
Como padre de ocho hijos deportistas, he tenido la oportunidad de entrenar a más de 100 equipos deportivos a lo largo de los años. Principalmente, he entrenado béisbol, baloncesto y tenis para niños y jóvenes desde los 3 años hasta el último año de secundaria. Esto me ha permitido observar y apreciar el carácter y las cualidades de muchos jóvenes.
Como entrenadores, evaluamos constantemente las fortalezas y debilidades de cada jugador. También buscamos sus talentos innatos y áreas de potencial crecimiento. En nuestras comunidades católicas, es especialmente vital que entrenadores y profesores reconozcan a los niños y jóvenes que poseen las características que los convertirían en buenos sacerdotes o religiosos consagrados y los animen a escuchar el llamado de Dios en sus vidas.
Por ejemplo, es importante que los entrenadores, profesores y demás personas identifiquen y busquen las cualidades que hacen de alguien un buen sacerdote. El padre Brett Brannen, autor de “Salvando Miles de Almas” y “Un Sacerdote en la Familia”, afirma que hay al menos cuatro rasgos necesarios para ser un buen sacerdote: ser católico practicante, tener una inteligencia promedio, estabilidad psicológica y emocional, y amor a Dios.
Un católico practicante asiste a Misa con regularidad, reza y recibe los sacramentos. Se necesita cierto nivel de inteligencia para aprender historia de la iglesia, filosofía y teología en el seminario, lo que equivale a un posgrado. Además, esta inteligencia les permitirá enseñar a otros.
La estabilidad psicológica y emocional permitirá a la persona concentrarse más intensamente en las necesidades de la comunidad. Finalmente, el amor a Dios se evidenciará en su disposición a servir a los demás en la parroquia y la comunidad. Estos rasgos, o la tendencia a desarrollarlos, deberían impulsar a las personas a animar a un joven a escuchar el llamado al sacerdocio.
En mis años como entrenador, he observado estas cualidades en muchos de mis jugadores. Puedo apreciar su devoción a la fe al observar su participación en la Misa. Su nivel de inteligencia se refleja en cómo comprenden las jugadas ofensivas y defensivas, y en cómo se comunican con sus compañeros. Su estabilidad emocional se observa cuando se encuentran en situaciones difíciles o nuevas. ¿Cómo las gestionan?
Su amor por Dios y por los demás se refleja en su atención a la oración en equipo, en cómo ayudan a sus compañeros y en cómo tratan a sus oponentes. Además, su disposición a pensar en el equipo antes que en sí mismos y su paciencia con los demás pueden ser una gran muestra de su humildad y capacidad para servir a quienes los rodean. Finalmente, su respeto por los entrenadores, maestros, padres, árbitros y demás revela una gran fortaleza de carácter.
Dios está llamando a algunos de estos niños y jóvenes al sacerdocio o a una vocación religiosa. No somos nosotros quienes llamamos a estas vocaciones; solo Dios lo hace. Sin embargo, como entrenadores y maestros, tenemos la responsabilidad de reconocer a quienes poseen las características necesarias para ser grandes sacerdotes y fieles religiosos, y de amplificar el llamado de Dios.
Esto puede ser tan simple como decirle a uno de sus jugadores o estudiantes que sería un buen sacerdote. También se puede abordar preguntándoles si alguna vez han considerado una vocación religiosa y señalando que poseen las cualidades que les serían útiles a ellos y a la comunidad en ese rol.
Los entrenadores y profesores se encuentran en una posición privilegiada, lo que les permite reconocer y fomentar las vocaciones sacerdotales y religiosas. El tiempo que pasamos con estos jóvenes y la variedad de situaciones que observamos pueden ayudar a confirmar nuestras impresiones.
Usen esta perspectiva para enriquecer lo que Dios tiene reservado para estos jóvenes. No tengan miedo de animarlos e invitarlos a considerar el sacerdocio y la vida religiosa. Si queremos el mejor equipo en nuestra comunidad católica, hagamos nuestra parte.
Por favor, ayúdenme a crear una cultura de vocaciones en la Arquidiócesis de Louisville.
Todd Popson es director asociado de vocaciones de la Arquidiócesis de Louisville.
