
Por Gina Christian, OSV News
San John Henry Newman — el teólogo, intelectual, y predicador del siglo XIX que transitó del anglicanismo al catolicismo, influyendo poderosamente en el pensamiento religioso de ambas tradiciones de fe — será nombrado doctor de la Iglesia por el Papa León XIV.
El Vaticano hizo público el anuncio poco después de la audiencia del Papa León el 31 de julio con el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos.
El boletín de prensa del Vaticano señaló que el Papa “confirmó el dictamen favorable de la Sesión Plenaria de Cardenales y Obispos, miembros del Dicasterio para las Causas de los Santos” para la causa de los santos sobre la concesión de este título, que desde los primeros siglos del cristianismo ha sido otorgado a santos cuyas enseñanzas y escritos doctrinales poseen una autoridad especial. San Ambrosio, San Agustín, San Gregorio Magno, y San Jerónimo fueron los primeros cuatro doctores de la Iglesia, y hasta el anuncio de hoy, se ha otorgado este título a 37 santos — incluyendo a cuatro mujeres: Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena, Santa Teresita del Niño Jesús, y Santa Hildegarda de Bingen.
Esta decisión había sido respaldada por la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (o USCCB, por sus siglas en inglés), que, en su asamblea plenaria de noviembre de 2023, votó casi unánimemente a favor de una solicitud de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales para que el Papa Francisco declarase doctor de la Iglesia a Newman.
Durante la asamblea de 2023, el obispo Daniel E. Flores de Brownsville, Texas, presidente del Comité Doctrinal de la USCCB, declaró que “el comité examinó este asunto en 2019 y concluyó que los escritos de San John Henry Newman son verdaderamente prominentes y de gran relevancia para la Iglesia actual, especialmente en temas como el desarrollo doctrinal, los fundamentos morales de la educación, la primacía de la conciencia, el papel de los laicos, y la búsqueda de la verdad, entre muchos otros”.
“El comité determinó, por tanto, que San John Henry Newman es verdaderamente digno de este alto honor”, añadió el obispo Flores, respaldado por varios otros prelados.
Según una biografía en línea de los Oratorios de Inglaterra, preparada para su causa de canonización, John Henry Newman — nacido en 1801 en Londres y criado en una familia anglicana de clase media — mostró desde joven un gran interés por las Escrituras.
En su autobiografía de 1864, “Apologia Pro Sua Vita” (“Una Defensa de Su Vida”), el cardenal Newman relató “el gran cambio de pensamiento” que experimentó a los 15 años, el cual le permitió “descansar en la certeza de que solo dos seres son absolutos y luminosa y evidentemente reales: yo y mi Creador”.
Impulsado por el renacer espiritual iniciado por John Wesley, Newman se convirtió al evangelicalismo durante su último año en Great Ealing School. A los 16 años, ingresó a Oxford, que junto con Cambridge ofrecía formación para el clero anglicano — una vocación que él abrazó, incluso considerando asumir lo que, para esa tradición clerical, era un voto inusual: el celibato. Fue ordenado en 1825, y se dedicó a realizar visitas pastorales tanto a enfermos y a pobres como a enseñar a estudiantes universitarios, según relata la biografía de los Oratorios.
Sin embargo, su fervor al compartir la fe con los estudiantes provocó fricciones con la administración, y al quedar sin posibilidad de enseñar, comenzó a leer a los Padres de la Iglesia, cuyas obras describió como “música para mi oído interior” y como “respuesta a ideas … que había acariciado durante tanto tiempo”.
La predicación de Newman empezó a atraer atención nacional, y una enfermedad casi mortal que contrajo en Sicilia en 1833 — durante la cual, preso de fiebre, repetía insistentemente: “Tengo una obra que hacer en Inglaterra” — intensificó su deseo de renovación eclesial. Según los Oratorios, al regresar a su patria, Newman se unió a otros con ideas afines que temían que la Iglesia Anglicana se hubiese vuelto complaciente y politizada. De ese grupo nacería el célebre Movimiento de Oxford, como se lo conocería más adelante, publicando escritos para despertar a los fieles de su letargo y recuperar el Evangelio.
El futuro santo se ganó el rechazo de miembros de universidad y del obispo de Oxford al sostener que las doctrinas de la Iglesia Anglicana eran más católicas que protestantes. Newman dejó Oxford y se retiró a la aldea de Littlemore, donde profundizó en la oración y el estudio. Renunció a su parroquia y comenzó a discernir — no sin luchas, como subrayan los Oratorios — un llamado a abrazar la fe católica.
En la biografía de la causa de canonización, según los Oratorios, los conflictos de Newman con la tradición sagrada sobre temas como el purgatorio y la supremacía papal lo impulsaron a estudios históricos más profundos, que culminaron en su obra de 1845 “Ensayo sobre el Desarrollo de La Doctrina Cristiana”, donde describía las ideas y doctrinas como orgánicas, con “principios antiguos” que reaparecen “bajo nuevas formas”. En ella afirma: “En un mundo superior puede ser de otro modo, pero aquí abajo vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado a menudo”.
Ese mismo año, fue recibido formalmente en la Iglesia Católica — confesándose en su propia casa con un sacerdote misionero pasionista, el padre Dominic Barberi, en una confesión tan extensa que debió continuarla al día siguiente.
Su conversión le costó no solo su membresía en Oxford, sino también la mayoría de sus amigos anglicanos y su familia. No obstante, Newman escribió sobre la gran paz que encontró en medio del aislamiento, describiendo la conversión como “llegar a puerto después de un agitado mar”.
En 1847, Newman — después de completar estudios adicionales — fue ordenado sacerdote católico en Roma, donde conoció los oratorianos de San Felipe Neri, cuya forma de vida comunitaria le recordó el ambiente universitario de Oxford. Un año más tarde, con aprobación papal, fundó el primer Oratorio de San Felipe en Inglaterra, en Birmingham, y otro en Londres al año siguiente.
Extendió su ministerio a Irlanda, donde Newman fue rector de la recién fundada Universidad Católica de Irlanda, hoy University College Dublin, bajo la dirección de los obispos católicos irlandeses. Con su pensamiento religioso, espiritual, e intelectual, Newman logró una síntesis entre la búsqueda del conocimiento y de Dios, escribiendo que “el conocimiento es una cosa, la virtud es otra”.
Las exigencias del cargo en Dublín — que le implicaron 56 travesías marítimas entre Gran Bretaña e Irlanda en solo siete años — lo agotaron, y en 1858 regresó al Oratorio de Birmingham.
Durante las dos décadas siguientes, enfrentó tensiones tanto con católicos como con anglicanos — algunos católicos desconfiaban de su conversión, mientras que algunos anglicanos afirmaban que, en primer lugar, nunca había sido un anglicano sincero. En respuesta, Newman escribió su extensa “Apología pro Vita Sua” en 1864 para “mostrar quién soy … deseo que se me conozca como un hombre vivo, no como un espantapájaros”.
La sinceridad de sus escritos ayudó a calmar los temores tanto de anglicanos como de católicos, y Newman fue incluso invitado a participar como asesor teológico en el Concilio Vaticano I en 1868 — aunque, según los Oratorios, Newman declinó la invitación para completar “La Gramática del Asentimiento”, donde analiza el proceso mediante el cual una persona llega a sostener convicciones.
En 1874, Newman respondió a la afirmación del primer ministro William Gladstone, quien había expresado que los católicos no podían ser súbditos leales debido a su obediencia al Papa, escribiendo en una carta abierta que sus correligionarios no merecían “ese reproche injurioso de que somos cautivos y esclavos del Papa”, enfatizaron los Oratorios.
Tres años después, Newman regresó a Oxford y fue nombrado el primer miembro honorario del Trinity College. En 1879, el Papa León XIII lo nombró cardenal, elogiando su fidelidad a la fe, y le concedió permanecer en Birmingham y no ser consagrado obispo. Esta designación fue celebrada tanto por católicos como por anglicanos, de acuerdo con los Oratorios.
En Birmingham, el cardenal Newman continuó escribiendo. En una de sus últimas obras — citada por los Oratorios en la biografía para la canonización — reflexionó que Dios “ha dispuesto la creación del santo a partir del pecador … Él entra en el corazón del hombre, lo persuade y prevalece en él, mientras lo transforma”.
El cardenal Newman murió a los 89 años en 1890 y fue canonizado en 2019 por el Papa Francisco.