Esperanza en El Señor — Así como tu padre es misericordioso

Archbishop Joseph E. Kurtz
Archbishop Joseph E. Kurtz

En el sexto capítulo del Evangelio de San Lucas, Jesús da lo que ha sido llamado “el Sermón del Llano” como “el Sermón de la Montana” en el Evangelio de San Mateo capítulos 5 al 7, San Lucas expone la riqueza de la enseñanza de Jesús. Un pequeño versículo contiene el tema que el Papa Francisco seleccionó para el Año Jubilar de la Misericordia, el cual comenzó la semana pasada. Después de que Jesús habló de que su Padre en los cielos es bondadoso hacia los “desagradecidos y malos”, es: “Sé misericordioso como tu Padre es misericordioso”.

En estas pocas palabras, Jesús nos lleva al camino de la misericordia. Siempre involucra dos pasos. Somos llamados a ser misericordiosos con los demás, pero primero experimentamos, como dice el Papa Francisco “…una experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura”.

Nuestro Santo Padre continua explicando: “Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia… Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado” (Misericordia Vultus, n 2).

Este no es un año para que un acto rápido de misericordia se incluya en nuestra atiborrada agenda. No. Es un llamado a peregrinar – una jornada de misericordia. Nosotros los católicos, con los pies bien puestos en la tierra, siempre parecemos tener una acción externa que acompaña y hace real nuestra conversión interna. Así que nuestro año comienza con una jornada a través de una puerta. Este domingo pasado bendije y caminé por esas dos puertas – una en nuestra Catedral en Louisville y la otra en la Basílica de St. Joseph Proto-Cathedral en Bardstown. Este peregrinar me llevó a unirme con otros sacerdotes en Passionist Monastery en Louisville para una Hora Santa y oportunidad para el Sacramento de la Reconciliación el miércoles, 16 de diciembre.

La misericordia y la conversión van de la mano. Jesús, después de haber mostrado misericordia en los Evangelios, siempre parecía decir, “Vete y no peques más”. He visto viva esta dinámica con más frecuencia en años recientes. La Conferencia de Hombres y la Conferencia de Mujeres son dos grandes ejemplos. Parece haber más y más experiencias de la gran misericordia de Dios cuando los participantes se van a confesar y comienzan de nuevo.

La misericordia es también acerca de tomar un paso de invitar a aquellas personas que han sido identificadas como distantes de Cristo y su Iglesia. Hay muchas razones del por qué los católicos dejan la Iglesia: puede ser que se hayan alejado o vivido una dificultad matrimonial, una situación dolorosa, circunstancias abrumadoras en la vida, desacuerdos sobre las enseñanzas de la Iglesia o desilusión sobre una persona o parroquia. Este proceso de “Conexión Católica” es simple: de una manera confidencial, un feligrés identifica a un miembro de la familia o amigo que pueda apreciar una invitación a regresar a la Iglesia. Una carta respetuosa será enviada en enero a aquellas personas cuyos nombres hayamos recibido para invitarlos a sesiones de escucha en febrero y ofrecer cualquier otra asistencia que sea necesaria. De manera, que a través de este proceso, realizaremos un alcance hacia las personas, escucharemos, pediremos perdón si se ha hecho algo mal y les daremos la bienvenida de nuevo. Si ustedes conocen a alguien que puede beneficiarse, háganoslo saber, vaya a www.archlou.org/welcomeback.

La belleza de esta gran idea del papa Francisco es que el Padre misericordioso siempre nos guiará de manera más profunda en el misterio de la misericordia, lo cual es la manera como el amor de Dios mostrado a personas imperfectas y pecadoras como nosotros los seres humanos se ve. “Dios amó tanto al mundo que le dio a su Hijo único para que los que crean en Él no mueran sino que tengan vida eterna” (Juan 3:16). Y sin desmayo, Jesús siempre nos guiará a una vida llena de misericordia en nuestras relaciones con otras personas.

A principios de los años ochenta, recuerdo haber leído sobre la misericordia de Dios en la encíclica de San Juan Pablo II, Dives in Misericordia (Rico en Misericordia Carta a los Efesios 2:4) y después el haber vivido el segundo Domingo de Pascua como “Domingo de la Divina Misericordia”. Ahora ese obsequio de la misericordia es conectado por el lema del papa Francisco “Miserando atque eligendo” que nos recuerda la mirada misericordiosa de Jesús cuando llamó a Mateo el recaudador de impuestos, quien al haber vivido la misericordia de Cristo después se volvió el gran apóstol y evangelista, San Mateo. Por ello, en Adviento pasamos por la Puerta de Misericordia y recibimos el Sacramento de Curación de la Reconciliación para que juntos podamos ser instrumentos de la misericordia de Dios para con los demás.

Arzobispo Joseph E. Kurtz

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