Por Eva Gonzalez
Mayo es el mes de devoción a la Santísima Virgen María quien tiene un papel prominente en las Escrituras y en la tradición de la Iglesia.
A través del Antiguo Testamento en Génesis, el primer libro del Pentateuco, encontramos la primera referencia de María. La cual dice:
“Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza mientras tu herirás su talón”.
La Virgen María, al contrario de Eva, actúa en unión con Dios y se convierte en la nueva Eva cuya misión se encontraba conectada a la de su hijo Jesucristo en el plan de salvación de Dios; entre otras referencias encontramos Isaías 7:14 y Miqueas 5:2.
En el Nuevo Testamento, el Evangelio de San Lucas describe a María de manera atenta, escuchando al ángel en la Anunciación confiando en sus palabras y respondiendo fielmente. Su respuesta es un glorioso “fiat” – un evento que se convierte en el eje del plan de salvación de Dios para toda la humanidad a través de Jesucristo.
La Virgen María, en su libertad, escoge seguir el camino del Señor convirtiéndose en la Inmaculada Concepción y en la morada de la Palabra hecha Carne. El pasaje de Lucas 1:42 describe a María de manera activa quien inmediatamente siguió su llamado a servir respondiendo con caridad en la Visitación donde Isabel la saluda exclamando “¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” Y María, una mujer de oración, proclama su maravilloso Magnificat.
El Catecismo de la Iglesia Católica #2679 indica “María es la orante perfecta… cuando le rezamos, nos adherimos con ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado, acogemos en nuestra intimidad a la madre de Jesús, que se ha convertido en la Madre de todos los vivientes. Podemos orar con ella y orarle a ella. La oración de la Iglesia está como apoyada en la oración de María y con ella está unida en la esperanza”.
María también ha sido mencionada en varios documentos de la Iglesia. Uno de ellos es Marialis Cultus publicado en 1974 durante el pontificado del papa Pablo VI. El documento provee un mejor entendimiento al ver a María en relación a la liturgia, como modelo de la Iglesia y a través de la devoción en donde indica:
“La piedad hacia la Madre del Señor se convierte para el fiel en ocasión de crecimiento en la gracia divina: finalidad última de toda acción pastoral.”
María es conocida bajo diversas advocaciones e incluso en un mismo país la gente la venera bajo más de un nombre. Esta es la razón por la cual solo algunos nombres son citados. Estos son: Nuestra Señora de Fátima en Portugal; Nuestra Señora de Lourdes en Francia; Nuestra Señora de Knock en Irlanda; Nuestra Señora del Pilar en España; Nuestra Señora de Akita en Japón; Nuestra Señora de Kibeho en Ruanda; Nuestra Señora de Guadalupe en México; Nuestra Señora de Luján en Argentina; Nuestra Señora de Copacabana en Bolivia; Nuestra Señora de Chiquinquirá en Colombia.
Entre otros se encuentran Nuestra Señora de Suyapa en Honduras; Nuestra Señora de Coromoto en Venezuela; Nuestra Señora de la Divina Providence en Puerto Rico; Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Cuba; Nuestra Señora del Rosario en Guatemala; Nuestra Señora de la Paz en El Salvador; la Inmaculada Concepción en Estados Unidos y Corea; Nuestra Señora de La Vang en Vietnam; Nuestra Señora de Bandra en India; Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Haití; y Nuestra Señora del Rosario de Manaoag en Filipinas.
Durante este mes de mayo, celebremos a nuestra Santísima Virgen María en nuestras parroquias y hogares, coronándola, rezando el Rosario, cantando himnos Marianos, ofreciéndole flores y sentir que el corazón exclama: “¡Dios te salve Reina y Madre!”