
La alegría frecuentemente tiene raíces profundas. Recientemente, fui privilegiado de unirme a dos celebraciones de aniversario parroquiales que estuvieron llenas de alegría. En su base había una gran apreciación por las profundas raíces de fe que se recordaban.
El primer evento tuvo lugar en el condado de Meade en la Iglesia St. Theresa of Avila en Rhodelia. Verdaderamente orgullosos de su 200 aniversario, los feligreses se reunieron en gran número – tanto aquellos que son familias actuales de la parroquia y aquellos regresando a sus raícese de fe. Dos de nuestros sacerdotes diocesanos que son hijos de la parroquia regresaron – el padre Ron Knott y el padre Bob Ray – junto con los sacerdotes que han servido esta parroquia durante el pasar de los años. Muchas mujeres religiosas regresaron – incluyendo a la Hna. Mary Naomi Elder, una Hna. de la Caridad de Nazareth que proviene de la parroquia St. Theresa.
La Iglesia oró y canto en voz fuerte y de manera orgullosa al unísono. Como una familia que se reúne en el Día de Acción de Gracias, esta familia de fe vino junta para reunirse y recordar. Los feligreses hablaron con apreciación, humor y los recuerdos de esos pilares de la parroquia que han muerto y se han ido antes que nosotros y, oramos, ahora son ciudadanos en el cielo. Observé también que los adolescentes se dejaron llevar por el espíritu del momento. Su fe joven y creciente se fue profundizando y ampliando. Observando a los adolescentes me hizo recordar de nuestras comidas en familia cuando yo crecía. Me empapé de las historias familiares contadas y a través de aquellas celebraciones me volví más profundamente parte de la familia y a apreciar más a mi familia. Lo mismo pasó en la Parroquia St. Theresa.
La segunda celebración fue igual de vibrante. St. Helen en Glasgow celebró 125 años como parroquia. Nos reunimos para una gran cena dominical, y la alegría estaba presente. Una vez más, jóvenes y grandes, se reunieron para recordar y apreciar su historia. Había historias de las cuatro mujeres que se convirtieron en 1893, con sus manos desnudas, sin estar cubiertas trajeron piedras para los cimientos de la iglesia. Estas mujeres también obtuvieron la ayuda de los vecinos, en su mayoría no católicos, para formar la Iglesia que aún permanece hasta estos días. Escuché acerca de unos sacerdotes que visitaron casas en Glasgow para celebrar la Misa antes de que la iglesia se construyera. Hoy en día, muchos que forman la parroquia vienen de todas partes de los Estados Unidos y de más allá. Estos recién llegados parecen captar ese espíritu con aprecio por la fe y del trabajo conjunto que todavía es muy fuerte. Desde 1956, los Padres de la Misericordia han servido esta parroquia, y la gente está muy agradecida.
En los últimos dos años he escrito dos cartas pastorales sobre la vida y la vitalidad parroquial. La primera fue “Tu Parroquia: El Cuerpo de Cristo Vivo en Nuestro Entorno” en donde llamé a cada parroquia a discernir cómo Dios llamaba a la parroquia hoy y en el futuro. Este proceso de discernimiento y oración comienza celebrando todo lo que es. Enraizado en el Misterio Pascual de Jesús, el cual es Su vida, muerte y resurrección, cada parroquia extrae fuerza de la gracia que comienza con gratitud. Es la gratitud por el misterio de la muerte de Cristo y resurrección por nuestra salvación y el misterio de la Iglesia nacido de Sus heridas sagradas. Es un misterio que es 2,000 años de antigüedad y es un misterio que es vivido de maneras muy específicas y particulares en la historia vivida de cada parroquia.
En mi segunda carta pastoral, “El Alma de la Parroquia: Siendo Guiada por el Espíritu Santo Vivo en Nuestro Entorno”, reflexiono aún más en el discernimiento parroquial. Me refiero a la bella cita de la sección 737 del Catecismo de la Iglesia Católica que indica: La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la comunión con Dios, para que den “mucho fruto” (Jn 15, 5. 8. 16).
Las dos celebraciones de los aniversarios parroquiales y de hecho cada celebración parroquial nos lleva a la Pascua, el Misterio Pascual de Cristo y a la misión de la Iglesia. Cada aniversario parroquial refleja el vivir de esta misión de más de 2,000 años para convertirnos más profundamente en el Cuerpo de Cristo y de viajar juntos al cielo. Estoy agradecido por todas las 110 parroquias de la Arquidiócesis. Las celebraciones de aniversario parroquiales tienen una manera de hacernos sentir agradecidos por la presencia del Espíritu Santo entre nosotros.