Testigos del amor de Dios – Liturgia y espiritualidad

Carmen Fernández Aguinaco

Este artículo es parte de una serie enfocada en diferentes áreas ministeriales. Los artículos son presentados bajo la perspectiva del proceso del V Encuentro Nacional de Pastoral Hispana/Latina.

Orar lo que creemos, creer lo que oramos.

Algunos pudieran pensar que, de todas las áreas ministeriales sobre las que se hizo la consulta durante el proceso del V Encuentro, la de la liturgia sería la menos urgente o tratada. Y, sin embargo, recibió una gran atención. Y con toda razón.

Hay una antigua frase de la Iglesia que se refiere a la profunda y estrecha relación que existe entre lo que se cree y lo que se ora. Lo que se cree y lo que se ora constituyen, a su vez, lo que se vive y lo que se practica. Ciertamente, no se puede orar sin creer las palabras que se dicen; y a su vez, las palabras que decimos en la oración tienen un fuerte impacto sobre lo que creemos.

Es decir, si las oraciones se hacen a la ligera, o si, en la prisa de hacer algo, o en la buena voluntad de presentar una linda oración, se componen oraciones sin un contenido que revela la autenticidad del mensaje de Cristo Redentor, poco a poco se va creyendo eso que se compuso quizá con buena intención, pero con superficialidad. Si se cree profundamente, se ora bien, y si se cree y se ora, se vivirá según los designios de Dios.

La consulta del V Encuentro sobre la oración y la liturgia indicó muchos puntos—positivos y negativos—que afectan a esta expresión orante que es el reflejo vivo de la identidad católica. Algunos de los aspectos señalados se refieren a situaciones reales que impiden el acercamiento a la vida litúrgica y orante de la Iglesia.

Son temas sociales fuertes, que afectan a la vida de nuestras comunidades y tendrían que tomarse muy en serio en cualquier iniciativa pastoral: las situaciones sacramentales irregulares, como uniones matrimoniales que no han recibido la bendición del sacramento; situaciones de ruptura familiar y división; horarios de trabajo que impiden el acercamiento a los ritos eclesiales comunitarios; el temor a salir de las sombras por las situaciones de falta de documentos legales… Todos estos fuertes temas sociales y familiares afectan fuertemente a las prácticas litúrgicas…y, por lo tanto, van—sin el deseo ni la intención de las personas en la mayoría de los casos—alejando de la comunidad de fe que es el sustento de la vida cristiana.

Alejan, sobre todo, de la Eucaristía, fuente y culmen de la vida católica, y, por lo tanto, del alimento necesario para seguir caminando y viviendo.
Se notaba también, en algunas regiones, la necesidad de un ministerio que proporcione oportunidades de oración y celebración litúrgica más accesibles (en horarios, cantidad, etc.), y más adaptadas a la cultura.

Por otro lado, como en un eco de las palabras del eunuco a Felipe, “¿cómo voy a entender si nadie me explica?” surgió el clamor por una formación fuerte y una catequesis litúrgica intensa.

Para muchos, porque recibieron una fe sencilla en su niñez, pero no han tenido la oportunidad de desarrollarla y formarla; para otros, la urgencia está referida fuertemente a los jóvenes de segunda y tercera generación que, al perder las formas de oración de sus mayores, particularmente las sacramentales como la confesión y la Eucaristía, así como las devociones de la religiosidad popular, van perdiendo el sentido de su fe y, como consecuencia, de su identidad.

Es cierto que en los últimos años se ha avanzado mucho en el ministerio litúrgico de todo el país: hay muchas más parroquias que ofrecen Misa en español, que tienen ministerio hispano y que fomentan grupos de oración y adoración.

También es verdad que por medio de movimientos de evangelización popular se ha alcanzado a muchos que estaban fuera de la Iglesia o que tenían una fe elemental pero no practicaban.

Pero, y quizá precisamente por esa multiplicación de fieles, se nota también una fuerte necesidad de formación en la fe. No basta con la catequesis de niños; se trata ahora de alcanzar a los adultos “pre-evangelizados” pero aún no catequizados. La palabra que se repite en toda la consulta del V Encuentro es formación, formación, formación. Todo un desafío al ministerio.

Carmen Fernández Aguinaco es Especialista Multicultural en el Secretariado de Culto Divino en la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB).

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