Uno de los aspectos más destacados de la Misa de la Vigilia Pascual es ese movimiento de la oscuridad a la luz. Así como el Libro del Génesis describe la creación como un movimiento desde la oscuridad de la caótica “nada” hacia la magnífica existencia en la que Dios trae toda la creación comenzando con las palabras “Que exista la luz”, así cada iglesia en la Vigilia Pascua se convierte en una recreación de la creación original de Dios y la recreación redentora en Cristo. Dentro de la Iglesia oscurecida, que es posible al comenzar la Misa después del anochecer (alrededor de las 8:30 pm) y con todas las luces apagadas, la primera luz es el cirio pascual: un solo resplandor que ilumina lenta y poderosamente la nave y el santuario de la Iglesia e iluminando interiormente el corazón de todos los participantes. El cirio pascual se convierte en la primera imagen de Cristo resucitado.
Lo que puede perderse en medio de este poderoso comienzo es la bendición del cirio pascual, que reconoce las marcas que están en cada vela. Durante la temporada de Pascua, mientras el cirio pascual es prominente en su iglesia, acérquese y observe más de cerca los detalles. En el frente, verá una cruz con la primera y la última letra del alfabeto griego – Alfa y Omega – y luego en cada cuadrante formado por la cruz los números del año en el que nos encontramos – 2021. Antes que el celebrante enciende la vela en la Vigilia Pascua, trazará el Alfa y la Omega, así como los números con estas palabras, “Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.”
Luego, mientras inserta cinco clavos de cera en cada uno de los extremos y en el centro de la cruz para indicar las heridas de Cristo, recuerda la muerte de Cristo: “Por sus santas llagas gloriosas, nos proteja y nos guarde Jesucristo, nuestro Señor. Amén.”
El cirio pascual permanece en un lugar destacado del santuario cerca del altar durante toda la temporada de Pascua. En aquellas ocasiones en las que se inciensa el altar, se inciensa el cirio mismo como un gran símbolo de Cristo resucitado de entre los muertos, conquistando el pecado y la muerte en nuestras vidas.
Durante la Vigilia Pascual, no hay espectadores; todo el mundo es un participante. Esto se hace evidente cuando durante la procesión hacia el altar dirigido por el cirio pascual, se encienden las velas de los participantes, primero la vela del celebrante en el primer anuncio, “La Luz de Cristo”, y luego todos los fieles en la segunda proclamación, “La Luz de Cristo”. Para prepararse para esta gran procesión, el celebrante proclama al principio: “Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu”.
De vez en cuando, reviso el ritual y medito sobre el regalo del cirio pascual. ¡Cristo es nuestra luz! Si la vida de un cristiano debe ser vivida de una manera generosa y agradecida, sin miedo y con valor y amor abundantes, estará acompañada de nuestra visión llena de fe, dirigida primero hacia la luz de Cristo y luego hacia todos los fieles y, de hecho, a todo el mundo iluminado por Su llama salvadora.
El Salmo 67 comienza: “Que Dios tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros”. Que el resplandor del cirio pascual durante la temporada de Pascua sea el rostro de Dios que brilla sobre nosotros. Que esta Luz de Cristo brille en cada rincón oscuro de nuestras vidas. Cuando ustedes entran a la Iglesia durante este tiempo de gracia, dejen que el cirio pascual encendido caliente sus corazones y vuelva a recrear la gracia de Dios en su alma: “Que exista la luz”: la Luz de Cristo.