Por Marnie McAllister, Editoradel periódico The Record
Decir que el futuro de la Iglesia católica en los Estados Unidos es hispano no es una exageración. De hecho, es literalmente cierto.
Según la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, aproximadamente el 60 por ciento de los católicos estadounidenses menores de 18 años son hispanos. Solo alrededor del 55 por ciento de la población católica total de los Estados Unidos es blanca.
Si la Iglesia quiere ser dirigida por católicos comprometidos y bien formados en el futuro, la formación para los jóvenes hispanos debe convertirse en una prioridad para las diócesis, dijo el padre Rafael Capó durante una reciente visita a Louisville.
El padre Capó es el director ejecutivo del Instituto Pastoral del Sureste (SEPI), con sede en Florida. El dirigió un día de reflexión para los católicos hispanos en la Arquidiócesis de Louisville el 27 de abril en la iglesia de San Juan Pablo II.
Habló con los participantes, una mezcla de jóvenes adultos, padres de familia y algunos adolescentes sobre la necesidad de desarrollar a líderes jóvenes.
Durante una entrevista posterior, dijo: “Tenemos a grandes personas; necesitamos empoderar y abrir puertas para ellas.”
“Es muy importante identificar a los líderes latinos emergentes”, dijo. “Ellos son la mayoría, pero están subrepresentados en los niveles oficiales.
“Las diócesis y las parroquias deben proporcionar formación de calidad, recursos y espacio para los jóvenes latinos para prepararlos para el ministerio a la iglesia en general”, indicó. “Necesitamos que estén conscientes de que están llamados a servir a la iglesia y hacer espacios para que sean líderes”.
El padre Capó observó que la Iglesia en los Estados Unidos generalmente ha colocado a los católicos hispanos en roles de liderazgo dentro de sus propias comunidades, en lugar de en la iglesia en general. Pero la Iglesia, dijo, necesita “integración eclesial – valorar la diversidad y las diferencias, trabajar como una sola Iglesia”.
Las tensiones entre los diversos grupos y comunidades dentro de la Iglesia, observó, han existido desde el primer Pentecostés.
Siguiendo adelante, sugirió que la Iglesia de los Estados Unidos revise su propia historia en la que los católicos inmigrantes enriquecieron sus comunidades con los valores que trajeron a los Estados Unidos.
Con eso en mente, “Permita que los valores de la familia hispana enriquezcan nuestras comunidades en nuestras Iglesias hoy”, dijo. “Los hispanos tienen mucho que compartir con respecto a la vida familiar”.
La vida familiar fue una de las tres prioridades identificadas por los participantes en el V Encuentro, un proceso de un año que incluyó una reunión nacional de católicos hispanos en Texas en 2018. El proceso continúa ahora en las regiones, diócesis y parroquias con un ojo en la planeación para el futuro.
Además de la vida familiar, las prioridades son la formación y la juventud. Y cada uno está conectado, mencionó el padre Capó.
La Arquidiócesis de Louisville ya ha comenzado a trabajar en estas prioridades, señaló Eva González, directora del Ministerio Hispano para la Arquidiócesis. Ella dijo que cuatro jóvenes adultos planean asistir a programas sobre formación de liderazgo y enseñanza social católica este verano.
La Oficina de Ministerio Multicultural también ofrece retiros para adolescentes y familias, así como días de reflexión y un programa para parejas. Estas cosas son un buen comienzo, dijo.
“Necesitamos acompañar a nuestros jóvenes en su jornada de fe; escucharlos es clave” mencionó.
Ella espera que se abran más oportunidades para que los jóvenes sirvan en parroquias como lectores, ministros de hospitalidad y en otros roles.
Durante el día de la reflexión, los jóvenes y los adultos participantes respondieron a preguntas sobre su fe y su vida en la Iglesia. Sus respuestas serán compiladas e incluidas en el Diálogo Nacional, dijo González.
Las preguntas incluyeron cuestiones planteadas en el proceso del Encuentro e ideas relacionadas con el Sínodo mundial del Vaticano sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, que se celebró en el 2018.
Entre las preguntas y respuestas había signos de esperanza y desafíos para la Iglesia.
Cuando se les pidió que describieran su experiencia de la Iglesia en tres palabras, los jóvenes dijeron cosas como “compasiva, informativa y aburrida” y “familia, caridad y comunión”.
Se les preguntó sobre un momento en que su fe hizo una diferencia en sus vidas, los jóvenes indicaron los sacramentos, retiros espirituales y Encuentro.
Se les preguntó a los padres cómo la iglesia podría ayudar a su familia y a sus hijos a responder a la llamada de Dios. Ellos sugirieron que la iglesia ofreciera talleres sobre temas controversiales, mantenerse activa en las redes sociales y proporcionar más tiempo con los sacerdotes y la formación.
Entre las respuestas de los padres de familia se mencionó que los hijos piensan que algunas de sus tradiciones, como las cenas familiares son de forma anticuada, pero que continúan esas tradiciones.
González mencionó que es importante preservar tales tradiciones familiares y culturales al tiempo que el objetivo de la iglesia es empoderar a los jóvenes.
“Al final, somos una gran familia y necesitamos apoyarnos unos a otros en unidad como el cuerpo de Cristo”, agregó.