Esperanza en El Señor — Religiones comparten en una donación de sangre

Archbishop Joseph E. Kurtz

Hace dos semanas, di sangre por medio de la Cruz Roja. Esta donación de sangre tuvo lugar en el cuarto subterráneo de la Catedral de la Asunción y comenzó con un programa formal interreligioso. Este evento sirvió como el lanzamiento del Festival de la Fe, y me uní con otros 10 líderes religiosos de otras religiones en dar testimonio a la donación. La idea surgió de una experiencia similar de cooperación interreligiosa en Londres, Inglaterra. 

Los organizadores nos indicaron de mantener nuestro testimonio por dos minutes o menos, yo escogí la lectura del Evangelio del domingo anterior de Juan 10:18 en donde Jesús habla de dar su vida por otra persona. Jesús dice en ese versículo, “Nadie me la quita, sino que yo mismo la entrego. En mis manos está el entregarla y el recobrarla, éste es el mandato que recibí de mi Padre”. San Pablo en su carta a los romanos vuelve a tocar el tema cuando dice que es inusual para alguien de dar su vida por un amigo, pero nosotros, aunque pecadores, recibimos el don inmerecido de la salvación.

Había una gran riqueza para el testimonio de los otros diez líderes religiosos. Algunos citaron textos sagrados que hablan de sangre como común de todos los seres humanos. Otros hablaron de la orden de ayudar a hermanos y hermanas e incluso al desconocido.

La historia del cristianismo está marcada dramáticamente por los mártires – aquellos testigos de su fe cuya fe fue tan fuerte y clara que incluso la muerte no los detuvo de su testimonio. La larga fila de mártires ofrece testimonio a las palabras de Tertuliano del siglo II: “La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia”.

Mientras que donar sangre está lejos de derramar la sangre por la fe, hay elementos similares que valen la pena examinarse.

Primero, usamos la expresión de “dar sangre” en lugar de “tomar sangre”. Esta naturaleza voluntaria es clave. Se cuenta una historia de un hombre que brincó enfrente de un carro para salvar a un niño cruzándose en el camino del carro. Después, en el hospital, el cirujano le dio al héroe la triste noticia: “Señor, odio decirlo pero usted perdió su brazo derecho en el rescate”. “No, dijo el héroe, “No perdí mi brazo. Se lo di al niño”.

Encontré interesante que el representante de la Cruz Roja nos dijo que la única manera de obtener la sangre necesaria para ayudar a las víctimas es por donaciones. No existen medios artificiales. Esa fue la razón por qué nuestro sí era tan importante. 

Segundo, hay el aspecto comunitario de dar sangre. Hay algo acerca de dar sangre que capta la imaginación al pensar acerca de dónde y cómo nuestras donaciones pueden ser usadas. Cuando damos sangre libremente, no sabemos su destino final, aunque sabemos que otro ser humano en necesidad será el beneficiario – una víctima anónima a quien la Cruz Roja ayudará por medio de este regalo. Hay un cierto aspecto de edificar a la comunidad, y sabemos que la edificación de la Iglesia en la tierra siempre tiene el elemento de afectar el mayor bien de la comunidad.

Finalmente, reflexiono en lo común de todos los seres humanos. La Sagrada Escritura mantiene la sangre como sagrada precisamente por su naturaleza como fuente de la vida que nos sostiene. Puede haber muchas diferentes características en los seres humanos. Los testimonios religiosos dieron la riqueza de tal diversidad, pero todos tenemos en común sangre que pasa por nuestras venas cada segundo de nuestras vidas. 

Vi mi tipo de sangre – B positiva. Es el tercer tipo más común pero encontrada en solo 8% de la población de los Estados Unidos y es donada a tipos AB y B. Por lo tanto, me sentí consolado que “the pint” (473.18ml) de mi brazo izquierdo será puesto en buen uso.

Debo admitir que fue verdaderamente gratificante tanto unirme con líderes religiosos como tomar parte en dar un “pint” de sangre para ayudar a aquellos en necesidad. Si ustedes tienen la oportunidad de dar sangre, háganlo. Este acto voluntario puede servir como su manera de concretar su ser unido a otros seres humanos y compartir con alguien en necesidad. Además, ¡hay café y refrigerios después de la donación!

Archbishop Joseph E. Kurtz

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