Nueva fuerza policiaca rural en México enfrenta desconfianza de sacerdotes, comunidad

Por David Agren, Catholic News Service

CIUDAD DE MÉXICO — Padre Andrés Larios una vez apoyó los altamente eficaces grupos de autodefensa que se formaron para combatir los carteles narcos que están cometiendo varios delitos en el estado occidental Michoacán.

Él les brindó apoyo espiritual, endosó sus actividades y les permitió tocar las campanas de la iglesia para llamar la comunidad a reuniones o advertir de peligros inminentes.

Pero cuando algunos miembros de los grupos llegaron recientemente a su parroquia en Coalcomán pidiendo tocar las campanas, él los rechazó. Su rechazo señala el flácido apoyo de los sacerdotes a tales movimientos en la región de toscas colinas y arboledas de limón a 300 millas al oeste de Ciudad de México.

“Les dije: ‘¿Saben qué, yo ya no creo en estos grupos de autodefensa? No confío en ustedes'”, recordó padre Larios haberles dicho.

“La gente no confía en las autoridades ni confía en los grupos de autodefensa”.

Escuchar a padre Larios y a otros sacerdotes de la Diócesis de Apatzingán contarlo, es que los grupos de autodefensa se ??han tornado severamente divididos y quebrados y todavía reciben apoyo del gobierno federal.

El gobierno insiste en que está devolviéndole orden a una región anárquica al inscribir las armas de los grupos de autodefensa y convirtiendo milicias harapientas en una nueva fuerza policiaca rural. Los grupos están siendo armados con rifles de combate a pesar de tener poco o ningún entrenamiento formal.

El gobierno federal ordenó que la red informal de grupos de autodefensa se desarmara antes del 10 de mayo, cuando debutó la Policía Rural para establecer la ley en zonas aisladas donde los carteles narcos actuaban impunemente en años recientes. Muchos miembros de la Policía Rural eran justicieros por cuenta propia.

“Son ustedes quienes hoy tendrán la responsabilidad de ir adelante a defender a sus hermanos, sus familias, sus vecinos y a todos aquellos que podrían ser heridos por el crimen organizado y común”, dijo Alfredo Castillo, comisionado gubernamental para Michoacán y líder para sus negociaciones con los grupos de autodefensa.

Los sacerdotes expresaron sus reservas con la nueva policía, sin embargo. Padre Larios alegó que se le estaba dando placas y uniformes para dar la apariencia de que el estado está en calma y bajo control.

“Es risible”, él dijo.

El 10 de mayo él añadió: “Los estaban entrenando en cómo saludar”.

Los sacerdotes también dijeron que la composición de los grupos de autodefensa ha cambiado desde que los primeros grupos se formaron en febrero del 2013 para repeler los ataques del cartel Caballeros Templarios. Padre Larios señaló que fue la gente campesina quien formó los grupos para proteger a sus familias y sus propiedades en los primeros días.

Pero el sacerdote ahora ve más exmiembros de carteles en las filas de las “autodefensas”, como se conocen los grupos, mientras que muchos más, él alegó, están actuando más por sus intereses privados, como aprovechar las reservas madereras en la zona de él, que por la protección de la gente común.

“Estas personas se sentirán todopoderosas, ahora que tienen permiso para matar, permiso para controlar el resto de la población que no tiene armas”, dijo padre Larios. “Los que no tienen armas, ¿qué van a hacer?”.

Algunos líderes de grupos de autodefensa permanecen en disputa con el gobierno federal. El Dr. José Manuel Mireles, quien fue despojado de su puesto como portavoz del consejo coordinador de los grupos de autodefensa y acusado por sus antiguos colegas de haber perdido sus facultades mentales, acusó al gobierno de trabajar con criminales.

La prensa mexicana informó que un nuevo cartel, conocido como H3, ha crecido con miembros de los grupos de autodefensa entre sus participantes.

 

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