“El poder de la gracia… se activa y crece en la medida en que salimos…. a darnos y a dar el Evangelio a los demás.” Estas palabras del papa Francisco son de la homilía de la Misa Crismal del Jueves Santo.
El día anterior a la publicación de esta columna, más de 100 sacerdotes, diáconos, líderes consagrados y laicos pastorales se reunirán en el Flaget Center para un Instituto de Liderazgo Arquidiocesano para prepararse para la nueva evangelización. Nos reunimos nosotros mismos y los Evangelios.
Considere que pasa cuando nuestro “ser” y el Evangelio se reúnen al considerar como mejorar nuestra proclamación de los Evangelios. Hay una interacción… lo que frecuentemente llamamos una sinergia en donde un elemento se pega a otro, y al pegarse, ambos elementos (por ejemplo, nuestro “ser” y la proclamación de los Evangelios) se vuelven mejores y más fuertes. El papa Francisco llama a esta interacción y a su resultado “la gracia se activa y crece”. He estado pensando acerca de esta homilía de la Misa Crismal desde que la dio el Jueves Santo.
Uno de nuestros temas este año para la nueva evangelización ha sido “Ore Primero”. Cuando primero oramos, por ejemplo, con las próximas lecturas para el fin de semana, nosotros, de algún modo, tomamos el Evangelio con nosotros: las buenas nuevas de Jesucristo y también las de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Cada vez que meditamos a solas, en Misa, o en grupos pequeños, somos moldeados nuevamente por las palabras del Evangelio. Quizás eran las palabras del mismo Jesús, una de sus parábolas, o un milagro o algún hecho grande y heroico.
En efecto, durante estos primeros días de la Pascua, somos llevados a una reflexión sobre Sus apariciones después de la Resurrección. Recuerdo realizando un retiro años atrás dirigido por Fr. George Aschenbrenner, S.J., sobre las apariciones posteriores a la resurrección de Jesucristo. Especialmente me gusta San Juan, pero todas tienen una riqueza y proveen un maravilloso cimiento para la oración. Conté solo cinco capítulos para leer las cuatro narraciones de los Evangelios sobre la resurrección y las apariciones de Jesús.
El papa Francisco dice que las palabras del Evangelio son proclamadas de una mejor manera a través de “nosotros mismos”: a través de las vidas de testigos fieles. En el centro de la nueva evangelización está el testimonio real y creíble del Evangelio vivido. Las personas pueden detectar un vivir auténtico del Evangelio. Es por ello que muchos son atraídos rápidamente hacia el papa Francisco. El paga la renta del hotel y las personas ven el Evangelio alumbrado con luces de neón. El mismo patrón pareció haber seguido a la Madre Teresa de Calcuta y, sospecho también a San Francisco de Asís.
Nuestro Santo Padre además está diciendo algo más. Sin el Evangelio, dándonos nosotros mismos puede volverse una acción narcisista. Todos conocemos a gente que tienen un poco demasiado “yo” en su dar. Jesús dijo algo acerca de eso al escoger al publicano en la banca trasera en lugar del fariseo quien se encontraba sentado enfrente de la sinagoga diciéndole a Dios todas las razones por las cuales ¡Dios debería amarlo!
A propósito, si Ud. quiere identificarse con una de las principales figuras en las narrativas posteriores a la resurrección, siga a San Pedro. El impetuoso Pedro de los primeros Evangelios, humillado por su triple negación de Jesús en el tiempo de la Pasión, es cambiado. El se encuentra nadando en la orilla a la vista del Maestro Resucitado y escuchando cuidadosamente al consejo de Jesús “alimenta a Mis ovejas” como una manera de completar su amor por Jesús. Después continúe leyendo los Hechos de los Apóstoles, y Ud. verá al humilde y creíble testigo de Pedro, quien con todo su corazón predicó no a sí mismo pero el Evangelio de Jesús.
En su homilía del Jueves Santo, el papa Francisco dijo algo más a los sacerdotes que al principio no estaba seguro y tuve que pensar más sobre ello. El dijo que el sacerdote que nunca sale de sí mismo y unge poco se convierte en un gestor que nunca escucha palabras cálidas y sinceras de agradecimiento, y pierde el celo (diligencia).
La parte que necesitaba de pensar no era el llamado de ir y ungir ni la parte de mantener el celo (diligencia). Era la parte de nunca escuchar “palabras cálidas y sinceras de agradecimiento”. Al principio esto me pareció un poco egoísta. Después de todo, mientras que a todos nos gustan las palabras cálidas de agradecimiento, esto no debería de ser el por qué servimos.
Después reflexioné en que el Papa está diciendo algo más. Es esto: nuestro celo (diligencia) es moldeado en comunión con otros. Pongámoslo simple, para ser evangelizadores necesitamos de cada uno de nosotros. Ninguno tiene todos los dones, y sin embargo, cada uno tiene algunos. Siendo por nosotros mismos, o nos sentamos en nuestros escritorios o nos convertimos en una víctima solitaria que no anuncia al Mesías pero que pretende ser uno. Sabemos esto de seguro cuando no podemos aceptar el rechazo por nuestros esfuerzos. No, el verdadero evangelizador que trae consigo a sí mismo y al Evangelio a la empresa está en la búsqueda de colaboradores en su ministerio. Y adivinen que pasa en esta colaboración: el evangelizador se topa con “palabras cálidas y sinceras de agradecimiento” y ¡son profundizadas en su celo (diligencia)!
Dejemos que “la gracia se active y crezca”. Lea las apariciones de la Resurrección, hágalas propias y salga a dar de sí mismo y el Evangelio a otros. Hágalo por Cristo y hágalo con otros. Y acepte esas “palabras cálidas y sinceras de agradecimiento” en el camino como un medio para mantener y hacer crecer su celo (diligencia).
ARZOBISPO JOSEPH E. KURTZ