
La reunión número 66 del Rosario Viviente el 8 de octubre, tan cercano al centésimo aniversario de la aparición de nuestra Señora de Fátima a los tres niños y a los otros 70,000 el 13 de octubre de 1917 en Portugal, pareció ser una ocasión apta para un acto especial de devoción. Ya habíamos tenido una maravillosa efusión de tal devoción en medio de una recitación pública del Rosario y una conmovedora Misa Mariana con procesión de flores y peticiones el 13 de mayo de este año en la Catedral. El mismo día en el Santuario de Fátima en Portugal, el papa Francisco se consagró a Dios a través de María y le confió a su intercesión a la humanidad sufriente. Por lo tanto, tuve el privilegio de “consagrar” el 8 de octubre a la Arquidiócesis de Louisville al Inmaculado Corazón de María así como San Juan Pablo II lo hizo para el mundo entero el 25 de marzo de 1984.
Antes de explicar lo que esa consagración significa, unas palabras sobre la aparición de María. Qué misteriosa fue su aparición a tres niños, dos de los cuales el papa Francisco canonizó en mayo, y su acción en confiándole a ellos su mensaje de paz y amor y el llamado de la conversión del pecado y el egoísmo. La acción del 13 de octubre de 1917 fue acompañada por el “bailar del sol” que muchos de la multitud presenciaron. Cuando supe que no todos los 70,000 presenciaron el evento, pensé que solo los creyentes pudieron. Pero reportes revelaron que hasta algunos escépticos, que asistieron a desaprobar las apariciones, sus corazones fueron tocados por los eventos de ese día.
El Catecismo de la Iglesia Católica da una buena explicación de este santuario aprobado por la Iglesia, así como otros en la historia. Haciendo una distinción entre revelación pública y privada, el “Catecismo” enseña la importancia de revelaciones privadas, tal como el milagro y el mensaje de Fátima. Aquí está la distinción. Toda revelación pública por Dios fue completada con la Resurrección y Ascensión de Jesús pero la revelación privada tiene un rol muy importante. En el Catecismo numeral 67, se indica “Su función no es la de “mejorar” o “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia”. Por ello, el regalo de Fátima hace presente las primeras palabras de Jesús en el Evangelio (repetido con cenizas cada Miércoles de Ceniza): “arrepiéntete y cree en el Evangelio” (Marcos 1:15). Estas palabras son unidas a Sus palabras finales en el Evangelio: “Siempre estaré con ustedes” (Mateo 28:20).
Entonces, ¿qué significa “consagrar”? Literalmente, consagrar significa hacer santo, y solo Dios puede hacer santo. Cuando usamos la palabra consagrar, este verbo indica la respuesta que nosotros los humanos podemos hacer al trabajo de la gracia de Dios. Por ello, para consagrar a la Arquidiócesis al Inmaculado Corazón de María es de unirnos a la perfecta respuesta de la Santísima Madre, quien nunca falla en guiarnos a su Hijo, Jesús. Desde la cruz, Jesús consagró (hizo santo) al mundo y a todos nosotros y nos dio a una Madre a través de San Juan.
Para aprender más acerca de esta consagración, por favor lean mi carta y la carta pastoral del Obispo James Vann Johnston en www.archlou.org/consecration. Ustedes encontrarán como nuestra Santísima Madre puede guiarnos a vidas santas y fructíferas, protegidos por su Hijo, Jesús.
Únanse a mí a vivir esta consagración, a medida que respondamos a la invitación y gracia de Dios por medio de María para apartarnos del pecado y buscar la paz de Dios. Su ser “llena de gracia” significa que “¡no hay lugar para el pecado y el egoísmo!” Recuerden las palabras del padre Peyton que habló en Louisville en el Primer Rosario vivido en 1952, llamando a familias a rezar el Rosario. En este evento, él nos recordó, así como él es famoso por predicar, que “la familia que ora unida, permanece unida”.