Este artículo es parte de una serie enfocada en diferentes áreas ministeriales. Los artículos son presentados bajo la perspectiva del proceso del V Encuentro Nacional de Pastoral Hispana/Latina.
Cristo pidió por la unidad en el amor: el principio básico del ecumenismo. Muchos hemos escuchado mencionar la palabra “ecumenismo” ¿qué exactamente significa ecumenismo para la iglesia y finalmente para mí?
Comencemos con el llamado de Cristo en la Ultima Cena “Les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí” (Juan 17, 22-23, Biblia de Jerusalén).
La misión de la Iglesia desde esa noche del primer Jueves Santo, es la de fomentar, con la ayuda del Amor Eucarístico, la unidad en Cristo entre todos los discípulos del Señor en la Iglesia. Unidad es parte de la misma esencia de la Iglesia, reflejo de la unidad en la Trinidad, y la profesamos en el Credo cuando decimos “Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.”.
Las heridas, a la unidad tan deseada por Cristo, lleva a la Iglesia a no solo promover la unidad interna, sino también, el promover la unidad externa con tantos otros grupos que usurpan el nombre de “iglesia” cuando tan solo son comunidades dispersas de creyentes. Jesús fundó una sola Iglesia y ellos decidieron no ser parte de ella.
Este caminar hacia la unidad deseada por Cristo es lo que llamamos ecumenismo.
El ecumenismo busca fomentar el restablecimiento de la unidad entre todos los cristianos. Unidad que es un don de Jesucristo y a la cual la Iglesia se encuentra llamada por el Espíritu Santo. Para la Iglesia Católica, el Decreto sobre el Ecumenismo del Concilio Vaticano II, Unitatis Redintegratio, establece las directrices para todo nuestro avance ecuménico. Insisto en que al terminar esta columna todos deberían tomar un tiempo para leerla de nuevo. La pueden encontrar en: https://www.vatican.va/archive/hist_councils/iivatican_council/documents/vat-ii_decree_19641121_unitatis-redintegratio_sp.html.
El primer párrafo del decreto lee así …“Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los fines principales que se ha propuesto el Sacrosanto Concilio Vaticano II, puesto que única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo; todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y siguen caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido. División que abiertamente repugna a la voluntad de Cristo y es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo para la causa de la difusión del Evangelio por todo el mundo.”
El párrafo 821 del Catecismo nos da elementos fundamentales de este caminar hacia la unidad: renovación permanente, conversión, oración, conocimiento mutuo, formación ecuménica de los fieles y clero, dialogo entre teólogos de los diversos grupos y la colaboración entre todos los creyentes en proyectos que están al servicio de los más necesitados.
No podemos finalizar esta reflexión sin recordar lo que nos dice la Iglesia en el párrafo 822 del Catecismo: “La preocupación por el restablecimiento de la unión atañe a la Iglesia entera, tanto a los fieles como a los pastores”. Pero hay que ser “conocedor de que este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana” Por eso hay que poner toda la esperanza “en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en el poder del Espíritu Santo”.
Mi oración por los esfuerzos ecuménicos de la Iglesia la tomo del estribillo de una de nuestras canciones, “Amor de Dios, convócanos, Amor de Dios, haznos uno. Que compartamos lo que recibimos, para construir la comunidad”.
Joel Rodriguez es el director de Ministerios Hispanos en la Diócesis de Forth Worth.
