Obispos de la frontera hablan de un tipo distinto de crisis

El obispo Daniel E. Flores de Brownsville, Texas, aparece en la Convocación Católica de 2017 en Orlando, Florida. En una entrevista con el Catholic News Service en Baltimore el 12 de junio de 2019 durante la reunión de primavera de los obispos, el obispo Flores reconoció la necesidad de la iglesia de abordar el abuso sexual de los niños, pero dijo que también debe “expresarse” más firmemente sobre las enseñanzas de la iglesia con respecto a los migrantes, ya que especialmente los niños están siendo afectados por la situación a lo largo de la frontera. (Foto CNS-Bob Roller)

Por Rhina Guidos Catholic News Service

Mientras que la crisis de abuso sexual dominó la reunión de junio de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos en Baltimore, los prelados que trabajan en la frontera, como el obispo Daniel E. Flores de Brownsville, Texas, han estado enfrentándose a una crisis muy distinta, que también afecta a niños.

En menos de un año, se cree que al menos seis niños han muerto cuando se encontraban bajo la custodia de oficiales de inmigración de la frontera. Mientras que la inmigración de la frontera sur de los Estados Unidos anteriormente implicaba casi exclusivamente a hombres en busca de trabajo, hoy mujeres con niños, o incluso familias enteras son quienes recorren el peligrosísimo trayecto, huyendo de la pobreza y la violencia.

“Yo se que en esta conferencia ha dominado la cuestión de los abusos, y claramente tenemos que atender a los puntos principales para que quede claro que esto no se va a tolerar”, dijo el obispo Flores en una entrevista con Catholic News Service el 12 de junio.

Sin embargo, dijo, la iglesia también debe “expresarse” más fuertemente sobre su doctrina en lo que respecta a los migrantes, y la situación en la frontera es algo que afecta a los más vulnerables de la sociedad, incluyendo a muchos niños.

“Yo siento que como conferencia (de obispos), necesitamos expresar con más fuerza la defensa de la dignidad de los inmigrantes, de que no son criminales, y que son familias vulnerables y que necesitamos invitar a todos los gobiernos involucrados, no sólo a los Estados Unidos, a defender el derecho del migrante, de ser tratado como ser humano, a no puesto a un lado como que no importa y es un problema”, dijo el obispo Flores.

Se refería específicamente al anuncio reciente del gobierno de México diciendo que tomará medidas más estrictas para evitar el flujo de migrantes que viajan hacia el norte — una medida tomada para esquivar una amenaza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El presidente amenazó con imponer aranceles más altos para los productos del país que entran a Estados Unidos, a no ser que México haga más para evitar que los migrantes lleguen a la frontera.

“Los gobiernos no deberían tratar a los inmigrantes como peones, como peones de un juego de ajedrez”, dijo el obispo Flores, que también compartió planes recientes para un nuevo edificio para un centro que ofrezca una digna bienvenida a los migrantes cerca de las ciudades fronterizas de Brownsville y McAllen en Texas. Ambas ciudades pertenecen a su diócesis.

El centro, conocido popularmente como el “centro de respiro”, que dirige la hermana Norma Pimentel, directora ejecutiva de Caridades Católicas del Valle del Río Grande, ha atraído la atención nacional por su trabajo con recién llegados, proporcionando alimentos y ropa y ayudando a conducir a los migrantes hacia sus familiares en los Estados Unidos. Pero también, por diversas razones, ha tenido que trasladarse a por lo menos cuatro o cinco localidades distintas cerca de McAllen.

“Estamos en los preparativos finales” de elegir un diseño y hacer otras elecciones para un edificio permanente, dijo el obispo Flores.

La Universidad Georgetown ha estado colaborando, en Caridades Católicas, con la hermana Pimentel, miembro de las Misioneras de Jesús, junto con arquitectos, para identificar un edificio ideal, y también ha ofrecido asesoramiento para organizar una campana de capital para financiarlo, dijo el obispo Flores.

“Queremos un lugar seguro que puedan disfrutar las familias, un lugar seguro donde los niños puedan esperar y estar con sus mamás y papás… yo tengo sueño. que tengan un lugar con un poquito de espacio para que los niños puedan jugar fútbol, algo que les recuerde de la vida normal, porque tanto de lo que han vivido esta fuera de lo normal, estos chiquillos con sus familias”, dijo el obispo Flores. “Los pobres se merecen algo bonito”.

El obispo Flores dijo que también quieren construir una capilla en el centro permanente para las familias, observando lo que ha dicho el papa de que se debe prestar atención a las necesidades espirituales de los pobres.

“Estamos orando para que el Señor nos abra el camino”, dijo. “Estamos considerando los detalles sencillos, reconociendo espacios de oración, espacios verdes, algo que en este mundo cuesta dinero”, dijo. “Pero los pobres merecen lo mejor que podamos hacer por ellos”.

En el primer día de la reunión de obispos del 11 al 13 de junio se trató de la situación de la inmigración y de cómo la iglesia de los Estados Unidos está abogando por ciertos aspectos, pero parece existir una fuerte tensión con los oficiales de la administración Trump sobre la ayuda humanitaria y las políticas que perjudican a ciertos inmigrantes. Algunos prelados, como el obispo Flores, tienen que lidiar con los asuntos diariamente y ver cómo se desarrolla esta tensión en las consecuencias humanas producidas por las políticas de gobierno que se elaboran en Washington.

“Sé, pues, que la agenda de la reunión esta apretada”, dijo de la reunión de los obispos de junio. “Pero se hicieron algunos puntos importantes, y como conferencia, necesitamos llamar la atención a lo que se está viviendo en la frontera y con estas familias”.

El obispo Flores llamó la atención a una declaración del 10 de junio de los obispos mexicanos que ponían en cuestión el plan del gobierno de limitar el movimiento de los migrantes en México.

“Nuestros hermanos migrantes nunca deben ser moneda de cambio. Ninguna negociación debe colocarse por encima de lo que la iglesia y la sociedad civil han defendido por años: la no criminalización de los migrantes ni de los defensores de derechos humanos”, dijo la declaración. “Si hemos rechazado como mexicanos la construcción de un muro, no podemos convertirnos nosotros mismos en ese muro”, que detendría a los migrantes al sur de México.

Cuando el grupo de trabajo de los obispos de Estados Unidos que trabajan en inmigración hizo su presentación, el obispo Jaime Soto de Sacramento, California, pidió al grupo de obispos que explorara la posibilidad de unirse a sus hermanos obispos mexicanos, e incluso quizá incluir a obispos católicos de Centroamérica, “para hablar con una sola voz” en una declaración o carta conjunta que llame la atención sobre el tema.

“Lamentablemente, la administración vinculó el comercio y la inmigración en la reciente controversia sobre los aranceles y esto produce un escalofrío por toda la región, tanto aquí como en México”, dijo el obispo Soto. “Mi temor es que este asunto no ha terminado. Va a regresar. Habrá otra ronda… con esta especie de secuestro de inmigrantes y refugiados, y el uso del comercio como arma, y lo ofensivo que resulta todo esto”.

El 14 de junio, el obispo Joe Vásquez, de Austin y presidente del comité de asuntos de inmigración para la USCCB respondió con una declaración de apoyo.

“Nos solidarizamos con nuestros hermanos obispos en México. Suplicamos a la administración (de Trump) que no confunda los problemas económicos con los problemas humanitarios de la migración forzada. Las familias que huyen de la violencia, la persecución y la pobreza extrema deben ser tratadas con amor y compasión y no ser utilizadas como una herramienta para negociar”, dijo. “Como siempre, reconocemos el derecho de un país, de asegurar sus fronteras. Sin embargo, el Evangelio nos enseña a amar a nuestro prójimo. Este es el imperativo que debemos seguir al tratar a nuestros hermanos y hermanas migrantes con compasión y dignidad. Deberíamos estar trabajando con los gobiernos del Triángulo del Norte y el Gobierno de México para erradicar la violencia y mejorar las economías locales de donde las familias se ven obligadas a emigrar”.

El obispo Mark J. Seitz, que también trabaja en la frontera en la diócesis de El Paso, Texas, dijo que se daba cuenta de que la reunión de junio iba a estar prácticamente centrada en el establecimiento de un sistema de responsabilidad de los obispos, pero de todos modos trató de informar por su propia cuenta a sus hermanos obispos, “porque, igual que lo que se ve en el resto del país, los obispos tienen diversos niveles de comprensión de lo que está ocurriendo realmente”, dijo.

“Creo que todos empatizan con la situación de los migrantes, pero casi hay que estar ahí para apreciar (el problema)”, dijo. “He extendido muchas invitaciones para venir a El Paso y quedarse en mi casa, para que vean lo que es la realidad en la frontera”.

En El Paso, las organizaciones que ayudan a los migrantes han visto “una situación que ha cambiado rápidamente”, dijo el obispo Seitz, en forma de un bajo número de personas que han podido entrar en los Estados Unidos.

Esto es porque México “está representando un papel de cooperación con la administración Trump para regresar a los refugiados”, dijo.

Las organizaciones locales que antes recibían a unos 800 o más refugiados al día, ahora reciben a menos de 300, dijo.

“Ese cambio es muy drástico y, para mí, muy preocupante”, dijo. “¿Qué alternativas existen para las personas que vienen escapando de amenazas de muertes, amenazas contra sus familias? Creo que estamos encajonando a estas personas más y más y empujándolas a un rincón donde cada vez hay menos opciones”.

Y México es un lugar peligroso incluso para quienes ya viven allí, dijo.

“Todo el movimiento para declarar a México como un lugar seguro para el asilo político, para mí no es sostenible ni razonable, porque México está pasando por su propio caos y enfrentándose a la violencia; a pandillas que tienen como objetivo a los más vulnerables, y eso quiere decir, a las personas que van de paso. Para mí decir que es un lugar seguro para una persona buscando asilo es una lamentable evasión de la realidad”, dijo.

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