
Por Justin McLellan, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO — Como el Papa de las periferias, el Papa Francisco llevó el corazón, la mente y el alma de la Iglesia Católica en América Latina desde lo que él llamaba “el fin del mundo” al centro de la cristiandad.
La teología, el gobierno de la Iglesia y las prácticas pastorales del difunto Papa estaban impregnadas de su experiencia como pastor durante una dictadura militar y la posterior crisis financiera en Argentina, y más tarde como servidor de los más pobres de Buenos Aires que vivían en “villas miserias”.
Llevó consigo a Roma el espíritu de cuidado y atención a los pobres que mostró como arzobispo de Buenos Aires, y como Papa replanteó América Latina, que pasó de ser un bastión distante del catolicismo a considerarla una luz de guía en muchos aspectos.
Nacido en Buenos Aires en 1936, hijo de inmigrantes italianos, el futuro Papa estaría profundamente marcado por su compromiso con los pobres y el contexto de la Iglesia y la región que lo formaron.
Jorge Mario Bergoglio se ordenó sacerdote en 1969, tres años después de la clausura del Concilio Vaticano II y dos años antes de la publicación en 1971 del libro del padre Gustavo Gutiérrez “Hacia una teología de la liberación”, que popularizó en toda América Latina la idea de que los pobres y los grupos marginados debían ocupar un lugar central en la teología. Aunque no estaba de acuerdo con la politización de la teología de la liberación, simpatizaba con su preocupación por los pobres.
Los vecinos de la Villa 21-24, uno de los barrios más pobres y peligrosos de Buenos Aires, recuerdan a “El Chabón” (el chico), como le llamaban cariñosamente, llegando a su barrio en autobús sin avisar para celebrar Misa o simplemente para sentarse con ellos y tomar mate, un té típico argentino. Continuó su compromiso con las comunidades pobres como arzobispo y aumentó el número de sacerdotes de la arquidiócesis destinados a trabajar en los barrios marginales de la ciudad.
Y también trasladó su teología pastoral de la práctica a la letra impresa al redactar el documento final del concilio de obispos latinoamericanos reunido en Aparecida, Brasil, en 2007. El entonces cardenal Bergoglio dirigió el comité que redactó el documento, que insistía en que la evangelización en América Latina debe implicar un estrecho compromiso con los fieles y, especialmente, con aquellos que se encuentran en los márgenes de la sociedad.
Durante los primeros meses de su pontificado, el Papa Francisco entregó copias del documento a los jefes de Estado y líderes mundiales que lo visitaban.
“Normalmente, los papas europeos empiezan a pensar en teología desde la filosofía”, dijo Emilce Cuda, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, a Catholic News Service. Pero en América Latina, dijo, mirar la relación de la humanidad con Dios comienza con la gente común.
Cuda dijo que eso se debe a que América Latina fue “el primer continente que tomó en serio el Concilio Vaticano II” y con él la idea de que la voluntad de Dios puede descubrirse escuchando a todos los miembros bautizados de la Iglesia.
“En América Latina, la teología de las periferias no es una teología de categorías filosóficas, es una teología mediada por la cultura”, dijo a CNS durante una conferencia de teología en Bogotá, Colombia.
En una entrevista con CNS, Mar Muñoz-Visoso, directora ejecutiva del Secretariado de Diversidad Cultural en la Iglesia de los obispos de Estados Unidos, comparó el documento de Aparecida con la primera exhortación apostólica del Papa Francisco, “Evangelii Gaudium”, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo de hoy.
“Se podría decir que ‘Evangelii Gaudium’ toma los principios fundamentales de Aparecida y los propone de nuevo para la Iglesia universal”, dijo, entre los que se incluye la “rica tradición de colegialidad y discernimiento común” de la Iglesia latinoamericana.
El documento de Aparecida reflejaba lo que Muñoz-Visoso llamó el “fuerte sentido de misión” de la Iglesia latinoamericana, así como su naturaleza “comunitaria”.
Esa actitud de discernimiento comunitario se convirtió en un elemento central del gobierno de la Iglesia por parte del Papa Francisco. Apenas un mes después de convertirse en Papa, creó el Consejo de Cardenales para estudiar un plan de reforma de la Curia. Y para llevar ese espíritu de discernimiento grupal a la iglesia universal, en 2021 abrió el proceso de tres años del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad, que buscaba reunir aportes de todos los miembros bautizados de la iglesia para informar las discusiones entre los católicos del mundo sobre la construcción de una iglesia que escucha.
Durante su pontificado, el Papa Francisco regresó a su América Latina natal seis veces (hasta enero de 2024), comenzando con una jubilosa visita a Río de Janeiro, Brasil, para la Jornada Mundial de la Juventud en 2013.
En ese viaje, su carisma y estilo personal conquistaron a los más de 3 millones de personas que abarrotaron la emblemática playa de Copacabana, pero sus visitas a América Latina no han estado exentas de escrutinio.
Grandes grupos de manifestantes protestaron fuera de casi todos los eventos del Papa durante su viaje a Chile en 2018, denunciando el encubrimiento de abusos por parte de la Iglesia local y el apoyo público del Papa Francisco a un obispo que no actuó contra un sacerdote abusador. Al final de su viaje, el Papa dijo que las acusaciones contra el obispo Juan Barros, ex obispo de Osorno, era una “calumnia”.
El Papa Francisco envió al arzobispo Charles Scicluna, experto canónico en abusos sexuales clericales, a investigar las acusaciones inmediatamente después de su viaje a Chile. A continuación, invitó a los sobrevivientes de los abusos a Roma y convocó a todos los obispos chilenos al Vaticano para una reunión que llevó a la mayoría de ellos a ofrecer su dimisión. En una carta al pueblo chileno, el Papa admitió que se había equivocado en su evaluación y manejo de la situación y dijo: “Con vergüenza debo decir que no supimos escuchar y reaccionar a tiempo”.
El difunto pontífice demostró constantemente su voluntad de llevar al Vaticano perspectivas y prácticas latinoamericanas y aplicarlas a la Iglesia universal. Escribió en 2016 que la piedad popular y las devociones, prominentes en América Latina, eran una manera para que la gente se acercara a Dios sin el clericalismo que plaga a la iglesia en todo el mundo. Destacando la figura devocional más prevalente de América Latina, patrona de las Américas, en 2014 el Papa Francisco comenzó a celebrar regularmente la Misa cada año en la Basílica de San Pedro en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe.
También pidió a los católicos que “imaginemos una santidad con rasgos amazónicos, llamada a interpelar a la Iglesia universal”, en su exhortación apostólica “Querida Amazonia” tras el Sínodo de Obispos sobre la Amazonía de 2019. En el documento, el Papa abordó los desafíos de la inculturación, el cuidado ecológico y la migración únicos de la región amazónica.
El Papa Francisco visitó América Latina por última vez en 2019 para la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá. Aunque nunca regresó a Argentina después del cónclave que lo eligió papa en 2013, trajo a Argentina — y a América Latina — con él al Vaticano. En casi todas las audiencias generales semanales del Papa se podía ver a visitantes con camisetas de fútbol argentinas, que a menudo estallaban en cánticos en español de “¡Viva el Papa!”; y cuando los peregrinos le daban al Papa una taza de mate argentino para beber su té favorito, él paraba regularmente el papamóvil para tomar un sorbo.
El Papa Francisco se reunió con la selección argentina de fútbol en el Vaticano en 2013, incluido el futuro campeón del mundo Lionel Messi. Dos años más tarde, se reunió con la leyenda del fútbol más famosa de Argentina, Diego Maradona, y las imágenes de su cálido abrazo circularon por Internet en forma de memes y se pegaron por las ciudades latinoamericanas en stickers.
Finalmente, en enero de 2024, dijo que se estaba estudiando la posibilidad de volver a casa a finales de año. El presidente argentino, Javier Milei, que había sido crítico con el Papa antes de su elección, lo había invitado formalmente.