Hace dos semanas, los sacerdotes de la Arquidiócesis se reunieron junto con nuestros seminaristas para nuestra asamblea presbiteral anual en el Seminario de Saint Meinrad. Tradicionalmente nos reunimos en la primera semana de junio de cada año para la oración, la fraternidad y formación continua. Nos perdimos la del año pasado debido a las restricciones de COVID-19, y me perdí la mayoría de la asamblea en 2019 debido a mis tratamientos contra el cáncer.
Después de tantos meses de contacto limitado en persona, fue muy bueno para nosotros estar juntos en la Santa Eucaristía, en las comidas y apoyándonos unos a otros.
El padre sulpiciano Bob Leavitt, conocido por muchos del Seminario St. Mary en Baltimore, dio unas buenas pláticas sobre la evangelización en una era secular, y todos nos beneficiamos de sus ideas y del tono de sus presentaciones. Que apropiado fueron sus palabras mientras buscamos extender la mano para invitar a todos a regresar a la presencia en persona en la Santa Eucaristía en la era post-Covid.
En el último día de la asamblea, tuve el privilegio de iniciar una conversación de hora y media en un formato de preguntas y respuestas que permitió un intercambio libre con mis hermanos sacerdotes. El intercambio bueno y honesto es tan necesario hoy en día, y es especialmente importante que estemos presentes los unos a los otros. Rezo para que este intercambio sea un modelo saludable para la interacción el próximo año.
También di la homilía en la última celebración Eucarística y hablé sobre un presbiterio santo y saludable. Como una cuenta bancaria, realizamos tanto depósitos como retiros. Algunos sacerdotes son especialmente aptos para contribuir a la salud y vitalidad de nuestro presbiterio. Hace algunos años, uno de los nuestros, el padre Ron Knott, escribió un librito maravilloso titulado “Intentional Presbyterates”, en el que relataba el compromiso que debe tener cada sacerdote para construir el encuentro de sacerdotes con el obispo en cada diócesis. Debo decir que creo que el espíritu dentro de nuestro presbiterio es saludable y busca el camino de la santidad. No podría estar más orgulloso.
La homilía, basada en las lecturas del día, identificó tres marcas de un presbiterio saludable. El primero es un espíritu de reconciliación en el que nos facilitamos mutuamente dar el primer paso para decir: “Te perdono” o “Lo siento”. Como en una familia fuerte, esa capacidad de perdonar y ser perdonado es un signo de fortaleza y salud en el presbiterio. La segunda marca, de nuevo procedente de la Sagrada Escritura, es evitar el desánimo y, de hecho, ser “un hijo de ánimo”. En el mes de junio celebramos la fiesta de San Bernabé, cuyo nombre significa literalmente “hijo de ánimo”. Las palabras sinceras y alentadoras fortalecen el cuerpo del presbiterio.
La marca final de la escritura de la mañana nos invita a cada uno de nosotros a predicar a Jesucristo y no a nosotros mismos. Todo sacerdote comienza su ministerio buscando vivir como Cristo y predicarlo. Sin embargo, necesitamos animarnos unos a otros en nuestra oración, estudio y diálogo entre nosotros para seguir profundizando nuestra relación con Jesucristo de modo que nuestras palabras y acciones revelen al sacerdote como alguien que busca vivir como Jesucristo y ser un verdadero “alter Christus”.
El 24 de junio es la natividad de San Juan Bautista, el precursor de Cristo, quien, a través de un estilo de vida sencillo, una predicación audaz y valiente y un humilde señalamiento al Señor Jesús es un gran ejemplo para todo sacerdote. Él es quien dijo que debe disminuir para que Cristo pueda crecer. Por favor oren por nuestros sacerdotes que buscan servir a los fieles y que oran cada día por ustedes y el mundo entero. Oren para que seamos signos de reconciliación, de aliento y de Cristo vivo en nuestras vidas. Como San Juan Bautista, disminuyamos para que Cristo crezca. A medida que Cristo crezca, crecerá el espíritu de un presbiterio santo y saludable.