Testigos del amor de Dios – Educacion superior

Dra. Dora Tobar

Este artículo es parte de una serie enfocada en diferentes áreas ministeriales. Los artículos son presentados bajo la perspectiva del proceso del V Encuentro Nacional de Pastoral Hispana/Latina.

Durante el proceso de consulta, misión y reflexión que se vivió durante el V Encuentro, quedó claro que los jóvenes hispanos están todavía entre las minorías con poco acceso a las estructuras universitarias de Educación Superior de este país. Este dato coincide con estudios realizados recientemente y saca a la luz un doloroso factor que contradice la esperanza de tantos padres de familia que migraron a este país esperando un futuro mejor para sus hijos.

Según estadísticas publicadas en el 2016 por el Centro Nacional de Estadísticas Educacionales (véase https://nces.ed.gov/programs/coe/indicator_cge.asp.) y la Oficina del Censo de los Estados Unidos, la población estudiantil hispana representa el 26 % de los inscritos en las escuelas públicas, y sigue siendo el sector de población que más rápido crece en los Estados Unidos. Con todo, solo el 47% de los jóvenes hispanos que terminan la escuela secundaria se han inscrito en algún programa de educación superior.

Por lo demás, los jóvenes hispanos siguen siendo el grupo étnico más numeroso de universitarios que no terminan los 4 años de educación superior que concede un título profesional, comparado con jóvenes de raza asiática, raza negra y raza blanca. Se debe anotar además que la mayoría de los jóvenes hispanos que van a la universidad y terminan sus estudios universitarios son jóvenes que nacieron en los Estados Unidos y que tienen una posición socioeconómica mejor que la de los jóvenes hispanos inmigrantes.

¿Dónde radica el problema? Ciertamente los jóvenes hispanos son muy inteligentes y en su mayoría sueñan con poder llegar a ser profesionales. Sus sueños se ven truncados por muchos factores como los siguientes: la gran mayoría de los niños hispanos inmigrantes (78%) van a escuelas localizadas en los barrios pobres de nuestras grandes ciudades, “que son además escuelas altamente segregadas racial y étnicamente, que tiene menos recursos para educar a sus estudiantes y su rendimiento académico es mucho más bajo al compararlas con otras escuelas” (véase, Patricia Gándara, Education of Latinos, Encyclopedia of Diversity in Education. Thausand Oaks, CA: Sage, 2012, 1345-1350).

Esto significa que desde sus primeros años, los niños hispanos, especialmente los inmigrantes, se suman a los excluidos del progreso en esta sociedad, y están en su mayoría condicionados a entrar en el círculo de la pobreza, marginación y falta de oportunidades. Es precisamente entre estos niños donde existe el mayor número de deserción escolar, embarazos en la adolescencia y situaciones de alto riesgo, en comparación con jóvenes de las razas blanca y asiática. A esto se suma la falta de acceso que tienen los padres inmigrantes a la información sobre el proceso educativo y las oportunidades que algunos estados ofrecen a los hijos de inmigrantes, así como la poca formación y tiempo que tienen estos padres para apoyar y ayudar a sus hijos en su vida escolar.

¿Qué podemos y debemos hacer ante esta situación? Esta pregunta se hizo también en el V Encuentro, y tiene que ver con nuestra fe católica. La gran mayoría de los niños hispanos son católicos, y su número (8 millones de niños), representa más del 55% de la Iglesia católica en general. Sacar a nuestros niños del círculo de la pobreza es entonces un problema católico. En el siglo pasado, los niños que asistieron a las escuelas católicas estaban entre los mejores educados de este país, y por tanto, entre los que mejores garantías tenían para llegar a la universidad.

Es hora entonces de que las escuelas católicas sean también para los hispanos una oportunidad que les permita acceder al derecho universal que todo ser humano tiene de recibir buena educación. También hay mucho que se puede hacer en parroquias y diócesis por brindar el apoyo humano y el acceso a la información que los recién llegados necesitan para sentirse parte de nuestra comunidad y hermanos que no están solos en su doloroso esfuerzo por encontrar un lugar donde vivir en paz y criar a sus hijos.

La Dra. Dora Tobar es Gerente de la Oficina de Ministerio Hispano y Vida Familiar en la Diócesis de Lafayette, Indiana.

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