“Nacemos con este libro en nuestros corazones. Un libro pequeño: ciento cincuenta poemas; ciento cincuenta pasos erigidos entre la vida y la muerte; ciento cincuenta espejos de nuestras rebeliones y fidelidades, de nuestras agonías y resurrecciones. Mas que un libro, es un ser viviente que habla – que le habla a usted – que sufre, que gime y muere, que se levanta y canta, en el umbral de la eternidad – y que lo levanta y lleva lejos, usted y las centurias sobre centurias, desde el principio de los tiempos hasta el final”.
Que resumen de los Salmos – ¡poemas, pasos, espejos! Recientemente leí esta cita de un libro de 1970 escrito por Andre Chouraqui en un artículo en Cistercian Studies Quarterly por Sr. Marie-Christine Vilmain, una hermana de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia.
Esta oda a los Salmos dan una explicación de mi atracción por un día mensual en la Abadía de Getsemaní, el cual ha sido parte de mi vida en los últimos 8 años (aunque menos este año).
Cuando me uno al coro con los monjes en la oración matutina, hay una poesía silenciosa para el canto, y las palabras explican de los pasos de la vida a la muerte y resurrección. La imagen del espejo reflejando alegrías y angustias, como el docuemnto Gaudium et Spes del Vaticano II relata, es una imagen adecuada para ese día en donde estoy en oración.
Vale la pena leer el artículo de la hermana Marie-Christine. Ella utilizó dos palabras que me llevaron a profundizar en la apreciación sobre la atracción de oración en silencio y reflexión dentro de una comunidad. Una de ellas era “osmosis”. Recuerdo esta palabra de la clase de biología, al describir como los nutrientes son absorbidos por la membrana exterior del cuerpo por ciertas creaturas. En este contexto, osmosis describe el proceso de absorber los sentimientos de oración de una comunidad de monjes en oración. Yo me siento con los monjes en el lugar del coro y la bondad de los Salmos vividos cobra vida. De alguna manera las palabras se filtran en mi ser de una manera sencilla.
La otra palabra utilizada por el autor proviene del griego “kairos”. En griego hay dos palabras para tiempo. “Chronos”, de donde obtenemos “cronología”, es el tiempo medido que es un momento siguiendo otro así como el sol sale y se pone cada día con certeza infalible. El significado de “kairos” es diferente. Describe el tiempo que queda detenido y que parece eterno – cuando una gran decisión es tomada o el puro placer en la creación de Dios se hace cargo de nuestro corazón. Es ese tiempo en donde tomamos un paso atrás y vemos la vida enfrente de nuestros ojos.
El artículo relaciona kairos en el uso de la palabra del latín, “hodie” que significa “hoy” y que es utilizada solamente dos veces en todos los 150 Salmos. El primero es el Salmo 2 – “Yo te he engendrado hoy” – relacionado a la magnificencia de la creación. El segundo es el Salmo 95: “Ojalá pudieran hoy oír su voz, no endurezcan sus corazones…” – relacionado a decisiones que fluyen de nuestra recepción del plan de Dios en nuestras vidas.
Cuando oro el Oficio Divino cada día en mi breviario, tomo seriamente la responsabilidad como sacerdote de rezar estas oraciones “… por la Iglesia y por todo el mundo”. De alguna manera, en la Abadía de Getsemaní, parece ser más sencillo realizar esa conexión.
Gran parte de los Salmos es realmente una conversación entre Jesucristo y su Padre en los cielos. Por ello, en Lucas 24:44, Jesús se refiere al hecho de que Él no solamente rezó los Salmos (¡los Evangelios están llenos de estas referencias!) sino que Él también ha complementado los Salmos: ¡Él es nuestra muerte y resurrección!
El artículo concluye con una observación no tan obvia – fácilmente olvidada cuando oramos – que la oración por sí misma es una iniciativa divina con la cual cooperamos. Recuerdo una imagen de una plática de un retiro hace unos años que se refería a nuestras oraciones como chapoteando en el agua de la oración de Jesús. Nos unimos en esta oración, que no es nuestra pero de Él y que somos transformados. Seguramente la Oración Eucarística en Misa es el mayor ejemplo de este movimiento.
Así que cuando regreso después de un día en la Abadía de Getsemaní, me siento renovado y reanimado. Me siento agradecido por esos 150 poemas, pasos, espejos – y por los monjes que fielmente los rezan durante el día. La experiencia me da una pequeña idea de lo que pasó cuando los Evangelios nos dicen “Jesús se fue a orar”.