
Por Carol Glatz, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO — Un obispo es un hombre de profunda fe, lleno de esperanza y cercano a su pueblo, afirmó el Papa León XIV.
Él “no ofrece soluciones fáciles”, sino que ayuda a su rebaño a ser una comunidad que se esfuerza por “vivir el Evangelio con sencillez y compartiendo con generosidad”, afirmó en una reflexión con los obispos que celebraban el Jubileo de los Obispos el 25 de junio.
El corazón de un obispo “es abierto y accesible, y así es también su casa”, afirmó.
Pero “deberá ser firme y decidido al afrontar las situaciones que puedan provocar escándalo, así como cualquier caso de abuso, especialmente contra menores, ateniéndose a las disposiciones vigentes”.
Más de 400 obispos de 38 países se reunieron para la reflexión del Papa en el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, tras participar en una peregrinación por la Puerta Santa y concelebrar la Misa presidida por el cardenal Marc Ouellet, prefecto emérito del Dicasterio de Obispos del Vaticano.
Cruzar la Puerta Santa, símbolo de Cristo Salvador, es importante, afirmó el Papa León, porque “cada uno de ustedes, como yo, antes de ser pastor, es oveja, miembro del rebaño del Señor”.
“Para guiar a la Iglesia confiada a nuestros cuidados, debemos dejarnos renovar profundamente por Él, el Buen Pastor, para conformarnos plenamente a su corazón y a su misterio de amor”, afirmó.
El Año Santo dedicado a una esperanza que “no defrauda”, dijo, nos recuerda que “nosotros, los obispos, somos los primeros herederos de esta consigna, y debemos custodiarla y trasmitirla al Pueblo de Dios, con la palabra y el testimonio”.
A veces, predicar ese mensaje “significa ir a contracorriente, incluso contra la evidencia de situaciones dolorosas que parecen no tener salida”, afirmó. Sin embargo, “si somos verdaderamente cercanos, solidarios con quienes sufren, el Espíritu Santo puede reavivar en los corazones la llama que ya casi se había apagado”.
“Queridos hermanos, el pastor es testigo de esperanza con el ejemplo de una vida firmemente anclada en Dios y totalmente dedicada al servicio de la Iglesia”, dijo el Papa León. “Y esto ocurre en la medida en que se identifica con Cristo en su vida personal y en su ministerio apostólico”.
El Papa detalló luego varias características del núcleo teológico de la vida de un obispo, cuya forma de pensar, sentir y actuar son moldeados por el Espíritu Santo.
“El obispo es un hombre de esperanza”, dijo, “especialmente cuando el camino del pueblo se hace más difícil”.
“El pastor, por virtud teologal, ayuda a no desesperar; no con las palabras, sino con la cercanía”, añadió.
“Cuando las familias llevan cargas excesivas y las instituciones públicas no las sostienen adecuadamente; cuando los jóvenes están decepcionados y hartos de mensajes falsos; cuando los ancianos y las personas con discapacidades graves se sienten abandonados, el obispo está cerca y no ofrece recetas, sino la experiencia de comunidades que tratan de vivir el Evangelio con sencillez y compartiendo con generosidad”, afirmó el Papa.
El obispo es un hombre de fe, como Moisés, “que, por la gracia de Dios, ve más allá, ve la meta y permanece firme en la prueba”, intercediendo por su pueblo ante Dios, afirmó.
“Su fe y su esperanza se funden en él como hombre de caridad pastoral”, añadió, de modo que, ya sea predicando, visitando comunidades, escuchando a sacerdotes y diáconos o tomando decisiones administrativas, todo lo que hace está inspirado y motivado por la caridad de Cristo pastor.
Mediante la gracia de Dios, la oración y la celebración diaria de la Eucaristía, el obispo puede ser un ejemplo de “amor fraterno” abierto a todos, especialmente a quienes atraviesan momentos de dificultad o enfermedad, afirmó el Papa.
El Papa León XIII indicó a los obispos que su vida y ministerio debían estar marcados por otras virtudes esenciales: la prudencia pastoral, la pobreza, la perfecta continencia en el celibato y las virtudes humanas.
“Para dar testimonio del Señor Jesús, el pastor vive la pobreza evangélica”, marcada por “un estilo sencillo, sobrio y generoso, digno y al mismo tiempo adecuado a las condiciones de la mayoría de su pueblo”, afirmó. “Las personas pobres deben encontrar en él un padre y un hermano, sin sentirse incómodas al encontrarse con él o al entrar en su casa”.
“Está personalmente desapegado de las riquezas y no cede a favoritismos basados en estas o en otras formas de poder”, afirmó, porque, como Jesús, el obispo ha sido ungido y enviado “para llevar la Buena Nueva a los pobres”.
Junto con la pobreza material, “el Obispo también vive esa otra forma de pobreza que es el celibato y la virginidad por el Reino de los Cielos”, afirmó el Papa León.
No se trata solo de vivir una vida célibe, afirmó, “sino de practicar la castidad del corazón y de la conducta”, y así “vivir el seguimiento de Cristo, para poder manifestar a todos la verdadera imagen de la Iglesia”.
La prudencia pastoral, dijo el Papa, “es la sabiduría práctica que guía al Obispo en sus decisiones, en el gobierno, en las relaciones con los fieles y con sus asociaciones”.
“Una clara señal de prudencia es el ejercicio del diálogo como estilo y método en las relaciones, y también en la presidencia de los organismos de participación, es decir, en la gestión de la sinodalidad en la Iglesia particular”, añadió.
Finalmente, dijo, el obispo está llamado a cultivar las virtudes humanas que también eligieron los Padres Conciliares, entre las que se incluyen “la lealtad, la sinceridad, la magnanimidad, la apertura de mente y de corazón, la capacidad de alegrarse con los que se alegran y sufrir con los que sufren; y también el dominio de sí mismo, la delicadeza, la paciencia, la discreción, una gran propensión a escuchar y al diálogo, la disponibilidad al servicio”.
“También estas virtudes, de las que cada uno de nosotros está más o menos dotado por naturaleza, podemos y debemos cultivarlas a semejanza de Jesucristo, con la gracia del Espíritu Santo”, dijo el Santo Padre.
Antes de guiar a los obispos en la recitación conjunta de la profesión de fe, el Papa León los animó a ser “hombres de comunión, a promover siempre la unidad en el presbiterio diocesano” y a asegurarse de que “cada sacerdote, sin excepción”, pueda sentir la paternidad, la fraternidad y la amistad de su obispo.
Papa León: Los obispos viven con sencillez, guiando a su rebaño con esperanza en las alegrías y las pruebas de la vida
Por Carol Glatz, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Un obispo es un hombre de profunda fe, lleno de esperanza y cercano a su pueblo, afirmó el Papa León XIV.
Él “no ofrece soluciones fáciles”, sino que ayuda a su rebaño a ser una comunidad que se esfuerza por “vivir el Evangelio con sencillez y compartiendo con generosidad”, afirmó en una reflexión con los obispos que celebraban el Jubileo de los Obispos el 25 de junio.
El corazón de un obispo “es abierto y accesible, y así es también su casa”, afirmó.
Pero “deberá ser firme y decidido al afrontar las situaciones que puedan provocar escándalo, así como cualquier caso de abuso, especialmente contra menores, ateniéndose a las disposiciones vigentes”.
Más de 400 obispos de 38 países se reunieron para la reflexión del Papa en el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, tras participar en una peregrinación por la Puerta Santa y concelebrar la Misa presidida por el cardenal Marc Ouellet, prefecto emérito del Dicasterio de Obispos del Vaticano.
Cruzar la Puerta Santa, símbolo de Cristo Salvador, es importante, afirmó el Papa León, porque “cada uno de ustedes, como yo, antes de ser pastor, es oveja, miembro del rebaño del Señor”.
“Para guiar a la Iglesia confiada a nuestros cuidados, debemos dejarnos renovar profundamente por Él, el Buen Pastor, para conformarnos plenamente a su corazón y a su misterio de amor”, afirmó.
El Año Santo dedicado a una esperanza que “no defrauda”, dijo, nos recuerda que “nosotros, los obispos, somos los primeros herederos de esta consigna, y debemos custodiarla y trasmitirla al Pueblo de Dios, con la palabra y el testimonio”.
A veces, predicar ese mensaje “significa ir a contracorriente, incluso contra la evidencia de situaciones dolorosas que parecen no tener salida”, afirmó. Sin embargo, “si somos verdaderamente cercanos, solidarios con quienes sufren, el Espíritu Santo puede reavivar en los corazones la llama que ya casi se había apagado”.
“Queridos hermanos, el pastor es testigo de esperanza con el ejemplo de una vida firmemente anclada en Dios y totalmente dedicada al servicio de la Iglesia”, dijo el Papa León. “Y esto ocurre en la medida en que se identifica con Cristo en su vida personal y en su ministerio apostólico”.
El Papa detalló luego varias características del núcleo teológico de la vida de un obispo, cuya forma de pensar, sentir y actuar son moldeados por el Espíritu Santo.
“El obispo es un hombre de esperanza”, dijo, “especialmente cuando el camino del pueblo se hace más difícil”.
“El pastor, por virtud teologal, ayuda a no desesperar; no con las palabras, sino con la cercanía”, añadió.
“Cuando las familias llevan cargas excesivas y las instituciones públicas no las sostienen adecuadamente; cuando los jóvenes están decepcionados y hartos de mensajes falsos; cuando los ancianos y las personas con discapacidades graves se sienten abandonados, el obispo está cerca y no ofrece recetas, sino la experiencia de comunidades que tratan de vivir el Evangelio con sencillez y compartiendo con generosidad”, afirmó el Papa.
El obispo es un hombre de fe, como Moisés, “que, por la gracia de Dios, ve más allá, ve la meta y permanece firme en la prueba”, intercediendo por su pueblo ante Dios, afirmó.
“Su fe y su esperanza se funden en él como hombre de caridad pastoral”, añadió, de modo que, ya sea predicando, visitando comunidades, escuchando a sacerdotes y diáconos o tomando decisiones administrativas, todo lo que hace está inspirado y motivado por la caridad de Cristo pastor.
Mediante la gracia de Dios, la oración y la celebración diaria de la Eucaristía, el obispo puede ser un ejemplo de “amor fraterno” abierto a todos, especialmente a quienes atraviesan momentos de dificultad o enfermedad, afirmó el Papa.
El Papa León XIII indicó a los obispos que su vida y ministerio debían estar marcados por otras virtudes esenciales: la prudencia pastoral, la pobreza, la perfecta continencia en el celibato y las virtudes humanas.
“Para dar testimonio del Señor Jesús, el pastor vive la pobreza evangélica”, marcada por “un estilo sencillo, sobrio y generoso, digno y al mismo tiempo adecuado a las condiciones de la mayoría de su pueblo”, afirmó. “Las personas pobres deben encontrar en él un padre y un hermano, sin sentirse incómodas al encontrarse con él o al entrar en su casa”.
“Está personalmente desapegado de las riquezas y no cede a favoritismos basados en estas o en otras formas de poder”, afirmó, porque, como Jesús, el obispo ha sido ungido y enviado “para llevar la Buena Nueva a los pobres”.
Junto con la pobreza material, “el Obispo también vive esa otra forma de pobreza que es el celibato y la virginidad por el Reino de los Cielos”, afirmó el Papa León.
No se trata solo de vivir una vida célibe, afirmó, “sino de practicar la castidad del corazón y de la conducta”, y así “vivir el seguimiento de Cristo, para poder manifestar a todos la verdadera imagen de la Iglesia”.
La prudencia pastoral, dijo el Papa, “es la sabiduría práctica que guía al Obispo en sus decisiones, en el gobierno, en las relaciones con los fieles y con sus asociaciones”.
“Una clara señal de prudencia es el ejercicio del diálogo como estilo y método en las relaciones, y también en la presidencia de los organismos de participación, es decir, en la gestión de la sinodalidad en la Iglesia particular”, añadió.
Finalmente, dijo, el obispo está llamado a cultivar las virtudes humanas que también eligieron los Padres Conciliares, entre las que se incluyen “la lealtad, la sinceridad, la magnanimidad, la apertura de mente y de corazón, la capacidad de alegrarse con los que se alegran y sufrir con los que sufren; y también el dominio de sí mismo, la delicadeza, la paciencia, la discreción, una gran propensión a escuchar y al diálogo, la disponibilidad al servicio”.
“También estas virtudes, de las que cada uno de nosotros está más o menos dotado por naturaleza, podemos y debemos cultivarlas a semejanza de Jesucristo, con la gracia del Espíritu Santo”, dijo el Santo Padre.
Antes de guiar a los obispos en la recitación conjunta de la profesión de fe, el Papa León los animó a ser “hombres de comunión, a promover siempre la unidad en el presbiterio diocesano” y a asegurarse de que “cada sacerdote, sin excepción”, pueda sentir la paternidad, la fraternidad y la amistad de su obispo.