Llegan a Roma las respectivas reliquias del santo Padre Pío y San Leopoldo con motivo del jubileo

Por Cindy Wooden, Catholic News Service

ROMA (CNS) – Miles de personas aguardaron por horas fuera de una iglesia de Roma para darle un vistazo a los despojos mortales del santo Padre Pío y de San Leopoldo Mandic, respectivamente, dos capuchinos famosos por sus milagros y conocidos por las largas horas que pasaban en el confesionario.

El papa Francisco les pidió a los capuchinos que llevaran las reliquias del santo Padre Pío y San Leopoldo a Roma con motivo del Año de la Misericordia, especialmente para la celebración del 10 de febrero, Miércoles de Ceniza, y la comisión oficial de ser “misioneros de la misericordia”.

La carroza fúnebre en donde se transportaba el féretro de cristal del Padre Pío llegó unos 90 minutos tarde a la basílica de San Lorenzo, de Roma, el 3 de febrero, pues grupos de fieles a lo largo del camino obligaban a disminuir el paso desde su punto de salida de la Rotonda de San Giovanni, localizada a unas 235 millas (378 kilómetros) al sureste de la ciudad.

En grandes cartelones distribuidos por el centro de Roma se daban los detalles del horario se las Misas, los servicios de oración y otros actos de devoción, junto con una fotografía grande del Padre Pío y una más pequeña de San Leopoldo.

En las celebraciones, a San Leopoldo “se le da el segundo lugar, pero eso fu su vida”, dijo el padre capuchino Clayton Fernandes, secretario general de la orden religiosa. San Leopoldo fue cróata de nacimiento, fraile que llevó a cabo su ministerio en Padua, Italia y murió en 1942. El padre Fernandes dijo de él que “tenía cuatro pies con cinco pulgadas de alto ( un metro con 62 centímetros)” y se le conocía por sus profecías y su habilidad de levitación.

San Leopoldo era bien conocido en Croacia y en la región de Padua, pero su fama palidece frente a la que gozó el Padre Pío, quien nació en 1887 y murió en 1968.

Desde el año1918 hasta su muerte, el Padre Pío llevó los estigmas o llagas semejantes a las que Cristo padeció cuando fue crucificado.

“Durante 50 años el Padre Pío llevó las señales de Cristo”, dijo el padre Fernandes; sin embargo, las señales desaparecieron tan luego murió. Hubo acusaciones de que las llagas habían sido causadas por propia voluntad, pero el padre capuchino dijo que las habían examinado en una ocasión en la que el Padre Pío había sido sometido a una operación quirúrgica del apéndice y declararon que no creían que hubiesen sido causadas por propia mano.

“La gente se dio cuenta de que el Padre Pío era una persona especial con dones especiales”, dijo el padre Fernandes. Su dón principal era la habilidad de “leer los corazones y él le podía decir a uno lo que le pasaba antes de que uno se lo dijera”. Se dice también que tenía la facultad de estar o aparecer en dos lugares al mismo tiempo.

“El Padre Pío es alguien especial por estas y otras más razones”, dijo el padre Fernandes. “El Padre Pío se supo ganar el corazón de la gente porque hablaba de la realidad, la realidad que se vivía en las familias que luchaban en medio de dificultades económicas o porque alguien de la familia estaba enfermo”.

“Hoy en día necesitamos más personas que sean como el Padre Pío: sacerdotes, confesores; incluso, seglares que inviertan el tiempo necesario para escuchar al prójimo y que digan: ‘Me intereso en lo que usted está pasando. Quizá no puedo hacer mucho, pero recuerde usted, pienso en usted y rezo por usted’. Esto es lo que hizo el Padre Pío precisamente y lo que continúa haciendo”, dijo el padre Fernandes.

Al mismo tiempo, existen historias del Padre Pío en las que lo presentan gritándole a la gente y siendo duro con los penitentes. Al parecer, el Padre Pío, dijo el padre Fernandes, sabía lo que se necesitaba para atraer a las personas a su conversión, aunque no siempre lo hiciera de manera gentil.

“Era duro”, dijo el padre Fernandes. La gente acudía hacia él, esperando un milagro “sin ellos querer cambiar”.

“La conversión es un proceso que se inicia con uno mismo”, dijo. El Padre Pío o cualquier buen confesor, director espiritual o amigo puede ayudar en ese camino, pero para lograrlo hay que tomar una decisión personal.

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