Consuela a Mi Gente — El poder de permanencia de la Cuaresma

Archbishop Shelton J. Fabre

No hay otra temporada del año litúrgico de la Iglesia que tenga el “poder de permanencia” de la temporada de Cuaresma. A diferencia de la Cuaresma, muchos de nosotros no permanecemos fieles en nuestros pensamientos y acciones espirituales durante toda la duración de las otras temporadas significativas del año litúrgico de la Iglesia, como Navidad o Pascua. Con esto quiero decir que, en su mayor parte, la alegría de la temporada navideña o de la temporada de Pascua se desvanece o termina inmediatamente después del día de Navidad o después del domingo de Pascua.


En contraste con estos dos tiempos, las disciplinas del tiempo de Cuaresma nos cautivan y nos retienen durante todo el tiempo, que en su duración de 40 días es al menos casi igual a la duración del tiempo de Pascua y mucho más larga que la temporada de Navidad. Es posible que no encuentre mucho espíritu navideño (o muchas decoraciones navideñas) todavía presente el 30 de diciembre, pero semanas después del Miércoles de Ceniza todavía encontrarán católicos negándose dulces o rezando un rosario extra cada semana.


Puede que no encuentre mucha alegría y celebración en los Aleluyas de Pascua durante la quinta semana de Pascua, pero incluso durante la sexta semana de Cuaresma encontrará católicos cenando pescado y ayunando los viernes de Cuaresma, o sin organizar fiestas o celebraciones o incluso continuar dando sacrificialmente a su Plato de Arroz u otras formas de abnegación de Cuaresma. Incluso si los católicos, por una u otra razón, cesan estas prácticas tradicionales durante la temporada de Cuaresma, al menos siempre está presente de muchas maneras durante este tiempo una conciencia de que uno no está cumpliendo con el llamado real de la temporada. De estas y muchas otras maneras, es obvio para mí que la temporada de Cuaresma tiene un “poder de permanencia” más fuerte que las otras temporadas litúrgicas.


Ser fiel a la Cuaresma es una gran cosa, pero, no obstante, podemos preguntarnos por qué la temporada de Cuaresma parece permanecer con nosotros a lo largo de su duración y tiene tal “poder de permanencia”. Una razón podría ser que lo que la Cuaresma nos prepara para celebrar, el Triduo Pascual (o los tres días del Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo/Domingo de Pascua), llega al final de la temporada, mientras que con la Navidad y la Pascua, la verdadera gran celebración de estos tiempos litúrgicos, ocurren al principio y luego se desvanecen después de la celebración inicial. En mi opinión, quizás otro aspecto del “poder de permanencia” de la Cuaresma es nuestro deseo de “volver a casa y vivir correctamente en la presencia del Señor”. Sé que este deseo de una relación correcta con Dios permanece en nuestras mentes y corazones todo el tiempo, pero se le da un enfoque especial durante la temporada de Cuaresma.


Al entrar de nuevo en el “poder de permanencia” de la temporada de Cuaresma, las cenizas del Miércoles de Ceniza caerán sobre nuestras frentes. En las Sagradas Escrituras, cubrirse con cenizas o sentarse en cenizas eran signos poderosos del deseo del perdón de Dios. Estas cenizas que nos marcan representan el hecho de que hemos pecado y nos hemos alejado del Señor, y son una indicación de nuestro deseo por el amor y el perdón de Dios; de nuestro deseo de volver a casa. Usando el símbolo de las cenizas, recordamos que somos polvo y que dependemos total y completamente de Dios. Somos indignos sin Dios, y después de nuestro deambular por el pecado, deseamos volver al Señor.


Las cenizas de nuestra pecaminosidad serán “lavadas” nuevamente en el Sacramento de la Reconciliación porque hemos pasado por el Agua de la Vida en el Sacramento del Bautismo. Nuestra fidelidad al tiempo de Cuaresma y nuestros actos de oración, ayuno y limosna son una indicación de este deseo de ser lavados recordando y celebrando la vida nueva que se nos ofreció y se nos ofrece en el Sacramento del Bautismo. La Cuaresma es un llamado de atención para prepararnos para acoger con alegría de manera especial la dignidad de nuestro Bautismo durante la Vigilia Pascual, así como durante todo el tiempo de Pascua, y para ser bienvenidos nuevamente a casa, que es a donde nos llevará la fidelidad a la Cuaresma.

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