La palabra, “dignidad”, generalmente evoca la imagen de la realeza y la importancia a los ojos del mundo. Hay una sensación de grandeza y algo grande cuando hablamos de dignidad. Con Dios, sin embargo, nadie es demasiado pequeño y ninguna circunstancia demasiado insignificante para llamar su atención, precisamente por la dignidad que Él nos otorgó a cada uno de nosotros en la creación.
Un gran ejemplo es el primer milagro registrado de Jesús. Usando la técnica de meditación que nos llega de San Ignacio, podemos aplicar nuestra imaginación a ese primer milagro registrado en la fiesta de bodas de Caná. Si yo hubiera sido el consejero de Jesús, probablemente habría sugerido que su primer milagro tuviera la grandeza de resucitar a Lázaro de entre los muertos, pero su madre María tenía una idea diferente. Ella simplemente susurró al oído de Jesús: “No tienen más vino”. Me imagino que el mayordomo del vino probablemente le susurró primero al oído de esta “crisis”, tal vez incluso pensando que podría vender algo de vino adicional. ¿No es cierto que a veces Dios usará incluso nuestros motivos aun menores que nobles para hacer el bien? Se nos dice que Dios dibuja recto con nuestras líneas torcidas.
Por supuesto, el héroe es Jesús, pero la Santísima Madre es la que llevó la preocupación de una joven pareja casada al círculo de luz de Jesucristo, a Su círculo de gracia.
Así como Jesús más tarde usaría el generoso regalo de unos pocos peces y pan para alimentar a miles, esta vez usa la iniciativa de un mayordomo de vino y la gran compasión y sensibilidad de Su madre que no quería que la joven pareja se avergonzara.
No hay registro de si la pareja alguna vez se enteró de que su vino se había quedado corto ni si el mayordomo del vino no estaba contento de que no se comprara más vino, sino simplemente de que el mejor vino se guardara para el final. Durante siglos, nuestra Iglesia ha apreciado ese modelo de nuestra Santísima Madre recibiendo nuestras intercesiones y moviéndonos al círculo de la luz de Jesús. Tan grande es nuestra dignidad para Jesús que nadie ni ninguna ocasión es demasiado insignificante.
Necesitamos milagros como ese primer milagro de Caná. En la oración, nuestra tendencia puede ser mirar en nuestras propias vidas para ver dónde necesita brillar la luz de Dios. Sin embargo, también estamos llamados a ser el mayordomo del vino que susurra al oído de la Santísima Madre debido a su preocupación por otra persona, como la joven pareja en su fiesta de bodas.
Recientemente celebré la misa anual próvida en la parroquia St. Martin of Tours, durante la cual dimos voz a la criatura sin voz en el vientre materno y dimos testimonio de la dignidad de cada ser humano desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Ninguna circunstancia es demasiado pequeña para nuestra atención, ya que la vida es tan preciosa. El profeta Isaías en el capítulo 62 dice que Dios miró al pueblo de Israel y proclamó que no es “abandonado”, sino más bien Su “deleite”.
En esta Misa, oramos por la criatura sin voz que se prepara para el nacimiento en el vientre de su madre. Oramos para que pudiéramos caminar con esa madre. Durante décadas, el éxito de la colecta anual de Oportunidades para la Vida nos ha permitido llegar a las mujeres embarazadas, sus familias y bebés en el camino para ayudarles. (Para conocer detalles sobre el buen trabajo respaldado por sus donaciones, haga clic aquí.) Nuestra oración, si es sincera, siempre se desbordará en acciones concretas. También oramos por el coraje de defender la vida y por la protección legal para la criatura por nacer. A medida que la Suprema Corte prepara una decisión sobre el caso Dobbs, sabemos en nuestros corazones que las leyes no solo protegen, sino que también promueven una cultura, que a su vez forma y cambia los corazones.
El milagro de Caná nos recuerda que ninguna preocupación es demasiado pequeña y ningún individuo demasiado pequeño porque Dios nos impregna a cada uno de nosotros con gran dignidad. Nuestro cuidado por la criatura en el vientre materno seguramente será igualado por nuestro cuidado por cada persona necesitada, y nuestra alegría por el nacimiento de un niño será igualada por nuestra alegría por cada persona atraída al círculo de la luz de Jesús. El reverendo Dr. Martin Luther King Jr. en un sermón en el funeral de cuatro niños que murieron en un bombardeo de Alabama en la década de 1960 dijo: “Los bebés … son las últimas noticias del cielo.” Que nuestra acción valiente y compasiva por la vida reciba esta “noticia del cielo” con alegría y dignidad.