió las cenizas de manos del cardenal Mauro Piacenza, jefe de la Penitenciaría Apostólica.
En su homilía, el Papa Francisco dijo que “la ceniza puesta sobre nuestra cabeza nos invita a redescubrir el secreto de la vida”.
“Somos ceniza sobre la que Dios sopló su aliento de vida”, dijo. “Y si en la ceniza que somos arde el fuego del amor de Dios, entonces descubrimos que estamos modelados por este amor y que somos llamados al amor; que se concretiza en amar a los hermanos que tenemos a nuestro lado”.
El Papa Francisco también recordó la lectura del Evangelio de San Mateo del día, en la que Jesús dice a sus discípulos que no hagan un espectáculo público de su oración, sino que vayan a su habitación interior a rezar.
El mensaje de Jesús “es una sana invitación para nosotros, que a menudo vivimos en la superficie, que nos inquietamos para hacernos notar, que siempre necesitamos ser admirados y apreciados”, dijo.
El Papa instó a los cristianos a volver al centro de uno mismo. “Justo ahí, donde también se alojan tantos miedos, sentimientos de culpa y pecados, hasta ahí ha descendido el Señor, ha descendido para sanarte y purificarte”, dijo. “Entremos en nuestra habitación interior: allí mora el Señor, que acoge nuestra fragilidad y nos ama incondicionalmente”.
El Papa Francisco sugirió a los cristianos que durante la Cuaresma hagan un espacio para incorporar a su vida la adoración silenciosa, como la practicaron Moisés, Elías, María y Jesús.
“¿Somos conscientes de que hemos perdido el sentido de la adoración? Volvamos a la adoración”, dijo.
Como San Francisco de Asís, los cristianos debemos despojarnos de los adornos mundanos y volver al corazón, a lo esencial, dijo el Papa. “Reconozcámonos por lo que somos: polvo amado por Dios”.
