
Joe Paprocki cree que, para involucrar verdaderamente a los catecúmenos, los catequistas deben usar lo que él llama un lenguaje de misterio.
El autor y consultor nacional para la formación en la fe en Loyola Press pasó dos días la semana pasada entrenando a catequistas y líderes de catequesis de la Arquidiócesis de Louisville.
La tarde del 4 de octubre, se reunió con catequistas en la iglesia St. Margaret Mary y, a la mañana siguiente, pasó tiempo con los líderes de catequesis en el Centro Maloney.
El lenguaje del misterio, dijo Paprocki, es un lenguaje eucarístico que los católicos están acostumbrados a escuchar durante la Misa.
Tenemos signos y símbolos y rituales y movimientos y gestos, tenemos todas estas diferentes formas en que nos expresamos”, explicó Paprocki. “Porque así es como Dios se nos revela, a través de signos y símbolos”.
Sin embargo, las clases de catecismo, encargadas de presentar a los recién llegados a la iglesia, pueden convertirse en pura charla sin “tocar la parte más profunda del ser humano, el corazón y el alma, solo el lenguaje del misterio”.

La solución: hacer que la catequesis se parezca más a una misa que a una clase, según Paprocki.
Sugiere que los catequistas y los líderes de catequesis creen un espacio de aprendizaje que “habla de lo sagrado” e incorpore el lenguaje del misterio: música, canto, silencio, señal, símbolo, movimiento, gesto, ritual y narración.
También recordó a los catequistas su llamado único: los catequistas no son maestros de una materia, “son facilitadores de un encuentro”, dijo Paprocki.
Todo lo que hace un catequista, dijo, se reduce a transmitir las tres R, como las llama Paprocki.
“Nuestra buena nueva es un mensaje de rescate, restauración y tranquilidad”.
- Rescatar: “Dios ha venido a rescatarnos del pecado”.
- Restaurar: “Él nos restaurará a la plenitud de la vida”.
- Tranquilizar: “Él nos asegura que no estamos solos”.