Por David Agren
Catholic News Service
CIUDAD DE MEXICO — Un ex oficial del ejército salvadoreño declaró que el “alto mando” dio órdenes de eliminar a sacerdotes jesuitas durante la guerra civil del país. El ex oficial también dijo que el presidente del país centroamericano habría sabido de los crímenes cometidos y no intervino.
Este testimonio se escuchó en el juicio de Inocente Orlando Montano, un ex coronel del ejército de El Salvador, quien está siendo juzgado en España por los asesinatos de seis jesuitas, su ama de llaves, y la hija de ella. Los asesinatos sucedieron en el campus de una universidad católica.
“Toda la operación fue ordenada por el alto mando”, testificó Yusshy René Mendoza, ex teniente del ejército salvadoreño y testigo colaborador.
Al testificar el 8 de julio, Mendoza dijo que su superior, Guillermo Benavides, ex coronel y luego director de la academia del ejército, comunicó a las tropas la noche antes el crimen que había llegado una orden para actuar contra el jesuita español, el padre Ignacio Ellacuría, quien era rector de la Universidad Centroamericana en San Salvador.
“Benavides me dijo que tenía que ejecutar la orden que había recibido y Montano fue una de las personas que dio la orden de eliminar a Ellacuría. Me lo dijo varias veces”, señaló a la corte Mendoza, quien trabajó como asistente de Benavides.
“Nos comentó que la situación del país era crítica porque el grupo guerrillero estaba bien posicionado y, para contrarrestarlo, se había decidido tomar medidas drásticas porque, de lo contrario, la guerra se perdería”.
Mendoza testificó que “según la orden del coronel Benavides, si no hubo una revocación de la orden, es porque el presidente tuvo que haberla aprobado”.
También dijo que después, cuando se encontraba haciendo una declaración, un abogado intervino para decir que “no podía mencionar a nadie del alto mando” y solo implicó a Benavides y al Batallón Atlacatl, un batallón acusado de llevar a cabo algunas de las peores atrocidades de la guerra civil de El Salvador, que concluyó en 1992.
Mendoza fue encarcelado después de los asesinatos, pero liberado en cuanto se aprobó una amnistía a principios de la década de 1990. Posteriormente abandonó el país y testificó desde Chile, donde es ciudadano.
Benavides también fue encarcelado después de los asesinatos y liberado con la amnistía. La amnistía fue anulada por el Tribunal Supremo de El Salvador en 2016, y Benavides regresó a prisión. El sigue siendo la única persona condenada por el delito, aunque los jesuitas solicitaron en 2017 que se suspendiera su sentencia. Un tribunal en El Salvador negó su extradición a España.
Mendoza testificó que no creía que Benavides fuera el autor intelectual del asesinato de los jesuitas.
Montano, de 76 años, enfrenta cargos de asesinato y una sentencia de hasta 150 años de prisión si es declarado culpable. Los fiscales alegan que participó en “la decisión, diseño y ejecución de los asesinatos”. Él se ha declarado no culpable.
Los seis jesuitas fueron sacados de su residencia y asesinados el 16 de noviembre de 1989. Mendoza dijo que los soldados no usaron armas militares y simularon un tiroteo para encubrir sus acciones y tratar de culpar a la guerrilla, supuestamente presente en el campus. También dijo que a los soldados se les dijo que modificaran sus armas después para que la balística no pudiera rastrearlos.
El padre Ellacuría fue una figura destacada en las conversaciones de paz para poner fin a la guerra civil, en la que los escuadrones de la muerte de derecha y los rebeldes de izquierda lucharon y 75,000 personas murieron. Mendoza testificó que la percepción en el ejército era que el padre Ellacuría apoyaba la causa guerrillera.
Los padres jesuitas Ignacio Martin-Baro, Juan Ramón Moreno, Amando López, Segundo Montes, y Joaquín López también murieron en el ataque, junto con Julia Elba Ramos, ama de llaves, y su hija adolescente, Celina.
Mendoza dijo que estaba entre los soldados que ingresaban al campus, pero que no le disparó a nadie ni vio a nadie morir a tiros.
Luego dijo que, mientras estaba detenido, su esposa buscó a Montano.
Mendoza testificó: “Al ver a Montano, ella dijo: ‘¿Cómo se les ocurrió matar a los jesuitas?’ Montano la tomó del brazo y la obligó a entrar en su oficina. Puso los pies sobre su escritorio y le dijo: ‘Nunca repitas lo que acabas de decir, porque estamos en tiempos de guerra y algo puede pasarle a cualquiera. y eso te incluye a ti.'”