Quejarse, inercia son semillas del demonio, dice el papa

Papa Francisco pronuncia su homilía durante una misa transmitida en vivo el 24 de marzo de 2020, desde la capilla de su residencia en el Vaticano, la Casa Santa Marta. El pecado de la pereza, marcado por una indiferencia negligente, apatía, y auto-compasión, es “un veneno, una niebla que envuelve al alma y no la deja vivir”, dijo en su homilía transmitida en vivo el 24 de marzo. (Foto CNS-Vatican Media)

Por Carol Glatz
Catholic News Service

CIUDAD DEL VATICANO — Muchos cristianos están atrapados en la trampa de quejarse de todo y no hacer nada sobre ello, dijo el papa Francisco en su misa de la mañana.

El pecado de la pereza, marcado por una indiferencia negligente, apatía, y auto-compasión, es “un veneno, una niebla que envuelve al alma y no la deja vivir”, dijo en su homilía transmitida en vivo el 24 de marzo.

El papa comenzó la misa orando por los trabajadores de la salud y los sacerdotes difuntos que se infectaron con el coronavirus después de cuidar a pacientes enfermos con COVID-19.

Dio gracias a Dios por el “heroico ejemplo” de cuidar a los enfermos.

En su homilía, el papa reflexionó sobre la lectura del Evangelio del día, de san Juan, en la que Jesús va a las aguas de sanación de la piscina de Betesda en Jerusalén y ve a un enfermo sentado impotentemente junto a la piscina.

Para Jesús estaba claro que el hombre había estado enfermo por décadas, y le preguntó si quería ser sanado.

La respuesta del hombre, “es interesante”, dijo el papa, porque no responde con entusiasmo o decisión.

Simplemente se queja.

Y no se queja sobre su enfermedad, sino que lamenta que no haya nadie cerca para ayudarle y que todos los demás entren a la piscina antes que él, dijo el papa.

Jesús simplemente le dice que “Se levante, tome su camilla y ande”, lo cual hace. No sólo no expresa su gratitud, sino que más tarde identifica a Jesús ante los líderes religiosos que lo perseguirán por curar a alguien en el sábado.

El papa Francisco dijo que, a pesar de la dolencia física que pudiera haber tenido el hombre, lo que de verdad le enfermaba era “su corazón: estaba enfermo en el alma, estaba enfermo de pesimismo, enfermo de tristeza, enfermo de pereza”, culpando a otros y sin hacer nada él mismo por promover su propia sanación.

“El pecado de la tristeza es la semilla del demonio, la incapacidad de tomar una decisión sobre la propia vida, y de sin embargo mirar a las vidas de los demás para quejarse sobre eso, no para criticarlas, sino para lamentarse sobre uno mismo”, dijo.

“Me hace pensar en muchos de nosotros, muchos cristianos, que viven en este estado de pereza, incapaces de hacer nada, pero quejándose de todo”, dijo el papa.

Pidió que Dios ayude a la gente a darse cuenta de lo feo y perverso que es este pecado y a estar conscientes de los peligros de caer en esta trampa.

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