Consuela a Mi Gente — La Solemnidad de la Ascención: Reflexionando sobre la presencia de Dios con nosotros

Archbishop Shelton J. Fabre

Es parte de nuestra naturaleza humana existir como seres sociales. Pocos de nosotros elegiríamos vivir continuamente aislados del resto de personas. ¿Recuerdan los sentimientos de aislamiento durante la pandemia de COVID y cuánto anhelábamos el regreso de la normalidad de reunirnos con los demás? Es cierto que alejarnos del ajetreo y el bullicio de la vida por un tiempo ciertamente puede traernos un nuevo aire y energía. Incluso en periodos de estrés podríamos pensar que nos gustaría vivir permanentemente en un lugar que no nos permita tener contacto con otras personas. La mayoría de nosotros, sin embargo, no querríamos vivir en una situación así más que por un corto tiempo

Por este motivo, tendemos a vivir en ciudades, pueblos o aldeas, o en zonas que proporcionan algún tipo de contacto con otras personas que viven en las proximidades. Además, vivir cerca unos de otros suele proporcionarnos importantes servicios como agua corriente, luz y otros servicios básicos. Principalmente por razones psicológicas además de razones prácticas, todos deseamos tener otras personas reunidas a nuestro alrededor.

Aún más importante que simplemente estar en contacto con las personas, necesitamos especialmente estar en algún tipo de contacto con nuestra familia y aquellos a quienes consideramos amigos; estar en contacto con quienes llenan nuestras vidas de una manera maravillosa. Si vivimos aislados de nuestros familiares y amigos y aislados de otras personas, en algún momento vamos a tener que lidiar con la soledad que surge de esta falta de contacto. Probablemente cada uno de nosotros comenzaría a sentir profundamente la ausencia que tal falta de contacto humano provocaría en nuestro interior.

De otro modo, la solemnidad de la Ascensión, que se celebrará dentro de algunas semaanas, nos invita a examinar en circunstancias similares nuestra relación con Dios. Así como deseamos estar en contacto con otras personas, tenemos el deseo de estar en contacto con Dios. Así como nuestros familiares y amigos son importantes para nosotros, también lo es el Señor y, por lo tanto, queremos y necesitamos todo lo que una relación con Dios proporciona. La principal de estas necesidades es estar en contacto con Dios.

Después de su muerte y resurrección, Jesucristo ascendió al cielo, a su Padre y Padre nuestro. La Ascensión de Jesús marcó el comienzo de la realidad con la que cada uno de nosotros que tomamos en serio nuestra fe tendremos que lidiar: la realidad que puede percibirse negativamente como la ausencia de Dios en el mundo. Sin embargo, desde una perspectiva más positiva, la Solemnidad de la Ascensión nos invita a recordar que Jesucristo prometió permanecer con nosotros para siempre. Por lo tanto, nuestra tarea hoy puede no ser lidiar con la ausencia percibida de Dios sino más bien descubrir las muchas maneras en que nuestro Dios permanece presente con nosotros.

Dios se encuentra en las relaciones de familiares y amigos. Dios se encuentra en la oración. Dios se encuentra en nuestro hacer activamente el bien a los demás. Dios se encuentra en nuestra participación en la vida continua de una comunidad eclesial. Dios se encuentra más profundamente en los sacramentos. Jesucristo no ascendió al Padre para abandonarnos sino para convertirse en nuestra esperanza. Él no está ausente del mundo, pero su presencia la encuentran de muchas maneras quienes lo buscan y viven su amor.

Así como deseamos y necesitamos estar en relación y en contacto con los demás, así también necesitamos y debemos desear estar en relación y en contacto con nuestro Dios a través de la comunidad que es la Iglesia. Dios no nos ha creado para vivir nuestras vidas aislados de él, sino para descubrir las innumerables maneras en que él está presente para nosotros en las tantas circunstancias de nuestras vidas.

Jesús ascendió al Padre para que a la diestra del Padre tuviéramos un intercesor en Jesús el Hijo. Al celebrar la Ascensión del Señor, ¡que siempre recordemos la cercanía de aquel que ascendió en cada uno de nosotros y vivamos nuestras vidas anticipando ese día en el que estaremos unidos a él para siempre en la vida por venir!

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