Por Carol Glatz, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO — No hay cristianos de segunda clase, dijo el Papa Francisco. Los laicos, incluidas las mujeres, y el clero tienen dones especiales para edificar la Iglesia en unidad y santidad.
“Los laicos no son los últimos, los laicos no son una especie de colaboradores externos o tropas auxiliares del clero, sino que tienen sus propios carismas y dones con los que contribuir a la misión de la Iglesia”, dijo el Papa el 20 de noviembre en su audiencia general en la Plaza de San Pedro.
Continuando con una serie de catequesis sobre el papel del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, el Papa Francisco analizó cómo el Espíritu Santo edifica el Cuerpo de Cristo a través de la efusión de dones y carismas.
El Espíritu Santo distribuye gracias especiales entre los fieles de todo rango. Por medio de estos dones, Él los hace aptos y preparados para asumir las diversas tareas y oficios que contribuyen a la renovación y edificación de la Iglesia, dijo, citando la Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, “Lumen Gentium”.
Un carisma es “el don concedido ‘para el bien común’. En otras palabras, no está destinado principal y ordinariamente a la santificación de la persona, sino al servicio de la comunidad”, dijo el Papa Francisco.
“En segundo lugar, el carisma es el don concedido ‘a uno’ o ‘a algunos en particular’, no a todos de la misma manera, y esto es lo que lo distingue de la gracia santificante, de las virtudes teologales y de los sacramentos, que en cambio son iguales y comunes a todos”, dijo.
La definición de un carisma también forma parte de lo que el Papa Benedicto XVI describió como “la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en momentos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad de la Iglesia”, añadió, citando al difunto pontífice.
“Debemos recuperar los carismas, porque esto hace que la promoción del laicado y de las mujeres en particular se entienda no sólo como un hecho institucional y sociológico, sino en su dimensión bíblica y espiritual”, dijo el Papa.
Los carismas, dijo, a veces se malinterpretan como “dones y capacidades espectaculares y extraordinarios”.
“Se trata, en cambio, de dones ordinarios, cada uno de nosotros tiene su propio carisma, que adquieren un valor extraordinario cuando son inspirados por el Espíritu Santo y encarnados en las situaciones de la vida con amor”, dijo.
“Esta interpretación del carisma es importante, porque muchos cristianos, al oír hablar de carismas, experimentan tristeza y desilusión, ya que están convencidos de no poseer ninguno y se sienten excluidos o cristianos de serie ‘B’”, dijo.
“No hay cristianos de serie ‘B’. Cada uno tiene su propio carisma, personal y también comunitario”, que son dones al servicio de la caridad, en el sentido de que pertenecen a todos y son para el bien de todos, dijo.