Esperanza En El Señor — ¿Qué le pedimos al Señor?

Archbishop Joseph E. Kurtz
Archbishop Joseph E. Kurtz

En la fiesta de Sta. Margarita de Escocia, el 16 de noviembre, esta es la homilía que pronuncié en la Basílica del Santuario Nacional de la Asunción de la Santísima Virgen María en Baltimore, Md en ocasión de la Misa de apertura de la reunión de otoño de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.

Que agradecidos le estamos los Obispos a usted, arzobispo Lori, y a todos los que están reunidos en esta hermosa Basílica de la Asunción. Por favor sepan de nuestras bendiciones para el cardenal Keeler y el cardenal O’Brien, sus predecesores.

Que bendecidos fueron los oídos del hombre ciego en la puerta de Jericó de escuchar la voz de Jesús. El hombre ciego gritó tan fuerte para llamar la atención de Jesús, y su corazón ha de haber estado abrumado cuando escuchó la tierna y gentil pero firme y penetrante voz del Maestro: “¿Qué es lo que quieres de mi?”

La Sagrada Escritura y la vida de los santos captan a aquellos cuyas palabras o acciones emergen de una solicitud de Dios en la oración. El rey Salomón en el Primer libro de Reyes solicita por una comprensión de corazón, y mucho más le fue dado.

En el año 167 a. C., los hijos asediados de Macabeo se encontraron así mismos siendo perseguidos por su fe en las manos del persa Antíoco Epífanes, que cambió sus lugares de culto en gimnasios, destruyó los pergaminos que contenían la Palabra de Dios y promovió un sincretismo religioso. Algunos dicen que si no hubiera sido por el testimonio fiel de los hijos de Macabeo, la verdadera fe del Judaísmo bien hubiera podido haber muerto. Así que cuando oraron para “permanecer fieles”, Dios escuchó su oración y dio fuerza para su testimonio fiel.

Jesús escuchó la oración del hombre ciego que Marcos llama Bartimeo, tan desesperadamente persistente, que no únicamente podía ver pero que también siguió a Jesús ese día y glorificó a Dios, guiando a todos los presentes a hacer lo mismo.

Nuestro santo de hoy, Margarita de Escocia, de manera similar solicitó muchas cosas en la oración. Nacida en 1046, vivió 47 años. Junto con su esposo Malcolm III de Escocia y sus ocho hijos, ella es testimonio a un alegre y fructífero matrimonio y uno que desbordó en generosidad hacia aquellos a su alrededor. El padre Leonard Foley en “Saint of the Day Volume 2” la llamó “… una mujer verdaderamente liberada — libre de ser ella misma — lo que para ella significaba amar a Dios y servir al prójimo”. Ella falleció en Edimburgo, Escocia y fue rápidamente reconocida y honrada por su santidad y generosidad. Oportunamente, celebramos la Misa votiva de aquellos que practicaron las obras de la misericordia como ella
probablemente oró: “Señor, déjame amarte al servir a mi familia y a los pobres en Tu nombre”.

¿Qué es lo que deberíamos de pedir nosotros los obispos a nuestro Señor Jesús? Pedimos por un corazón comprensivo; fidelidad en un ambiente de retos culturales; la habilidad de liderar con una voz moral creíble; la habilidad de ver a los vulnerables y a los que no tienen voz en nuestro entorno y nunca endurecer nuestros corazones; o la oportunidad de descansar en Jesús?

David Brooks en su libro nuevo, “Road to Character”, distingue entre dos tipos de virtudes: virtudes de currículum y virtudes de elogio. La primera es toda acerca de los talentos que se requieren para continuar adelante en la vida, la segunda es acerca de las profundas y duraderas que nos siguen a la eternidad y se quedan en los corazones de aquellos que recordamos después de que morimos. Estas virtudes de elogio incluyen integridad, comprensión, valentía y honestidad. Estas virtudes nos llevan al  respeto de uno mismo en lugar de la autoconfianza y la autoestima.

El padre Don Senior en su libro que se publicará en poco tiempo, “The Gift of Administration”, cita una palabra griega utilizada por un administrador en la Primera Carta a los Corintios de San Pablo: kubernetes. Que significa mover… guiar como en dirigir un barco por las aguas turbulentas. El Obispo siervo-líder busca el carisma de dirigir un curso recto.

Así, en medio de la corriente constante de problemas y desafíos y decisiones diarias que a un Obispo se le pide que haga, tal vez deberíamos pedir todas estas virtudes:

Señor, danos un corazón comprensivo, una voz moral creíble que manifieste a un testigo fiel, la vista de ver como Jesús ve y, como Margarita de Escocia, la habilidad de ser verdaderamente liberado, que para nosotros significa amarte a ti, nuestro Dios, y servir al prójimo en tu nombre. Ayúdanos a dirigir un curso recto.
Amén.

Arzobispo Joesph E. Kurtz

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