Por Carol Glatz, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — El Papa León XIV rezó por la intercesión maternal de la Santísima Virgen María para que ayude a las naciones a evitar la mentira y el odio, y enseñe a los líderes a proteger la dignidad de toda vida humana.
También rezó para que las familias encuentren fuerza, los jóvenes encuentren sentido y las personas de fe busquen una mayor comunión porque “dentro de la Iglesia, Madre, tus hijos no podemos estar divididos”.
En su homilía durante la Misa por la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe en la basílica de San Pedro el 12 de diciembre, el Papa León también pidió a María que lo apoyara en su ministerio como sucesor de San Pedro y concediera que, “confiando en tu protección, avancemos cada vez más unidos, con Jesús y entre nosotros, hacia la morada eterna que Él nos ha preparado y en la que tú nos esperas”.
Aunque era su primera Misa como Papa con motivo de la festividad mariana en el Vaticano, como cardenal Robert F. Prevost, el Santo Padre ya había sido el celebrante principal en el altar durante la Misa guadalupana del 12 de diciembre de 2024 y 2023, cuando era prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina. El Papa Francisco había presidido ambas misas, pero debido a episodios de enfermedades, permaneció sentado durante las celebraciones y pronunció la homilía.
El Papa León, quien pasó más de dos décadas como misionero en Perú, pronunció la homilía de este año en español y recordó cómo las apariciones marianas de 1531 en Tepeyac, México, despertaron “en los habitantes de América la alegría de saberse amados por Dios”.
La devoción a Nuestra Señora de Guadalupe está profundamente arraigada en América Latina. Según la tradición, la Virgen María se apareció a San Juan Diego, un humilde indígena mexicano, y dejó su imagen impresa en su tilma o manto. Se dice que ella le aseguró en su lengua materna que no temiera porque “¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?”, ofreciéndole protección, salud y seguridad en los pliegues de su manto.
“Es la voz que hace resonar la promesa de la fidelidad divina, la presencia que sostiene cuando la vida se vuelve insoportable”, especialmente “en medio de conflictos que no cesan, injusticias y dolores que buscan alivio”, dijo el Papa León.
Su maternidad “nos hace descubrirnos como hijos” y “como hijos, nos dirigiremos a ella para preguntarle” qué hay que hacer, especialmente “cómo avanzar en la fe cuando las fuerzas decaen y crecen las sombras”, dijo el Papa. Refiriéndose a su hijo, Jesús, ella “con ternura nos dirá: ‘Hagan lo que Él les diga’”.
El Papa León rezó entonces por la intercesión de María, diciendo, “Y como hijo te pido: Madre, enseña a las naciones que quieren ser hijas tuyas a no dividir el mundo en bandos irreconciliables, a no permitir que el odio marque su historia ni que la mentira escriba su memoria”.
“Muéstrales que la autoridad ha de ser ejercida como servicio y no como dominio”, dijo.
“Instruye a sus gobernantes en su deber de custodiar la dignidad de cada persona en todas las fases de su vida”, y que estas personas creen lugares “donde cada persona pueda sentirse bienvenida”.
Rezó para que la María acompañe a los jóvenes para que puedan encontrar en Cristo la fuerza “para elegir el bien y el valor para mantenerse firmes en la fe, aunque el mundo los empuje en otra dirección”.
“Muéstrales que tu Hijo camina a su lado. Que nada aflija su corazón para que puedan acoger sin miedo los planes de Dios”, dijo, rezando para que ella también ayude a mantener a los jóvenes a salvo de “las amenazas del crimen, de las adicciones y del peligro de una vida sin sentido”.
“Busca, Madre, a los que se han alejado de la santa Iglesia”, dijo. “Que tu mirada los alcance donde no llega la nuestra, derriba los muros que nos separan y tráelos de vuelta a casa con la fuerza de tu amor”.
El Papa León le suplicó entonces a María Santísima que tocara los corazones de aquellos “quienes siembran discordia hacia el deseo de tu Hijo de que ‘todos sean uno’ y los restaures en la caridad que hace posible la comunión, pues dentro de la Iglesia, Madre, tus hijos no podemos estar divididos”.
“Fortalece a las familias”, rezó. “Que, siguiendo tu ejemplo, los padres eduquen con ternura y firmeza, de modo que cada hogar sea escuela de fe”.
El Santo Padre rezó para que quienes enseñan se sientan inspirados a compartir la verdad “con la dulzura, precisión, y claridad que nace del Evangelio”, y rezó para que el clero y los hombres y mujeres consagrados encuentren apoyo y aliento para ser fieles, devotos y revitalizados.
“Virgen Santa, que, como tú, conservemos el Evangelio en nuestro corazón”, dijo, y ayudemos a los cristianos a comprender que “aunque destinatarios, no somos dueños de este mensaje, sino que, como san Juan Diego, somos sus simples servidores”.
