VIDA EN CRISTO – Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional

PADRE VICTOR MORATIN

Ya han pasado más de cuatro meses desde que nuestro Santo Padre, el papa Francisco, junto con los obispos y jóvenes líderes de todo el mundo se reunieron para discutir y comprender la misión de la Iglesia para los jóvenes. El sínodo ha producido un documento final que es el fruto de su discernimiento y sirve como “un mapa para orientar los próximos pasos que la Iglesia es llamada a realizar” en implementar estos frutos del sínodo.

A medida que se acercaba el sínodo, el papa Francisco describió la reunión y señaló:

“El tema, expresión de la solicitud pastoral de la Iglesia por los jóvenes está en continuidad con los resultados de las recientes asambleas sinodales sobre la familia y con el contenido de la exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia. Su propósito es acompañar a los jóvenes en su camino existencial hacia la madurez para que, mediante un proceso de discernimiento, descubran su proyecto de vida y lo realicen con alegría abriéndose al encuentro con Dios y con los seres humanos y participando activamente en la edificación de la Iglesia y de la sociedad”. Sínodo 2018: los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional 6/10/16.

Algo hermoso que me impresionó sobre el documento final es la manera en que somos llamados a meditar en el pasaje sobre el encuentro de Jesús con los discípulos en el camino a Emaús como una manera de entender la misión de la Iglesia para los jóvenes. Recordamos que los discípulos se encontraban en camino y estaban reflexionando sobre el misterio de la muerte de Cristo sin mucha luz ni entendimiento. Incluso se les describe como alejándose de Jerusalén y de la comunidad de discípulos.

La mayoría de nosotros que tenemos miembros jóvenes de familias en la Iglesia nos preocupa su vida de fe. Esperamos que no se alejen de la Iglesia como lo fueron los que estaban en el viaje a Emaús. Esperamos y oramos por ellos, para que de alguna manera puedan encontrar a Jesús en medio de este mundo lleno de tentaciones, incertidumbre y falta de fe.

Me acuerdo de las palabras de San Pablo VI que dijo que hoy, el hombre escucha más a los que dan testimonio que a los maestros, y si escucha a los maestros, es porque dan testimonio. Los discípulos en su camino a Emaús fueron encontrados por Jesús sin saber que era Él. De manera similar, el crecimiento de la Iglesia primitiva se produjo a través de encuentros con testigos que habían visto al Señor. Siempre predico en los bautismos acerca de cómo nos convertimos por medio de ese sacramento en “otros Cristos” en este mundo, destinados a ir y a encender al mundo con Su amor.
El encuentro con Jesús les abrió los ojos a esos discípulos en camino. Los jóvenes de hoy buscan la verdad, la belleza y la bondad. El papa Francisco a menudo recomienda a los jóvenes que sigan sus grandes ideales. A través del trabajo de buenos testigos cristianos, a nuestros jóvenes de hoy se les abrirán los ojos para ver el verdadero significado en sus vidas. Esta abertura de los ojos también ayuda con el momento del discernimiento vocacional. Recuerdo haber escuchado a un sacerdote hablar sobre la importancia de enamorarse de Jesucristo. Cuando una persona joven se enamora de Jesús, sus ojos están verdaderamente abiertos y pueden “prender fuego al mundo”, en cualquiera vocación a la que el Señor los llame.

La conclusión del documento final del sínodo menciona la importancia de comprender este llamado universal a la santidad. Nos exhorta a que “debemos ser santos para poder invitar a los jóvenes a convertirse en santos”. En nuestra Iglesia universal (católica) con tantos idiomas y culturas, “existe un lenguaje que todos los hombres y las mujeres de cualquier época, lugar y cultura pueden entender, porque es inmediato y luminoso: es el lenguaje de la santidad”.

Hay muchos santos en la Iglesia que han venido de la juventud. Tantos jóvenes mártires (testigos) de los primeros siglos de la Iglesia. Los jóvenes “forman una parte esencial de la Iglesia”, el documento concluye, y “a través de la santidad de los jóvenes la Iglesia puede renovar su ardor espiritual y su vigor apostólico… El bálsamo de la santidad generada por la vida buena de tantos jóvenes puede curar las heridas de la Iglesia y del mundo, devolviéndonos a aquella plenitud del amor al que desde siempre hemos sido llamados”. Que todos, por la gracia de Dios, trabajemos para ser mejores testigos del amor de Cristo. Nuestra juventud depende de ello, para que, así como se indica en el Evangelio según San Lucas 24:35, los discípulos en el camino, después de su encuentro con Jesús, regresen a la comunidad de fe con alegría, contando las maravillas del Señor, a quien “habían reconocido al partir el pan” de la Eucaristía.

El padre Victor Moratin es pastor asociado de la parroquia St. Helen.

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