Esperanza en El Señor — El poder de una visita de hospital

Arzobispo Joseph E. Kurtz
Arzobispo Joseph E. Kurtz

Recientemente recibí una copia de una carta escrita a uno de nuestros sacerdotes en la Arquidiócesis. Describe que tan poderoso un pequeño acto de llevar a cabo un alcance puede llevar a grandes efectos en las vidas de otros. El sacerdote fue halagado por una visita al hospital en el año 2003 y de los frutos obtenidos por ello. Cada vez que leo la carta, derramo una lágrima al releer la historia. Estos son algunos extractos de esta carta:

Esta carta finalmente se escribe, y primeramente tengo que disculparme de que me haya llevado tanto tiempo en escribirle. El Espíritu Santo me ha estado alentando por un tiempo …

Antecedentes: Mi mamá había sido una católica practicante durante su primer matrimonio pero cuando se divorció, dejó la Iglesia católica. Basada en su naturaleza autocrítica, sospecho que era porque ya no se sentía digna de ser católica …

Creo que era el año 2003 donde por primera vez le llamé a usted al hospital para ministrar a mi madre. … Cuando llegué al hospital al día siguiente de que ella fuera admitida, noté que estaba frotándose dos dedos de la misma mano. Ella aún no podía hablar o abrir sus ojos en ese momento. Llamé a su hermana, quien me dijo que le llevara a mi madre un rosario. Fui a la tienda del hospital por uno. Cuando se lo llevé al cuarto y lo coloqué en sus manos, inmediatamente siguió las cuentas del Rosario hasta llegar al crucifijo y comenzar lentamente el Rosario. Fue el momento más hermoso y conmovedor. Aun puedo cerrar mis ojos y verla con su Rosario claramente. Después llamé a la parroquia y pregunté si un sacerdote podría venir al hospital a ver a mi madre. Usted vino dentro del lapso de una hora y yo le pedí lo que era desconocido para mí en ese momento, una solicitud muy significativa. Le pedí que rezara el Rosario para que mi madre lo escuchara. Usted no se inmutó; sino que se puso a rezarlo. Es como si usted supiera de que rezando el Rosario le daría consuelo a mi madre. 

Ese día en el hospital comenzó un ministerio que duraría cuatro años. … No creo que usted faltó una sola semana a verla en todos esos años. Creo que es importante mencionar que ella nunca pudo asistir a Misa y hasta donde sé, ella nunca contribuyó limosna alguna a su parroquia. Sin embargo, usted nunca dejó que eso le impidiera venir a verla. Usted sabía que ella lo necesitaba, y usted sabía que ella necesitaba la seguridad del perdón de Dios. Usted rió y lloró con ella, usted la amó cuando ella se sentía que no merecía ser amada. Usted le dio paz y por ello, usted alivianó su dolor y sufrimiento cuando más lo necesitaba.

Como resultado de su ministerio, cosas maravillosas le han pasado a mi familia:

1. Mi hermano mayor dejó de fumar y tomar y ahora es un hombre más feliz

2. Mi hermano ha estado asistiendo a su parroquia por los últimos meses y siente que se encuentra en su propia jornada espiritual.

3. Yo seré confirmada en la Iglesia católica el próximo mes aquí en Louisville.

Nunca podremos terminar de agradecerle todo lo que hizo por nuestra madre. … Gracias desde lo más profundo de mi corazón por vislumbrar lo que significa ser católico … Yo espero con interés mi confirmación y por comenzar mi servicio en la Iglesia católica. 

Este sacerdote simplemente puso en práctica “el arte de acompañamiento”, el cual describí en mi primer discurso presidencial a los obispos de los Estados Unidos el mes pasado: “Y porque, como lo indica San Juan Pablo II, ‘la Iglesia es casa y familia para todos, especialmente para cuantos están fatigados y cargados’, debemos buscar especialmente a aquellos que sufren bajo el peso de las dificultades que las familias enfrentan hoy en día, recordando de ver primero a la persona, caminar con ellos y apuntar el camino hacia Dios”.

“Todos nos esforzamos por ser pastores fieles, así que sabemos como es. Piensen en las visitas a hogares que todos hemos hecho en las parroquias. Cuando yo he ido a casa de alguien, no comenzaría a decirles como arreglar sus muebles … o dándoles una lista de reglas. Más bien primero pasaría un tiempo con ellos, tratando de apreciar la bondad que vi en sus corazones. Lo reconocería, así como ellos, yo me encontraría en el proceso de conversión hacia mayor santidad. Los invitaría a seguir a Cristo, y me ofrecería a acompañarlos para que así juntos sigamos la invitación del Evangelio de alejarnos del pecado y seguir nuestra jornada. Tal acercamiento no está en oposición a las enseñanzas de la Iglesia; es una afirmación de ellas.”

¡Tan poderoso testimonio comenzando con una simple visita de hospital! A menudo uno no llega a ver los frutos de una semilla plantada. Esta carta da testimonio a las maneras en como Jesús mueve los corazones hoy en día así como lo ha hecho en cada época de la Iglesia.

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