Esperanza en El Señor — Promoviendo la santidad de la vida

By Arzobispo Joseph E. Kurtz
 En 1973, cuando aun no tenía un año de ser sacerdote, escribí mi primera carta al editor. La decisión de la Suprema Corte en Roe versus Wade había sido emitida. Mi carta exclamaba por las necesidades de los seres humanos sin voz… el niño por nacer.

El paso que tomé hace 40 años ha desarrollado una fuerte defensa para cada ser humano, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Al defender y enseñar acerca de la santidad de la vida humana, siempre he tratado de comunicar con valor, compasión y civilidad. Hablo de esta convicción con el entendimiento de que mientras mis creencias son claramente formadas en la fe, mi oposición al aborto es compartida, a través de la razón, entre la gente con diferente religión o sin religión en lo absoluto.

Como católicos cristianos, una de las implicaciones de nuestra creencia en la Encarnación es que sí importa como tratamos a las personas en el aquí y ahora, y que un respeto por la dignidad de cada ser humano está en el núcleo de nuestras creencias acerca del aborto y otros asuntos de vida. Ya sea que el individuo en cuestión es un niño por nacer, un anciano al término de su vida, un asesino convicto, o una persona con discapacidades, el cómo tratamos a cada persona refleja nuestra humanidad. No puede haber desacuerdos con el estándar que Jesús estableció.

Durante el mes de enero, la Iglesia estuvo particularmente activa públicamente con ceremonias anuales como la Semana Nacional de Migración, La Celebración del Dr. Martin Luther King, y claro, La Marcha por la Vida, llevada a cabo localmente y en Washington, D.C. Todos estos esfuerzos nos recuerdan que nuestra fe no es un asunto privado. Somos llamados por nuestro bautismo a unirnos al ministerio de Jesucristo, y esto tiene lugar tanto en el santuario como en la comunidad.

Al abordar todas las cuestiones, la Iglesia busca enfocar su atención en las dimensiones morales y humanas de los asuntos. Como buenos ciudadanos, no imponemos verdades religiosas, tales como nuestras creencias en la Sagrada Eucaristía o los siete Sacramentos. Más bien, buscamos proponer verdades que no solamente tienen una dimensión religiosa pero que también son accesibles a través de la razón y que impactan al bien común. Por décadas, la Iglesia en los Estados Unidos se ha involucrado en el asunto del aborto, así como de otros asuntos importantes que impactan el bien común, como el cuidado de la salud, abolición de la pena de muerte, reducción de la pobreza, proporcionar vivienda accesible y alentar una reforma migratoria integral.

Al avanzar la ciencia en embriología, hemos aprendido más acerca de los niños por nacer. Sabemos que hay un ser humano único con su propio ADN que está presente desde el momento de la concepción. En una nación fundada en la verdad propia evidente de que todos son creados con un inalienable derecho por la vida, la destrucción deliberada de niños por nacer en su estado más vulnerable es una parodia. Es una respuesta violenta que no valora a las mujeres, niños, familias o el bien común. El beato Juan Pablo II nos recuerda: “En efecto, no es posible construir el bien común sin reconocer y tutelar el derecho a la vida, sobre el que se fundamentan y desarrollan todos los demás derechos inalienables del ser humano” (El Evangelio de la Vida, no. 101).

No podemos basar nuestros juicios morales o convicciones en encuestas de opinión, y las estadísticas pueden variar basados en el ejemplo y tipo de pregunta en cuestión. Sin embargo, es claro, de muchas encuestas y de una historia en la portada en la revista Time de que hay una conciencia creciente acerca de la necesidad de proteger la vida de los niños por nacer. Me siento alentado por el fuerte testimonio de aquellos que desean una voz fuerte por los que aun no nacen y que rechazan la falsa elección que es frecuentemente expresada entre la preocupación por la madre y la preocupación por el niño por nacer. Ambos, la mamá y el niño merecen nuestra preocupación y cuidado.

Invito a todos a unirse a los esfuerzos de la Iglesia y otros para ser testigos por la vida para tener un alcance hacia las madres y a las familias que se encuentran atravesando por situaciones difíciles. Catholic Charities, the Family Ministries Office, Opportunities for Life, Iglesias individuales y muchos centros de recursos de embarazo en nuestra comunidad llegan a muchos, pero aún queda mucho por hacer. Nuestros esfuerzos siempre deben ser basados en la compasión.

Como individuos creados por el Dios del amor, nuestra vocación es amar. Al recordar esa decisión fatal de hace 40 años, buscamos la gracia de Dios para construir una cultura de vida con valor, compasión y civilidad.

Horas Santas

Nuestro testimonio a una cultura de vida debe ser basado en la oración. Quiero recordarles a todos los católicos acerca de las Horas Santas Eucarísticas por la Vida, Matrimonio y Libertad Religiosa que serán llevadas a cabo en los próximos meses. Cada evento cuenta con la Misa, seguido de una Hora Santa un sábado por la mañana. Puede encontrar el calendario en www.archlou.org/liberty.

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