Por Cindy Wooden, Catholic News Service
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Durante su visita a dos países en seis días en su primer viaje papal al extranjero, el Papa León XIV predicó la unidad, el diálogo y el respeto por las diferencias como los únicos caminos hacia la paz.
Durante su estancia con católicos, otros líderes cristianos y altos clérigos musulmanes en Turquía, del 27 al 30 de noviembre, y en el Líbano, del 30 de noviembre al 2 de diciembre, el Papa pronunció discursos formales sobre cómo creer en Dios como padre de todos significa reconocerse mutuamente como hermanos y hermanas.
Pero también reservó tiempo en su apretada agenda para conversaciones privadas, almuerzos y reuniones nocturnas con los líderes.
“Cuanto más podamos promover la auténtica unidad y el entendimiento, el respeto y las relaciones humanas de amistad y diálogo en el mundo, mayor será la posibilidad de que dejemos a un lado las armas de la guerra, que dejemos de lado la desconfianza, el odio, la animosidad que tantas veces se ha acumulado y que encontremos formas de unirnos y ser capaces de promover la auténtica paz y justicia en todo el mundo”, dijo a los periodistas que volaban con él de regreso a Roma el 2 de diciembre.
Los tres momentos emblemáticos del viaje fueron su oración con los principales líderes cristianos el 28 de noviembre en el lugar del Concilio de Nicea, su visita a la Mezquita Azul de Estambul el 29 de noviembre y su oración el 2 de diciembre entre los escombros de la explosión del puerto de Beirut en 2020.
Todo el viaje se planificó para conmemorar el 1.700 aniversario del Concilio de Nicea y la redacción del Credo que las principales comunidades cristianas siguen recitando hoy en día.
El patriarca ecuménico ortodoxo Bartolomé de Constantinopla presidió el servicio de oración ecuménico y la recitación conjunta del Credo en una plataforma con vistas a las ruinas de una basílica cristiana en Iznik, sede de la antigua Nicea, a unos 130 kilómetros al sureste de Estambul.
Junto con los patriarcas ortodoxos griegos de Antioquía, Alejandría y Jerusalén o sus representantes, y con representantes de otras iglesias ortodoxas, anglicanas y protestantes, el Papa León dijo que, en un momento en que la humanidad está “afligida por la violencia y los conflictos”, el mundo clama por la reconciliación.
“El deseo de plena comunión entre todos los creyentes en Jesucristo va siempre acompañado de la búsqueda de la fraternidad entre todos los seres humanos”, afirmó. “En el Credo Niceno, profesamos nuestra fe ‘en un solo Dios, el Padre’. Sin embargo, no sería posible invocar a Dios como Padre si nos negáramos a reconocer como hermanos y hermanas a todos los demás hombres y mujeres, también ellos creados a imagen de Dios”.
El deseo de acercarse y establecer relaciones con los demás también quedó patente cuando el papa León, al igual que sus dos predecesores inmediatos, se quitó los zapatos y entró en la llamada Mezquita Azul de la capital turca; pasó unos 20 minutos en su interior, pero no pareció detenerse a rezar como habían hecho el Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco.
En cambio, escuchó a Askin Musa Tunca, el muecín de la mezquita que llama a la oración cinco veces al día, explicar el edificio, su construcción y cómo rezan los musulmanes. Y el Papa hizo preguntas.
La oficina de prensa del Vaticano dijo después que el Papa León visitó la mezquita “con espíritu de reflexión y escucha atenta, con profundo respeto por el lugar y por la fe de quienes se reúnen allí para rezar”.
En su última mañana en Beirut, depositó una corona de flores, encendió una vela y rezó en silencio en un memorial dedicado a las más de 200 personas que murieron cuando explotaron unos productos químicos almacenados de forma inadecuada en el puerto; la explosión también causó heridas a unas 7.000 personas y dejó sin hogar a unas 300.000 personas.
De pie entre montañas de escombros, pilas de coches quemados y montones de ropa y telas destrozadas, el Papa se reunió con los familiares de los fallecidos y con personas que aún llevan las cicatrices de las heridas que sufrieron ese día.
Llevaban fotos de sus seres queridos fallecidos y carteles en los que pedían al Gobierno que investigara seriamente quién fue el responsable de permitir que se almacenaran allí los productos químicos.
Una joven, llorando, pidió al Papa León un abrazo, que el Papa le dio antes de ponerle la mano en la cabeza y bendecirla.
En la Misa posterior, dijo: “Recé por todas las víctimas y llevo conmigo el dolor y la sed de verdad y justicia de tantas familias, de todo un país”.
Y después de la Misa, antes de dirigirse al aeropuerto, dijo a la gente: “En estos días, con mi primer viaje apostólico, realizado durante el Año jubilar, he deseado hacerme peregrino de esperanza en Medio Oriente, implorando a Dios el don de la paz para esta amada tierra, marcada por la inestabilidad, las guerras y el dolor”.
Incluso cuando parece que la paz está lejos, dijo el Papa León: “Los invito a alzar la mirada al Señor que viene. Contemplémoslo con esperanza y valentía, invitando a todos a recorrer el camino de la convivencia, la fraternidad y la paz. ¡Sean constructores de paz, anunciadores de paz, testigos de paz!”.
