Mujeres mexicanas se adaptan

Por David Agren, Catholic News Service

LA PATRONA, México (CNS) — Norma Romero Vásquez se asomó a ver cómo un tren de carga pasaba frente a su casa, hace unos pocos sábados, y observó si algunos emigrantes iban sobre el techo de los carros.

“No va ninguno”, exclamó, haciéndole señas a una amiga que esperaba adelante, lista para darles comida y agua a los solitarios pasajeros.

Excepto un pasajero, que quemado por el sol y vistiendo pantaloncillos cortos y caperuza, tomó la bolsa que contenía la comida, alargando la mano. Ese fue el único pasajero del día.

Esto es una drástica disminución del número de emigrantes que se observaban hace seis meses, cuando cientos de centroamericanos se apretujaban en carros de ferrocarril que iban al norte, en un intento de alcanzar la frontera de los Estados Unidos.

Hoy en día, “En su mayoría llegan a pie”, dijo Romero, que pertenece a un grupo de 14 mujeres, conocidas como las patronas, que continúan sirviendo a los emigrantes y ofreciéndoles, incluso, lugar para pasar la noche.

Por 20 años, las patronas les han prodigado alimentos a los emigrantes que pasan sentados arriba de los techos de los carros de ferrocarril. La vía del tren cruza por ese caserío, lugar en donde se cultiva caña de azúcar y café en el estado de Veracruz, situado a unas 175 millas al sureste de la Ciudad de México.

Las patronas se pusieron el mismo nombre que tiene su pueblo de la Patrona y por la Virgen de Guadalupe, patrona de las Américas. El grupo de mujeres inició sus actividades con escasos recursos, pero su labor les ha ganado premios nacionales y atraído atención internacional.

Su trabajo también ha contribuido para que se logren cambios en la actitud hacia los emigrantes en México, en donde la gente no siempre ha recibido con buenos ojos a sus vecinos del sur, a pesar de que muchos de los propios mexicanos salen también para los Estados Unidos.

“Hay ahora más personas que se dan cuenta… de que un emigrante no es alguien que pasa para hacer daño; antes bien, es alguien que trata de salir adelante y sostener a su familia respectiva”, dijo Romero, añadiendo que algunos de los pasajeros de los techos de los carros del ferrocarril se comunican con ella, después de que llegan a su destino y le dan las gracias, aunque individualmente no se hayan conocido.

“Nos buscan y preguntan: ‘¿Por qué nos dan de comer?’ Y yo siempre les digo: ‘Porque usted es mi hermano, o hermana, como sea el caso'”.

Los sacerdotes y religiosas que asistieron al vigésimo aniversario, celebrado el 14 de febrero, pusieron a las mujeres del grupo las patronas como ejemplo de caridad cristiana y compasión, que siempre han compartido lo que tienen, incluso en tiempos difíciles.

“Siempre nos referimos a ellas cuando hablamos de temas de emigración y servicio a los emigrantes”, dijo el padre Prisciliano Peraza García, director de un refugio de migrantes en la población del Altar, cercana a la frontera con el estado de Arizona.

“Estas personas saben compartir de lo poco que tienen”, dijo el obispo Raúl Vera López de Saltillo, que celebró la Misa de aniversario cerca de los rieles del ferrocarril en la población de la Patrona. “La solidaridad que existe entre esa gente pobre es algo extraordinario”.

El grupo de las patronas se inició en el año 1995, cuando los emigrantes que caminaban por los rieles del ferrocarril le pedían comida. Ella no sabía nada de emigración, y confundió a la gente que viajaba en el techo de los carros de ferrocarril con vagabundos sin fortuna. La oportunidad de servir a los emigrantes fue una respuesta que obtuvimos a base de oración, dijo.

“Y dijo: ‘(Dios mío), por favor enséñame el camino para que te pueda servir'”, palabras que recuerda usaba en sus oraciones.

Las mujeres preparan la comida en ollas puestas sobre fuego abierto y después le pasan la comida en bolsas a los que pasan con brazos extendidos. Y cuando era difícil encontrar comida, las mujeres cosechaban mangos.

Su trabajo se empezó a hacer notar y esto llevó a que recibieran donaciones por parte de estudiantes, universidades y negociantes de la localidad, que enviaban pan hecho el día anterior, junto con bebidas embotelladas.

El grupo de las patronas recibió el premio Nacional de Derechos Humanos del 2013, y Romero le reprochó al presidente Enrique Peña Nieto en persona por una reforma reciente de energía y por el prevalente olvido de zonas rurales. A pesar de todo, Romero no se da por enterada de la atención que recibe y todo se lo acredita a Dios y a sus compañeras por sus logros.

“Este proyecto no es solamente mío; es de Dios”, dijo. “No era algo que esperábamos; sin embargo, ha cambiado nuestra vida”.

Al presente se ha prohibido, debido a cambios ejercidos en las leyes de inmigración mexicanas, que haya pasajeros sobre los techos de los carros de ferrocarril que hace el trayecto de sur a norte y que se conoce con el nombre de la Bestia; resultaban muchas personas heridas, desmembradas o lisiadas. El proyecto se denominó Frontera Sur, que fue iniciativa del gobierno.

El propósito fue el de lograr tener una frontera sur más segura, de acuerdo con el gobierno mexicano, y de establecer el orden en una zona del país, olvidada con frecuencia. El plan se presentó después de la crisis de menores de edad emigrantes del verano pasado, cuando miles de menores de edad centroamericanos, sin tutela, trataron de arribar a los Estados Unidos, pasando por tierras mexicanas.

“La crisis de menores de edad emigrantes fue un punto clave”, dijo el padre Alejandro Solalinde, director de la organización Hermanos del Camino que mantiene un refugio para emigrantes en el estado de Oaxaca, debido a que se produjo mayor uso de fuerza pública, con detenciones y deportaciones.

Los que critican el plan del gobierno mexicano, entre ellos el padre Solalinde y personal de refugios católicos para emigrantes, dicen que hace que los movimientos de emigración sean más peligrosos pues obligan a los emigrantes a que tomen otras rutas, en donde más fácilmente son víctimas de extorsión o secuestro a manos de grupos criminales, en su intento de burlar a las autoridades.

“El proyecto de la Frontera Sur no se trata de hacer que haya mayor seguridad”, dijo; “se trata de hacer que los emigrantes se vuelvan invisibles”.

El padre Solalinde observa cómo la mayoría de emigrantes viajan a pie, con un 90 por ciento de ellos que se queja de algún daño o de haber caído presa de criminales en sus jornadas.

El hermano franciscano Tomás González Castillo dijo que ha visto solamente una pequeña disminución del número de viandantes que llegan al refugio, localizado cerca de la frontera entre México y Guatemala; pero que ha visto intentos de emigrantes que evitan a las autoridades y a un nuevo grupo de coyotes que ofrecen sus servicios, aunque no tengan nada de valor que dar.

“Hemos estado recibiendo personas que se habían perdido en la selva”, dijo el hermano González, director del refugio que lleva el nombre de (kilómetro) 72 en Tenosique, del estado de Tabasco.

Los directores de refugios localizados al sur de México recientemente han abolido la regla de que los emigrantes solamente puedan permanecer tres días en el refugio “pues llegan demasiado extenuados”, dijo el hermano González.

Con un número menor de pasajeros que viajan en techos de carros de ferrocarril, Romero ha cambiado las operaciones y ha abierto un refugio en donde se atiende a los viandantes que caminan a lo largo de las vías del tren y a los que viajan en autobús. Ahora les da de comer a unos 50 emigrantes al día, que van por tren, en lugar de 1,000 a quienes les servían comida las patronas diariamente.

Y tiene planes de continuar el proyecto, aunque le gustaría ver el día en que “la gente no tiene ya que emigrar”.

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