Por Cindy Wooden, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Llevando el cayado pastoral del papa Pablo VI y vistiendo la correa manchada en sangre del arzobispo Óscar Romero de San Salvador, el papa Francisco los reconoció formalmente a ellos, y a otros cinco más, como santos de la Iglesia Católica.
A los miles de peregrinos provenientes de los países de los nuevos santos — Italia, El Salvador, España y Alemania — se les unieron decenas de miles de fieles de otros países, el 14 de octubre en la plaza de San Pedro para celebrar el reconocimiento universal de la santidad de hombres y mujeres que ya ellos sabían que eran santos.
Carolina Escamilla, quien viajó desde El Salvador para la canonización, dijo sentirse “súper feliz” de estar en Roma. “Creo que no hay palabras para describir todo lo que sentimos después de tan esperado y tan deseado momento como la canonización ‘oficial’ porque el arzobispo Romero ya era santo cuando estaba vivo”.
Todos los nuevos santos llevaron vidas marcadas por el dolor y la crítica, incluyendo desde dentro de la Iglesia, pero todos se dedicaron con amor apasionado a seguir a Jesús y a cuidar a los débiles y los pobres, dijo el papa Francisco durante su homilía.
Los nuevos santos son: Pablo VI, quien dirigió las últimas sesiones del Concilio Vaticano Segundo y su implementación; Romero, quien defendió a los pobres, pidió justicia y fue asesinado en 1980; Vincenzo Romano, sacerdote italiano que murió en 1831; Nazaria Ignacia March Mesa, una religiosa española que desarrolló su ministerio en México y Bolivia, quien murió en 1943; Catherine Kasper, fundadora alemana de una orden religiosa en el siglo XIX; Francesco Spinelli, sacerdote y fundador de una orden religiosa en el siglo XIX, y Nunzio Sulprizio, laico que murió en Nápoles en 1836 a la edad de 19 años.
“Todos estos santos, en diferentes contextos, han puesto el Evangelio en práctica en sus vidas, sin tibieza, sin cálculos, con la pasión de arriesgarlo todo y renunciar a todo”, dijo el papa Francisco durante su homilía.
El papa, quien con frecuencia ha dicho que fue inspirado personalmente tanto por san Pablo VI como por san Óscar Romero, oró para que todo cristiano siga los ejemplos de los nuevos santos rechazando el apego al dinero, a la riqueza y al poder, y en cambio siguiendo a Jesús y compartiendo su amor con los demás.
Igualmente, el sumo pontífice oró para que los nuevos santos inspiren a toda la Iglesia a dejar a un lado “las estructuras que ya no son adecuadas para el anuncio del Evangelio, los lastres que entorpecen la misión, las cadenas que nos atan al mundo”.
Entre los que estaban en la plaza de San Pedro para la Misa estaba Rossi Bonilla, salvadoreña que ahora vive en Barcelona. “Estoy muy emocionada también porque hice mi primera comunión con Monseñor Romero cuando tenía ocho años”, le dijo a Catholic News Service.
“Él fue tan importante para los más necesitados; estaba realmente con el pueblo y se mantuvo fuerte cuando comenzó la represión”, comentó Bonilla. “¡La lucha todavía continúa para el pueblo y aquí estamos!”.
El papa Francisco dijo durante su homilía que “Jesús es radical”.
El papa dijo: “Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón sin reservas. También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas?”.
Recalcó que Jesús “no se conforma con un ‘porcentaje de amor’ y no podemos amarlo al 20, al 50 o al 70 por ciento”. Dijo que es ‘todo o nada’ porque “nuestro corazón es como un imán que se deja atraer por el amor, pero solo se adhiere por un lado y debe elegir entre amar a Dios o amar las riquezas del mundo; vivir para amar o vivir para sí”.
“Un salto hacia adelante en el amor”, dijo, es lo que capacitaría a los cristianos en particular y a toda la Iglesia a escaparse de la “autocomplacencia egocéntrica”.
Sin amor pasional, subrayó, se encuentra “alegría en cualquier placer pasajero, se recluye en la murmuración estéril, se acomoda uno a la monotonía de una vida cristiana sin ímpetu, en la que un poco de narcisismo cubre la tristeza de sentirse imperfecto”.