
Por Carol Glatz, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO — Inspirándose en el espíritu y la espiritualidad de su homónimo, San Francisco de Asís, el Papa Francisco hizo del cuidado de la creación y de todo lo que vive en la tierra una prioridad pastoral.
La importancia de respetar y proteger el medio ambiente ya había sido anunciada por sus predecesores: San Juan Pablo II habló de la ecología humana e insistió en que la conversión ecológica era parte integral del apoyo a la vida humana, y el Papa Benedicto XVI se ganó el sobrenombre de “el Papa Verde” cuando el Vaticano comenzó a predicar con el ejemplo con la instalación de paneles solares, una flota de vehículos eléctricos y otras iniciativas medioambientales.
Pero el Papa Francisco lo llevó un paso más allá y utilizó su posición como figura mundial respetada para convertirse en una voz destacada que revitaliza los esfuerzos existentes y une a toda la humanidad para que vea el cuidado de la creación no como una batalla política, social, científica o ideológica, sino como un imperativo moral para escuchar y responder al clamor de la tierra y de los más afectados por su degradación: los pobres.
Y advirtió sobre la gravedad de este daño al afirmar que abusar de la “casa común” de la Tierra, sus ecosistemas y todas las formas de vida que dependen de ella, “es un pecado grave” que daña, perjudica y enferma.
El Papa Francisco insistió en que las crisis globales que se están desarrollando en el mundo reflejan la interconexión y la interdependencia entre los seres humanos y la Tierra. Las cuestiones sociales, económicas, políticas y medioambientales no son problemas separados, sino las múltiples dimensiones de una crisis global.
Abrazar la “ecología integral” es reconocer la interconexión, dijo, y cómo los valores, las mentalidades y las acciones de las personas afectan a todos los esfuerzos humanos — culturales, sociales, políticos, económicos, espirituales y teológicos — y al planeta.
La ecología integral “llega al corazón de lo que significa ser humano”, afirmó el Papa Francisco. La flora y la fauna, los cielos y los mares y todas las personas no son objetos que se puedan utilizar y controlar, sino reflejos maravillosos de lo divino; son creaciones de Dios y dones que hay que proteger, amar y compartir.
El núcleo de su enseñanza sobre la ecología integral, sus principios y aplicaciones prácticas se expusieron en su histórico documento de 2015, “Laudato si’, Sobre el Cuidado de la Casa Común”, la primera encíclica papal sobre el medio ambiente.
La influencia del documento en la comunidad internacional quedó patente cuando los líderes mundiales se reunieron en París para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015, conocida comúnmente como COP21. “No solo prácticamente todos los delegados habían oído hablar de Laudato si’, sino que más de 30 jefes de Estado o de Gobierno la citaron en sus intervenciones”, afirmó el arzobispo Bernardito Auza, representante de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, en un discurso pronunciado en 2019.
De hecho, varios expertos consideraron que el documento tuvo un profundo impacto en la adopción del histórico Acuerdo de París, un acuerdo vinculante para que las naciones luchen contra el cambio climático y mitiguen sus efectos.
El Papa Francisco, por su parte, publicó un documento de seguimiento, “Laudate Deum” (“Alaben a Dios”), antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en los Emiratos Árabes Unidos en 2023. La exhortación presentaba una crítica aún más dura de la inacción y la indiferencia mundial ante el cambio climático.
El Papa tenía previsto asistir a la conferencia, lo que le habría convertido en el primer pontífice en asistir a una de las reuniones mundiales que comenzaron en 1995. Sin embargo, una infección bronquial, que le dificultaba mucho la respiración, le obligó a cancelar su viaje.
El Papa Francisco no estaba exento de detractores. Se le había tildado de “ingenuo” por seguir supuestas ideas de moda sobre el cambio climático, a menudo se le acusaba de desviarse de su papel estrictamente espiritual y otros críticos expresaban su temor de que su denuncia de “una economía que mata” y sus llamamientos al cambio apoyaran posiciones de tendencia socialista, especialmente la desconfianza en la economía de libre mercado.
Pero para el Papa Francisco nunca se trató de elegir entre el crecimiento económico y el cuidado del medio ambiente, como afirmaban algunos detractores. El camino que señaló el Papa preveía la promoción del “desarrollo humano integral”, que da prioridad a ayudar a todas las personas a prosperar protegiendo el planeta y todos sus dones, ahora y para las generaciones futuras.
En 2016, el Papa Francisco creó el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, basado en la idea de que la protección de la creación promueve la paz y los derechos humanos y beneficia a las economías, las comunidades y las generaciones presentes y futuras.
Para el Papa, el problema no era una política o una posición concreta, sino lo que él denominó “globalización de la indiferencia”, una economía de la exclusión y una cultura del descarte.
La postura del Papa Francisco, al igual que la de sus predecesores, siempre fue moral: no impulsar políticas o programas específicos, sino exponer el enfoque del Evangelio para guiar a los ciudadanos y a los responsables políticos para que pudieran responder a los problemas de forma más ética.
Para cambiar el mundo es necesario transformar primero el pensamiento y los valores, y “tenemos que ver, con los ojos de la fe, la belleza del plan salvífico de Dios, el vínculo entre el medio ambiente natural y la dignidad de la persona humana”, escribió una vez el Papa a los jóvenes de Filipinas.
El Papa Francisco estableció firmemente la ecología y la salvaguarda de la creación como una cuestión a favor de la vida, de los marginados y de la familia. Si la gente no tiene ningún problema en tirar recursos reutilizables o alimentos comestibles cuando hay tanta gente que pasa hambre, existe una actitud similar de “desperdicio” hacia las personas que se consideran inútiles, incluidos los no nacidos, los enfermos y los ancianos, afirmó.
El cristianismo enseña que Dios creó el mundo y todo lo que hay en él con un orden determinado y lo proclamó bueno. Como administradores de la creación de Dios, dijo el Papa Francisco, las personas tienen la obligación absoluta de respetar ese don.