La guerra de la Reserva Federal contra la inflación plantea un dilema moral, ya que las subidas de la tasa de interés amenazan a 2 millones de trabajadores

El edificio de la Reserva Federal de EE. UU. en Washington se ve en esta foto sin fecha. Algunas autoridades han sugerido que casi 2 millones de estadounidenses podrían potencialmente perder sus trabajos afectados por las políticas antiinflacionarias de la Reserva Federal, lo que agrega una complicada dinámica financiera y moral con respecto a la enseñanza social católica. (Foto de noticias OSV por Jason Reed, Reuters)

Por Kimberley Heatherington

Mientras Estados Unidos se recupera de las consecuencias sin precedentes de varios años de la pandemia COVID-19 — complicada por la guerra de Rusia contra Ucrania y los persistentes problemas de la cadena de suministro — los indicadores fiscales apuntan a una futura contracción de la economía del país, e incluso a una eventual recesión. La inflación también sigue siendo persistente, y las tasas de interés de diversos tipos de deuda han subido.

Pero la sugerencia adicional de algunas autoridades de que casi 2 millones de estadounidenses podrían perder sus empleos — impactados por las políticas de lucha contra la inflación de la Reserva Federal de EE.UU. — ha añadido una complicada dinámica financiera y moral a la esperada recuperación del país.

“De hecho, la Junta de la Reserva Federal tiene en cuenta el desempleo”, afirmó Daniel Finn, profesor de economía y teología en el College of St. Benedict de Minnesota, en St. “Es una interpretación económica sostenida por muchos economistas — incluida la Junta de la Reserva Federal — que la inflación que estamos experimentando hoy no está causada principalmente por el aumento de los salarios”.

La Reserva Federal — el banco central de Estados Unidos, conocido como “la Fed” — tiene la misión de promover el funcionamiento eficaz de la economía del país en beneficio de sus ciudadanos.

Pero la revista Time observó el 9 de febrero que “el banco central no es tu amigo — y un número creciente de economistas se cuestionan si su enfoque histórico para combatir la alta inflación tiene sentido”.

Ese enfoque histórico — aumentar repetidamente las tasas de interés de referencia — está anclado en la convicción política de que un mercado laboral con fuertes contrataciones y salarios crecientes se traduce en una mayor inflación. En resumen, la lógica económica es la siguiente: Los consumidores con más ingresos los gastan, pero las empresas que pagan salarios más elevados también pueden subir sus precios, lo que se traduce en inflación. Pero tasas de interés más altas — y con ellas, mayores pagos de intereses — encarecen los préstamos para las personas y las empresas. Esto suele ralentizar tanto la economía como la inflación, lo que se traduce en una menor actividad empresarial, menos contrataciones y salarios más bajos.

“Las proyecciones no son más que proyecciones, y a menudo son más erróneas que acertadas”, afirma Samuel Gregg, miembro distinguido en economía política del Instituto Americano de Investigación Económica y académico afiliado al Acton Institute.

“Lo que sí sé es que hay que reducir la inflación que aumenta los precios para todos, y que afecta desproporcionadamente a los pobres de forma negativa”, dijo Gregg a OSV News. “De lo contrario, el poder adquisitivo de nuestro dinero se seguirá erosionando, y el valor de los sueldos, las rentas y los aumentos salariales se diluirá”.

La solución no está exenta de consecuencias. “Sacar la inflación del torrente monetario significa que la Reserva Federal tiene que subir las tasas de interés. El efecto secundario de eso es una ralentización económica, quizá incluso una recesión, y posibles pérdidas de empleo”, dijo Gregg. “Si hubiera una manera de reducir la inflación sin dolor, te lo diría. Pero la realidad es que no existe tal manera. Esa, sin embargo, es una razón más por la cual el genio de la inflación nunca debe salir de la botella en primer lugar”.

Sin embargo, Finn duda de la sugerencia de que la Fed tenga la intención de dejar a la gente sin trabajo para controlar la inflación, señalando que el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, “ha dicho públicamente que realmente no cree que los salarios sean la causa principal de nuestra inflación actual y, por lo tanto, no le preocupa que los salarios empujen la inflación”.

“Él no tiene la opinión de que necesitamos aumentar el desempleo para reducir la presión sobre los salarios con el fin de reducir la inflación”, dijo Finn.

Un breve intercambio entre la senadora demócrata Elizabeth Warren y Powell durante una audiencia celebrada el 7 de marzo en la Comisión de Banca, Vivienda y Asuntos Urbanos del Senado captó el desacuerdo interpretativo.

Parafraseando la valoración de Powell de que la inflación hace sufrir a todo el mundo — no sólo a los estadounidenses que podrían perder sus empleos si la Reserva Federal prolonga lo que algunos juzgan un curso estratégico perjudicial — Warren preguntó retóricamente: “¿Y dejar a 2 millones sin trabajo es sólo parte del costo, y simplemente tienen que soportarlo?”.

Powell respondió a la pregunta de Warren con la suya propia: “Bueno, ¿estará mejor la gente trabajadora si… la inflación se mantiene en el 5%, 6%?”.

La tasa de inflación objetivo de la Fed es del 2%, pero muchos economistas afirman que el desempleo tendría que alcanzar el 7.5% para lograrlo. La tasa de desempleo actual es del 3.5%.

“La Iglesia nunca ha intervenido para decir que un sistema económico es mejor que otro”, explicó Finn. “Siempre ha sido ‘aquí están los requisitos que debe cumplir cualquier sistema económico’. Y esta cuestión del desempleo es, de hecho, una de las mayores críticas a las economías de mercado, porque deja las decisiones sobre el empleo en gran medida en manos de las empresas privadas”.

En lugar de dar preferencia a sistemas económicos específicos, “el pensamiento social católico ha dicho: ‘Estos son los criterios por los que toda persona responsable y todo gobierno responsable deberían preocuparse'”, observó Finn.

Dicho esto, Finn señaló que históricamente ha habido “una convicción concreta — basada en las Escrituras; basada en las palabras de Jesús para nosotros — de que cualquier cristiano responsable tiene que preocuparse por la vida económica y por cómo trata a otros de nuestros hermanos y hermanas”.

Anthony Annett, profesor visitante en la Universidad de Columbia, antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional y autor de “Cathonomics: How Catholic Tradition Can Create a More Just Economy”, advirtió que los que más probabilidades tendrán de perder su empleo a medida que se retoque la economía serán “los trabajadores con salarios bajos, los trabajadores vulnerables, los trabajadores precarios, (y) los trabajadores de las minorías”.

“Estas son las personas que van a ser golpeadas primero”, dijo a OSV News.

En opinión de Annett, el intento de la Reserva Federal de controlar la inflación podría tener consecuencias tanto morales como financieras.

“Creo que se trata de una cuestión moral. Porque sí, la inflación es mala. Es mala para los pobres; es mala para las personas con ingresos fijos. Pero el desempleo es peor”, dijo. “Si no tienes ingresos, estás en una situación mucho peor que si los precios son algo más altos. Por eso creo que la Fed tiene que parar ahora mismo, porque se está volviendo demasiado preocupante”.

Annett coincide con Finn en que la inflación actual no es necesariamente atribuible al aumento de los salarios; más bien, la extraña dinámica de la pandemia COVID-19 — interrupciones de la cadena de suministro, diferentes pautas de consumo — y la reapertura escalonada de la economía mundial son las causas fundamentales.

“Se ha producido un desplazamiento masivo de la demanda, desde los servicios hacia los bienes. Y eso hizo subir la inflación”, dijo Annett. “Y si ésa es la razón principal, volver a atacarla con subidas de las tasas de interés no es la forma de hacerlo. Porque se ajustará por sí sola”.

Annett subrayó: “La Reserva Federal tiene un doble mandato: reducir la inflación, pero también el empleo. Tiene que equilibrarlo adecuadamente. Y dejar sin trabajo a un millón y medio o dos millones de personas no creo que sea equilibrarlo adecuadamente”.

Lo ideal, dijo Annett, sería que un mercado libre y unos agentes financieros virtuosos garantizaran tanto el interés público como una economía estable. Pero como han demostrado las recientes crisis bancarias, “eso no basta. Eso no te garantiza el respeto por el bien común y por el desarrollo integral de cada persona”.

Navegar por un camino que respete esas dos preocupaciones es competencia de la doctrina social católica.

“No nos gusta el colectivismo socialista. Pero tampoco nos gusta el individualismo libertario”, dijo Annett. “El Papa Pío XI lo llamó las dos rocas del naufragio. Hay que evitar las dos cosas”.

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