La visita del papa a la ciudad de Chiapas, México, se ve como una afirmación del ministerio de diáconos indígenas

Por David Agren, Catholic News Service

BACHAJÓN, México (CNS) – El diácono Anselmo Hernández recibió una llamada la tarde de un reciente sábado, mientras caminaba por la calle principal de esta comunidad indígena del estado sureño de Chiapas, México con la que le avisaban que un vecino había muerto esa tarde.

En el lapso de una hora, el diácono ya había bendecido el féretro, había dirigido las oraciones en familia y había leído con ellos la Biblia.

“No hay muchos sacerdotes por acá, así que les ofrecemos ayuda dentro de lo posible”, dijo Hernández, quien cuenta con 64 años de edad, refiriéndose al papel de diácono que tiene al servicio de la comunidad del barrio de Guadalupe. “Mañana vendrá un padre a celebrar la Misa”.

Algunas comunidades, como la de Bachajón, han llegado a depender de diáconos indígenas como lo es Hernández, que tienen un papel importante al servicio de la iglesia y en la evangelización de personas que viven en remotas regiones del estado de Chiapas. En la diócesis de San Cristóbal de las Casas los servicios de sacerdotes escasean y en su mayoría la población indígena, muchos de ellos que hablan la lengua maya, han abandonado la Iglesia Católica en gran número.

Tal es la escasez de sacerdotes en Bachajón, que se sitúa en el altiplano de la región de Chiapas, que los habitantes de la localidad simplemente acuden a los diáconos indígenas en tiempos de necesidad. La Misa funeral a la que el diácono Hernández se refirió, diciendo que se celebraría al día siguiente, probablemente no tendrá lugar, de acuerdo con sacerdotes de la localidad de la misión jesuita de Bachajón, quienes dijeron que sería imposible cumplir las tareas de la iglesia si no se contara con la ayuda de los diáconos indígenas, cuyo papel no se considera subordinado al de los sacerdotes.

“Los sacerdotes (de acá) sirven de apoyo para el trabajo que realizan los diáconos”, dijo el padre jesuita José Avilés, vicario de Paz y Justicia de la diócesis de San Cristóbal de las Casas. “Ellos son los verdaderos pastores”.

Hernández es hombre casado y tiene 12 hijos con “unos 20 ” nietos. Él se cuenta entre cientos de diáconos indígenas ordenados  en tiempos del obispo Samuel Ruiz García de San Cristóbal de las Casas, quien murió en el año 2011 y quien se pronunció a favor de edificar “una iglesia autóctona”, en la cual la población indígena pudiera expresar su fe manifestada dentro de su propia cultura.

Tal experiencia pastoral, promovida como alivio de la perenne escasez de sacerdotes, atrajo un escrutinio desfavorable por parte del Vaticano y fue abolida casi inmediatamente después de la jubilación del obispo Ruiz en el año 2000. Sin embargo, con la elección del papa Francisco, la ordenación de diáconos indígenas, todos ellos casados, se ha restablecido en lugares rurales de Chiapas, junto con la aprobación de lecturas de textos litúrgicos traducidos a la lengua maya.

El papa Francisco visitará San Cristóbal de las Casas el 15 de febrero, en donde celebrará Misa para las personas de raza indígena. Los encargados de los preparativos han dicho que el papa leerá textos de las Sagradas Escrituras y rezará tanto en lengua tzotzil como tzeltal. En la celebración también se incluirá  a 300 diáconos indígenas, como Hernández, quien leerá un evangelio de San Mateo traducido a la lengua tzeltal.

La interpretación de los observadores de la diócesis de la visita del papa vendría a ser como una validación de este acercamiento pastoral en el que se incorporan a las comunidades indígenas dentro de la iglesia en sus propios términos. Y también ven un reconocimiento del legado del obispo Ruiz, quien con su praxis pastoral colocó a los pobres y a las personas de la periferia en el centro de su ministerio, ofreciendo un ejemplo primerizo del tipo de iglesia que el papa Francisco promueve.

“Una de las razones por la que visitará el lugar es la apreciación de lo que la diócesis ha hecho para la evangelización que no se ha debidamente celebrado”, dijo el padre jesuita Pedro Arriaga, vocero diocesano.

La praxis pastoral del obispo Ruiz en San Cristóbal de las Casas no había sido apoyada en años pasados, especialmente por el Vaticano. También fue causa de alegatos de que la iglesia se fuera a “diaconizar”, con más de 300 indígenas por entonces, que representaban más de la mitad del número total de diáconos que existía en México y del alegato que (con tal medida) se podría abrir la puerta para futuras ordenaciones sacerdotales de hombres casados.

“Solamente el sacerdote puede representar a Cristo y actuar en nombre de Cristo”, había asegurado en el año 2002 el cardenal Giovanni Battista Re, por entonces presidente de la Comisión Pontificia para Latinoamérica. “Nuestro deseo es que surjan vocaciones sacerdotales dentro de la familia respectiva de los diáconos, en donde muchos escogerán dedicar su vida completamente a Dios como sacerdotes”, había dicho.

El obispo Felipe Arizmendi Equivel, sucesor del obispo Ruiz, “obedeció a Roma siempre”, dijo el padre Avilez, y respondió a la prohibición con el reclutamiento de mayor número de seminaristas indígenas.

Los diáconos indígenas continuaron su trabajo durante el tiempo de la prohibición, pero su número había disminuido a través de los años, dijo.

El modelo del celibato tiene sus límites, de acuerdo con el padre Avilez. En Bachajón, se cuenta solamente con seis sacerdotes jesuitas, incluyendo tres mayores de ochenta años, que deben de atender a 600 enclaves de una región montañosa de caminos retorcidos y a una elevación sobre el nivel del mar de unos 7,000 pies ( ó sea 2133.6 metros de altura).

“Queremos tener muchas vocaciones de personas célibes”, dijo; “pero esto requeriría contar con unos 300 sacerdotes para esta región. El modelo del celibato no se presta a esta situación”.

Los diáconos celebran servicios de Comunión cada semana en muchos enclaves pues los padres jesuitas solamente pueden visitar los lugares entre meses. Aunque los diáconos no pueden celebrar Misa, sí se les permite presidir en matrimonios, ejecutar bautizos y distribuir la Eucaristía.

El obispo Ruiz no empezó con la idea de ordenar diáconos indígenas que fueran casados; por lo menos no en tan gran número, pero llegó a convencerse de la realidad de la necesidad de servir a una región con mayoría de población indígena.

El obispo Ruiz viajó incansablemente por toda la diócesis en donde muchas poblaciones se encontraban aisladas, desconectadas del mundo exterior sin caminos ni teléfono y en un tiempo en el que “se le negaba educación y servicios de salud” a la población indígena, dijo el padre dominico Gonzalo Ituarte Verduzco, quien ocupó el cargo de vicario diocesano bajo las órdenes del obispo Ruiz. A los indígenas “se les trataba como si fueran parte de ganado vacuno”.

El obispo Ruiz, con inspiración del Segundo Concilio Vaticano, le llevó la iglesia a los pobres en su propia lengua, lo que les disgustó a las clases de hombres de negocios y políticos, quienes anteriormente habían recibido las bendiciones del obispo por sus actividades. El obispo Ruiz entrenó a catequistas indígenas, quienes fueron los primeros diáconos casados e incorporó la idea de que en la iglesia local se debería incluir la cultura de los pueblos indígenas y no solamente proporcionarles a sus hijos el bautismo.

“En cada lugar se tiene un modo propio de experimentar la iglesia y acá Don Samuel (el obispo Ruiz) y los pueblos indígenas pidieron el derecho de vivir su fe de acuerdo con su cultura e identidad”, dijo el padre Ituarte.

“Si el pueblo es tzeltal y habla la lengua tzeltal, el Evangelio debe de ser en lengua tzeltal y debe de experimentarse como gente tzeltal que es; y las personas no tienen la necesidad de ser culturalmente mestizos para poder ser católicos”, dijo.

Sin embargo, partes del programa causaron controversia fuera de la diócesis. Las propias comunidades escogieron a sus candidatos, quienes tienen que demostrar antecedentes de servicio activo dentro de la iglesia. Después se someten a entrenamiento y estudian teología por varios años. Los hombres deben ser casados, consideración esta importante dentro de las comunidades indígenas para figuras de autoridad.

“En el contexto local, Don Samuel entendió que el sacerdocio tendría que ser un sacerdocio injerto en la cultura y que tal implicaba que hubiese sacerdotes casados. Eso fue el problema principal para muchos”, dijo el padre Ituarte.

“En el contexto del mundo indígena, un hombre casado tiene la autoridad de regir su propia casa; y de allí, puede ofrecer sus servicios a la comunidad”.

Hernández, ordenado en el año 2000, dijo que la prohibición de ordenaciones “nos dio el impulso de rezar para que nuestro trabajo fuera reconocido”. Hernández no recibe salario fijo sino solamente viáticos de autobús y comida mientras trabaja. Le gusta predicar y habla en contra de problemas locales. “Hay gente a la que no le caemos bien y a la que solamente le cae bien los que venden cerveza”.

No ha habido nuevas ordenaciones durante 14 años y el número de diáconos indígenas ha disminuido, lo que hace que Hernández se mantenga ocupado. “No tengo tiempo para cuidar mi milpa'”, dice, refiriéndose a un campito de maíz. La mayor parte de sus actividades son visitar a los enfermos y distribuir la comunión en comunidades de cultivadores de café, zonas que los sacerdotes visitan muy esporádicamente.

La lengua que utiliza para los servicios es la lengua indígena; servicios que incluyen homilías, cantos, oraciones y la imposición de manos, generalmente sobre la cabeza de los fieles. Se dan bendiciones y se ofrece la Comunión con hostias que los sacerdotes consagran y que se llevan a las “ermitas” que son los lugares de culto de las comunidades indígenas.

“No celebramos Misa”, dijo Hernández, “pero el servicio se lo llevamos a la gente”.

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