Consuela a Mi Gente — Oraciones por los difuntos

Archbishop Shelton J. Fabre

El mes de noviembre me trae un grato recuerdo de mis años en Louisiana. En mi estado natal, el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos se celebran visitando los cementerios donde descansan los restos mortales de nuestros seres queridos. También hay celebraciones en los cementerios de la Arquidiócesis de Louisville para conmemorar estos días.

Es posible que algunas personas no entiendan lo que hacemos al reunirnos en los cementerios y orar por los difuntos, pero nosotros, que hemos experimentado el poder de recordar, sabemos el valor de esta experiencia que hacemos en el nombre del Señor Jesús. Hay muchos niveles teológicos y emocionales que se pueden experimentar con lo que hacemos por medio de nuestra bendición anual de los cementerios y nuestras oraciones ofrecidas por los difuntos. Permítanme expresar algo de asombro y misterio de estos muchos niveles que siempre veo presentes en cualquier bendición de un cementerio.
El principal entre los tantos niveles es el nivel de la fe. En este nivel primario, nuestra bendición del cementerio es una respuesta al amor de Dios ofrecido en Jesucristo, quien busca capacitarnos para manejar nuestro dolor por la muerte de nuestros seres queridos al recordar la promesa ofrecida a nuestros difuntos en el bautismo; esta promesa es que un día resucitarán y la muerte ya no existirá. En este nivel básico, nos aferramos con fe a nuestra esperanza en Jesucristo de que un día los muertos resucitarán.

Algunos de los que descansan ahora en nuestros cementerios han fallecido recientemente, y ocupan lugares que todavía son “nuevos” en esta época del año. Uno puede experimentar en la familia y con los amigos reunidos alrededor de estos “lugares nuevos de descanso” el aguijón de la muerte que todavía es duramente obvio en sus rostros manchados de lágrimas. Uno puede saber que los recuerdos de sus seres queridos fallecidos son ricos y reconfortantes, pero su ausencia sigue siendo dolorosa y adormecedora. A diferencia de estos nuevos lugares de descanso, otros han sido durante mucho tiempo parte de la faz de nuestros cementerios. A pesar de que el aguijón de la muerte ya no es tan duro para las familias que se reunieron alrededor de estos seres queridos, la separación que la muerte ha provocado es, sin embargo, real y difícil. Nuestra creencia en las promesas de Jesucristo dichas a nuestros seres queridos en el bautismo nos llena de esperanza, una esperanza que vive a pesar de nuestra lucha con la muerte. Los muertos resucitarán: esta es nuestra fe, y esta es la fe de la Iglesia.Otro nivel es uno muy humano. En este nivel humano, nuestras oraciones por la bendición de un cementerio son también un momento para recordar nuestros lazos relacionales con los que viven. Puede ser obvio cuando nos reunimos con otros para una bendición en el cementerio que gran parte de la vida también está en juego. Es bueno presenciar a familiares y amigos que se visitan y se ponen al día unos con otros, compartiendo las alegrías y las tristezas de la vida que parecen surgir tan rápido en nuestras vidas de hoy. Reunirse en el cementerio en esta época del año se convierte en una de esas ocasiones que aprovechamos para ponernos al día con la vida de otras personas a las que no vemos regularmente durante el resto del año.

Sin duda, podría haber muchos otros niveles, pero el último nivel que noto en la bendición del cementerio es el nivel de la historia. Hay una rica historia sugerida y susurrada a través de las lápidas funerarias que marcan los cementerios y dan testimonio general de las vidas de aquellos que descansan en ellas. Al aprovechar esta historia y escuchar de nuevo los susurros que se hablaban, fue bueno presenciar a aquellos, familiarizados en vida con los difuntos, de pie frente a algunos de los lugares de descanso final de los difuntos y explicando a otros, especialmente a los más jóvenes, los diversos lazos familiares que hacen que los vivos formen parte del tejido y el legado de las vidas de los que han fallecido.Conocemos el poder de lo que hacemos al menos una vez al año para recordar a los difuntos de esta manera, así como de muchas otras maneras a lo largo del año. De todas estas maneras, ponemos nuestra esperanza en el Señor Jesús y renovamos nuestros lazos con los que han fallecido. “Concédeles, oh Señor, el descanso eterno, y que brille sobre ellos la luz perpetua. Que descansen en paz. Amén”.

Mientras nos preparamos para entrar en el mes de noviembre, también les extiendo a todos ustedes un Día de Acción de Gracias muy bendecido. ¡Oro para que ustedes y sus familias encuentren este tiempo como un tiempo de gracia y compañerismo!

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